Niños entre 7 y 12 años
Madre: Parece que papá yo pasamos mucho tiempo llamándote la atención para que hagas tus deberes. ¿Esa tensión te molesta tanto como a nosotros?
Hija: Creo que sí.
Madre: Dime por qué crees que te reprendemos.
Hija: Porque yo dejo las cosas para el último momento.
Hija: Prefiero hacer otras cosas. Cuando llego de la es cuela, quiero jugar con mis amigos, pero tú no me dejas. Siempre me estás recordando que tengo que hacer los deberes. Y después llega papá y también me dice lo mismo.
Madre: Cuando te reto para que hagas tus tareas, ¿realmente tienes deberes que hacer?
Hija: Sí. A veces.
Madre: ¿Ves alguna solución para este problema?
Hija: Supongo que podría hacer los deberes sin que tu vieran que recordármelo.
Madre: Pero prefieres salir a jugar.
Hija: Sí.
Madre: ¿Te parece que es posible hacer los deberes y que lo mismo te quede tiempo para ir a jugar?
Hija: No.
Madre: Bien. Veamos. Si trabajaras mucho y realmente te concentraras en el trabajo, ¿cuánto tiempo necesitarías para hacerlo?
Una hora. Tal vez una hora y cuarto.
Madre: Muy bien. Supongamos una hora y cuarto. Me parece que es una cantidad de tiempo razonable para una chica que está en quinto grado. Algunos días pasarás menos tiempo, y otros más. Vuelves de la escuela a las tres y media de la tarde. ¿Qué es lo primero que haces cuando llegas a casa?
Hija: Tomo leche con galletitas.
Madre: Muy bien. ¿Y qué quisieras hacer después?
Hija: Salir a jugar con mis amigos.
Madre: Parece razonable. ¿Cuánto tiempo quieres jugar?
Hija: Hasta la hora de la cena.
Madre: Recuerda que tienes un mínimo de una hora y cuarto para hacer los deberes.
Hija: Podría hacerlos después de comer.
Madre: Sí, podrías. Normalmente cenamos a las siete me nos cuarto. Si cuando terminas de cenar fueras di rectamente a hacer los deberes, habrías terminado a eso de las ocho. Te acuestas a las nueve. Eso significa que tendrías una hora para ti después de terminar tus tareas. Y, por supuesto, no mirarías televisión hasta después de las ocho. Ahora consideremos otras posibilidades. ¿Qué te parece jugar desde las tres y media hasta las cinco y cuarto, y después dedicar por lo menos media hora a los deberes antes de cenar? De todos modos, después de las cinco empieza a oscurecer. De esta manera te quedarían sólo cuarenta y cinco minutos de deberes después de comer. ¿Te parece que así te que daría tiempo suficiente para jugar?
Hija: Sí.
Madre: Muy bien. Así que puedes elegir cómo organizar tus horarios. Cuando estudies, necesitarás interrumpir de a ratos, para recargar tus baterías. ¿Te parece razonable estudiar veinte minutos por vez con cinco minutos de descanso?
Hija: Sí.
Madre: Podríamos poner un reloj y controlar el tiempo. Y en los veinte minutos de tareas realmente estudias y te concentras, hasta que suene el tiempo de descanso. ¿De acuerdo?
Hija: De acuerdo.
Madre: Entonces papá y yo no te regañaremos, siempre que cumplas con tus horarios de estudios. ¿De acuerdo?
Hija: De acuerdo.
Madre: Te voy a pedir que firmes un acuerdo escrito sobre lo que hemos decidido. El contrato tendrá una vigencia de un mes. Después, si quieres hacer cambios, revisaremos el trato y tal vez lo modifiquemos. También es necesario que decidamos cuán tos deberes tendrás que hacer los fines de semana y en qué momento los harás. Otra cosa: estoy dispuesta a suavizarte el pacto. Si cumples satisfactoriamente durante un mes, te compraré entradas para ese espectáculo que deseas ver. ¿Te parece bien?
Hija: ¡Sí!
Madre: Ahora veamos estos cuadros-horarios. Uno sirve para mostrar cómo podría uno administrar su tiempo. (Nota: este horario contempla el pacto acordado en la hipotética conversación previa.) El otro está en blanco, y lo llenaremos juntas. Pondremos tus horarios de estudio y de juego, y los horarios para descansar, realizar las tareas del hogar, comer y vestirte. Veamos un ejemplo del primero. Después decidiremos no sólo cómo quieres emplear tu tiempo, sino también cómo puedes emplearlo de la manera más efectiva.
Madre: Lo bueno de los cuadros-horarios es que pueden cambiarse. Para que sea efectivo, el horario tiene que trabajar para ti. Ahora que hemos mirado es te ejemplo, hagamos un horario que pueda facilitarte la vida y proporcionarte tiempo para jugar, divertirse, leer o mirar televisión. ¿De acuerdo?
Hija: ¡Sí!
Madre: ¿Qué te parece? ¿Podrás cumplir con este programa durante un mes?
Hija: Sí.
Madre: Cuando termine el mes, haremos cambios si así lo deseas. Comprenderás que espero que cumplas este horario sin discusiones. Terminarás de jugar con tus amigos a las cinco y cuarto y estudiarás hasta la hora de la cena, a las seis. ¿Entendido?
Madre: Y nada de televisión hasta que termines tus deberes, a las siete y cuarto.
Madre: Y también te darás cuenta de que habrá días en que necesitarás trabajar hasta las siete y media o las ocho menos cuarto, si tienes mucha tarea.
Hija: Está bien. ¿Y si tengo pocos deberes y no necesito una hora y cuarto para hacerlos?
Madre: Lo conversarás con nosotros y juntos decidiremos si ese día puedes tener más tiempo libre para jugar. ¿Te parece bien?
Hija: Sí.
Madre: Bien. Empezaremos con el programa mañana.
Al comprometer intencionalmente a su hija en el proceso de determinar su horario de estudios, la madre del diálogo precedente reduce el riesgo de un enfrentamiento. Como su hija participa de manera activa en la toma de las decisiones claves sobre el modo de emplear su tiempo, no puede asumir el papel de víctima. La madre tendrá que ejercer cierto control, pero su estrategia la libera de la responsabilidad de tener que reprender a su hija para que haga los deberes. Así, evita verse obligada a desempeñar el papel de policía. Aunque alienta el compromiso de la niña creando las reglas básicas, establece pautas y deja en claro que espera el cumplimiento de los términos pactados.
Este enfoque puede resultar igualmente efectivo en la comunicación Con adolescentes. Los padres que comprometen a sus hijos en el proceso de determinar un horario de estudios mutuamente aceptable piensan con sagacidad. Esta estrategia debería aliviar de manera significativa la tensión familiar. Al manejarse con adolescentes, los padres deben estar preparados para negociar algunos de los puntos y, cuando sea adecuado, hacer concesiones con el fin de lograr la armonía y la paz familiar. Los adolescentes tienen una legítima necesidad de sentir que ejercen cierto poder sobre sus vidas. Esta necesidad señala su transición hacia la adultez. Aunque usted pueda estar convencido de que cuatro horas diarias de estudio son un lapso realista para un alumno de quinto año secundario, acaso su hijo no concuerde. Aliente la experimentación y las evaluaciones periódicas de modo de poder determinar un horario de estudios apropiado. Este proceso de evaluación indicará si el horario necesita ser cambiado o mejorado.
Su objetivo final es guiar a su hijo hacia una toma de con ciencia crítica: la efectiva administración del tiempo le permitirá ejercer un control positivo sobre su vida, y este control le proporcionará más tiempo libre para hacer lo que desee. Una vez que su hijo se dé cuenta del poder inherente del uso eficiente del tiempo, probablemente se “convierta”. El paso siguiente será ayudarlo a ser más organizado. Este tema se tratará después de las siguientes actividades suplementarias.
Actividad suplementaria
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