Bien, os voy a contar como puse
en práctica mi teoría de convertir el rechazo en un éxito.
Como era una teoría nueva, que
nunca había llevado a la realidad, desconocía las consecuencias que iba a
acarrear, así que decidí ponerla en práctica en lugares nuevos para mí.
Con ello me garantizaba que mi reputación, ganada durante
años de duro trabajo, no se vería mermada si se producía algún fracaso.
Un amigo me habló de una
discoteca nueva que acababan de abrir a las afueras de la ciudad, y decidí que
aquél sería el lugar ideal para llevar a cabo mi plan.
Era sábado por la noche, y hacía
frío, demasiado para los primeros meses del otoño. Me vestí con mi ropa
habitual, sencillas a la par que elegante, y me dirigí al lugar en cuestión.
La entrada era bonita, de esas con decoración gótica. El
guardia de la puerta me dejó entrar sin mayores problemas, y sin exigirme el
pago de ninguna cantidad, algo que yo agradecí, dicho sea de paso.
Nada más entrar me dirigí a la
barra, y me pedí una copa para ir abriendo boca mientras observaba el local.
Estaba nervioso. Tenía una
especie de cosquilleo interior que me hacía estar intranquilo. Sin duda, ese no
era mi estado habitual en una discoteca.
Parecía que la novedad me estaba
afectando.
Entonces, no quise perder más
tiempo y me planteé el siguiente reto: “Óscar, no te puedes ir de esta
discoteca sin haber sido rechazado en, al menos, 10 ocasiones”.
Seleccioné a un par de chicas que estaban un poco separadas
del resto de la gente, y me dirigí hacia ellas.
- ¿Sabéis?
Tengo un problema muy grave y no sé como solucionarlo.
- ¿Y
por qué deberíamos ayudarte nosotras? – La que habló era rubia, y con una
figura muy esbelta, la otra, rubia también, estaba más entrada en kilos.
- Porque
tenéis cara de buenas personas.
- No
te fíes de las apariencias.
- No
me fío de las apariencias, me fío de mi intuición. - ¿Es buena?
- Nunca
me ha fallado.
- Pues
ahora sí, porque estamos muy ocupadas para resolver tus problemas, así que si
no te importa.
¡Bien! Mi primer rechazo, ¡ya
solo me quedaban nueve!
Tomé un nuevo sorbo de mi copa y me di una vuelta por el
local para detectar nuevas víctimas de mi experimento.
Una chica bailaba sola junto a
uno de los altavoces. Era bajita y muy voluptuosa.
- Tu
novio debe de estar completamente loco.
- ¿Cómo
dices?
- Decía
que tu novio debe de estar completamente loco.
- ¿Por
qué dices eso?
- Dejarte
aquí sola, susceptible de ser atacada por cualquiera de los buitres que pululan
por este local, siendo tan guapa.
- ¿Pululan
o pululáis?
- Pululan,
pululan. Yo, más que un buitre soy un cuervo.
- No
te entiendo,…, bueno, de cualquier modo, mi novio está en el cuarto de baño, y
no creo que le haga mucha gracia que estés hablando conmigo.
- Y
seguro que es cinturón negro de karate.
- No,
de karate no, pero sí de judo.
- Lo
sabía.
¡Eureka! Segundo fracaso. ¡A por
el tercero!
Esta vez se trataba de la típica
chica de la que un 90% de los hombres dirían: “No tengo nada que hacer con
ella”. Pero como mi éxito era el fracaso decidí que era la candidata ideal.
Según me iba acercando noté como
su cara estaba triste, así que decidí modificar la frase de inicio que tenía
preparada.
- ¡Hola!,
¡Anímate! Seguro que sea lo que sea lo que te pasa tiene solución, ¡venga!,
dedícame una sonrisa, seguro que tu sonrisa es preciosa.
- (Sonrisa).
- ¡Eso
es! ¿No ves? Lo que yo decía. Una sonrisa preciosa.
- (Sonrisa).
- Ahora
déjame que te de un consejo. Mira, toma todo el aire que puedas y ¡grita! No te
preocupes porque
la gente te oiga, con esta música
infernal nadie se dará ni cuenta.
- (Gritando).
- ¿Qué
tal?
- Pues
la verdad, mucho mejor. Es como si me hubiera quitado un peso de encima.
- ¿Ves?
¿Qué te decía yo?
- ¿Y
qué otras cosas sabes hacer además de animar a una chica entristecida?
…
Seguimos conversando durante unos
diez minutos, al cabo de los cuales ella se marchó porque había quedado con no
sé quien. Pero al irse no olvidó darme su número de teléfono y pedirme que la
llamara.
¡Vaya! Mi primer fracaso de la
noche.
El siguiente objetivo fue un
grupo de chicas que parecía estar en una despedida de soltera. Sin embargo, una
de ellas estaba un poco más apartada, como si le diera vergüenza el espectáculo
que estaban dando sus amigas.
- ¿Tus
amigas se comportan siempre así?
- Espero
que no, pero no son mis amigas.
- Pero,
¿estás con ellas?
- Sí,
pero más como parte de una obligación social, que por gusto.
- ¿Y
dónde preferirías estar? Yo te llevo.
- No
gracias, creo que entre ellas y tú,…, me quedaré con ellas.
¡Bien! Las aguas volvían a su cauce, un nuevo fracaso.
Los tres siguientes acercamientos
tuvieron un resultado similar. Comenzaba a hablar con ellas, pero enseguida me
rechazaban con alguna frase cortante o, simplemente, con su silencio.
El experimento estaba funcionado,
incluso aquello de acercarme a hablar con una chica con el objetivo de
conseguir su rechazo me estaba resultando divertido.
La octava víctima fue una chica
que recogía su abrigo para marcharse.
- ¡Es
una pena!
- ¿El
qué?
- Que
te vayas.
- ¿Por
qué?
- (Acercándome
a su oído y susurrándole al oído) Porque he escuchado que en media hora Bisbal
vendrá para cantar el single de su nuevo disco.
- (Sonrisa)
Pero a mí no me gusta Bisbal.
- ¿Y
quién te gusta?
- Sabina,
por ejemplo.
- ¡Vaya!
¡Qué casualidad! Lo acabo de ver en la barra tomándose algo con Panchito
Varona.
- (Sonrisa).
- ¿No
me crees? ¡Ven que te lo enseño!
- Vale,
pero que sepas que si es mentira me tendrás que invitar a una copa.
¡Maldición! Un nuevo éxito, que,
en realidad, era un fracaso, y ya iban dos.
Estuve con ella un par de horas,
nos enrollamos y no llegamos a más porque me inventé una excusa barata, porque
tenía que seguir persiguiendo mi objetivo de la noche.
Entonces, tuve que cambiar de
local, porque ella se quedaba allí y yo tenía que justificar mi excusa de
evasión.
Me acerqué a un disco bar que se
encontraba en la esquina de la misma calle. Allí el ambiente era diferente, más
tranquilo. La gente charlaba y solo bailaban un par de rubias ligeras de ropa y
llenas de alcohol.
En una de las esquinas de la
barra observé como un par de chicas morenas reían mientras apuraban unos
chupitos de tequila. Sin dudarlo, me dirigí hacia ellas.
- Hola,
perdonad un momento. ¿Puedo haceros una pregunta?
- Depende.
- ¿Depende
de qué?
- Del
tipo de pregunta que sea.
- Está
bien, solo quería conocer vuestro punto de vista sobre un asuntillo.
- ¿Y
qué te hace pensar que nuestro punto de vista te ayudará?
- Por
dos razones. Primera porque sois mujeres, y este es un tema que os atañe, y
segundo, porque estáis borrachas, y de eso es precisamente de lo que va mi
pregunta.
- De
acuerdo, me has convencido. Escucharemos tu pregunta.
- ¿Por
qué un hombre borracho pierde su capacidad sexual mientras que una mujer
borracha lo multiplica?
- ¡Vaya!
Esa es una buena pregunta. ¿Qué te hace pensar que eso es así?
- Venga,
piénsalo. ¿A qué cuando estás borracha estás más caliente? Digamos que te
liberas más de tus inhibiciones.
- Bueno,
visto así, es cierto. Pero los hombres también.
- Sí,
pero corren más peligro de sufrir el innombrable.
- ¿El
innombrable?
- Sí,
(susurrando), el gatillazo.
- (Ambas
rieron a pleno pulmón).
- (Sonrisa)
- Pues
mira, vas a tener razón y todo.
- Claro
que tengo razón. Veamos, ¿a qué ahora mismo estás deseando estar con un tío?
- Pues
sí, sí que es verdad. Llevamos un tiempo comentándolo.
- Bueno,
pues yo soy un tío (Sonrisa).
- (Sonrisa).
Pero, si estás borracho no nos sirves,…, ¡ya sabes!, el innombrable.
- ¿Sabéis
lo mejor?
- Ilústranos.
- Que
no estoy borracho.
- Eso
lo tendrás que demostrar.
- ¿Cómo?
- Mi
amiga vive justo en la esquina, ¿qué te parece si nos vamos los tres y lo
comprobamos?
- Vamos,
pues.
Me engañé a mi mismo
contabilizando a aquellas dos chicas como mis dos últimas entradas de la noche.
El problema es que, de nuevo, habían sido un éxito.
¡Y qué éxito! No entraré en detalles, pero la noche que
pasé con ellas fue de esas que no se olvidan.
Pero, centrándonos en el experimento, el caso es que de 10
chicas que había entrado durante la noche, había tenido éxito con 4, lo cuál se
convertía en el mejor ratio de éxito que había tenido hasta la época.
Así, que la estrategia de
convertir el fracaso en éxito me había ayudado para generar más éxito.
La teoría había quedado
demostrada.
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