El joven que desea triunfar en un mundo altamente competitivo no sólo debe adquirir un amplio espectro de habilidades académicas, vocacionales e intelectuales, sino que también debe aprender cómo, cuándo y dónde aplicar esas habilidades. Hay conductas específicas que indican que un chico ha adquirido los recursos indispensables para la realización. Estos comprenden la habilidad para:
• evaluar la información disponible
• evaluar las opciones
• establecer metas y prioridades
• organizar el tiempo y los recursos
• desarrollar una estrategia para lograr los objetivos
• perseverar frente a los obstáculos
• aprender de los errores
• recuperarse de los reveses
• autoevaluarse objetivamente.
El chico listo aprende a utilizar sus habilidades para el pensamiento analítico como si se tratara de un bisturí. Con destreza corta el tejido circundante, expone el problema o desafío subyacente y hace lo necesario para componerlo.
Para responder a su disyuntiva, Jason puso en funciona miento toda su habilidad para el pensamiento analítico. Se dio cuenta de que, para tomar decisiones inteligentes, necesitaba datos, y por ello me llamó, pues yo había sido el primero en diagnosticar su problema de aprendizaje y el que había supervisado el programa terapéutico. Cuando comprendió que se hallaba frente a decisiones que podían afectar profundamente su futuro, Jason entendió que tendría que evaluar su situación, y a sí mismo, cuidadosa y objetivamente.
Los chicos listos son prácticos. Saben que poseen una “turbina alimentadora” cerebral. Y también saben que, para poner una sobremarcha que les permita subir la cuesta, deben activar la turbina alimentadora oprimiendo el botón del “pensamiento listo”.
Los niños que no son sagaces no saben dónde está ubicado el botón del pensamiento listo. Y aun cuando lleguen a encontrarlo, tal vez descubran que está desconectado. Como no han desarrollado sus habilidades para el pensamiento analítico, no perciben la relación causa y efecto que vincula la calidad de sus procesos de pensamiento con la calidad de los resultados que obtienen. Para funcionar de manera más efectiva, a estos niños debe enseñárseles a tensar y conectar el cable que vincula el botón del pensamiento listo con su cerebro. Los que no lo hacen están destinados a seguir desempeñándose con mediocridad.
A veces, oprimir el botón del pensamiento listo exige que el niño tome la decisión consciente y calculada de recurrir al uso de sus habilidades para solucionar problemas. En otras situaciones, es posible que el niño oprima el botón de manera refleja. Algún estímulo (p. ej., una puerta que no se cierra bien) puede provocar una respuesta inmediata de pensamiento listo. El niño reacciona instintivamente y enseguida comienza a buscar el origen del problema.
La respuesta de Jason a su disyuntiva universitaria fue de liberada, y su decisión de pensar estratégicamente, consciente e intencional. Utilizó todas las técnicas de pensamiento listo que figuraban en su arsenal. Su estrategia siguió una progresión clásica de resolución de problemas:
1. ¿Cuál es mi objetivo?
2. ¿Qué datos necesito para alcanzar mi objetivo?
3. ¿Cómo consigo los datos?
4. ¿Cuál es el mejor modo de utilizar esos datos?
5. ¿Qué he aprendido de situaciones similares y qué cosas sé ya de mí mismo?
6. ¿Quién o qué puede ayudarme a alcanzar mi objetivo?
7. ¿Cuál debería ser mi estrategia?
8. ¿Cuál es la mejor manera de implementar esta estrategia?
Se advertirá que esta progresión es muy semejante a la que utilizó Jeremy, el niño de diez años, que quería acarrear el equipo de campamento en un solo viaje. Este paralelo no es de sorprender. Con alteraciones menores, los seres humanos emplean esta misma progresión analítica de solución de problemas a partir del momento en que fueron capaces de pensamiento consciente.
El niño que ha adquirido un sistema efectivo para solucionar problemas posee una poderosa ventaja competitiva sobre el niño que no tiene acceso a un sistema semejante. Como sabe usar su botón del pensamiento listo, puede comenzar a hacerse responsable de su propio destino.
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