Por suerte, puedo decir que tengo muchos amigos, y más
conocidos. Quizá por mi profesión, o tal vez por mi personalidad abierta y
jovial, nunca he tenido problemas para entablar amistad con otras personas.
Sin embargo, ninguno de mis amigos es como Antonio.
A él le conocí cuando éramos niños, y eso marca una gran
diferencia. Lo hemos compartido todo: la niñez, la adolescencia, los inicios
amorosos, los primeros desencuentros,…
Ninguna relación de amistad puede igualar a la generada en
la niñez. No importa que transcurran muchos años sin ver a mi amigo Antonio, en
cuanto nos encontramos es como si nunca nos hubiéramos separado.
Por aquella época estábamos compartiendo piso en Valencia.
Ambos estudiando, o mejor dicho, yo estudiando y él haciendo como que
estudiaba.
Era sábado por la noche, y decidimos que aquella noche
saldríamos a seducir por parejas. El caso es que yo estaba puliendo una teoría
sobre la seducción con la ayuda de un
amigo, y pensé que esa noche era el momento ideal para
tratar de probar la validez de la teoría.
Salimos a eso de la medianoche y nos dirigimos a la
discoteca “Cotton Jazz”, que estaba muy de moda por aquella época.
En el camino, nos paramos a tomar una primera copa en un
garito estilo americano, en el que servían la mejor cerveza de barril del
barrio.
Al rato, entramos en la discoteca.
El local estaba medio lleno, lo que permitía cierto
desahogo para andar y para encontrar un hueco en la barra.
Pedimos un par de copas e iniciamos una primera
comprobación visual que resultó infructuosa. Sin embargo, después de unos diez
minutos, una pareja de chicas entró por la puerta.
Una de ellas era realmente atractiva. Tenía rasgos
asiáticos, debía de ser china o filipina, y disfrutaba de una figura
perfectamente moldeada.
La otra era un poco más mediocre. Fea de cara, y con un
cuerpo no especialmente atractivo, era una de esas chicas por las que no te
darías la vuelta si te la cruzaras en la calle.
Rápidamente, me dirigí a mi amigo y le propuse mi
idea.
Yo haría de avanzadilla, con el objetivo de seducir a la
chica asiática, para lo que necesitaba que él fuera mi satélite con la fea.
Antonio aceptó a regañadientes.
Entonces, me dirigí directamente hacia mi objetivo.
- Perdona,
¿te puedo hacer una pregunta?
- Depende.
- Es
una pregunta sin maldad, por pura curiosidad. Además, siempre tienes la opción
de no responder.
Está bien.
Sólo quería saber si eres de origen chino o filipino.
- Filipino.
- ¡Lo
sabía!
- ¿Y
por qué lo sabías?
- Porque
eres demasiado guapa como para ser de origen chino.
- ¿Insinúas
que las chinas no son guapas?
- No,
digo que las filipinas son más guapas que las chinas.
- (Sonrisa)
Has salido bien del atolladero donde te habías metido.
- Ya
ves, es mi especialidad.
- Salir
de los atolladeros.
- No,
meterme en ellos.
- (Sonrisa)
De ahí pasamos a las presentaciones de rigor, el como te
llamas, a que te dedicas y todas esas cosas sin mayor sustancia, pero que me
permitieron ganar tiempo en mi conversación y saber que ella se llamaba Dolores
y su amiga
Jessica.
Durante el rato que estuvimos hablando, la amiga se mostró
distante, bailando al son de la música, y sin prestar mucha atención a nuestra
conversación.
Sin embargo, en un par de ocasiones pude notar como mi
objetivo la miraba, como para asegurarse de que todo iba bien con ella.
Así que, en ese momento, le hice la señal acordada a
Antonio para que se acercara.
- ¡Antonio!
- ¡Óscar!
¡Cuánto tiempo! ¿Qué es de tu vida?
Ya ves, nada especial, ¿y qué tal tú?
- Pues
estaba con estas dos chicas tan encantadoras, charlando un ratito, mira deja
que te presente.
Les presenté, y, entonces, Antonio comenzó una conversación
que nos incluyera a todos.
ANTONIO: Venía escuchando en la radio que la semana que
viene va a haber huelga de autobuses, y me he puesto a pensar, ¿qué pasaría si
algún día hubiera huelga de bares y discotecas? ¿Os lo habéis planteado alguna
vez?
ÓSCAR: ¡Vaya! Es verdad. ¿Qué haríamos?
DOLORES: Supongo que la noche de los sábados se
convertirían en un botellón permanente.
ÓSCAR: ¡Eso! Y empalmaríamos con el Vermut de los domingos.
ANTONIO:
¡Y el dinero que nos ahorraríamos! ¿Lo habéis pensado alguna vez? ¿Cuánto
dinero nos ahorraríamos si no hubiera bares?
ÓSCAR: Pero, ¿qué hay de la diversión?
DOLORES: Encontraríamos otras formas de divertirnos.
ÓSCAR: Sí, yo ya sé alguna que otra. (Sonrisa)
DOLORES: (Sonrisa)
En ese momento, en una maniobra muy bien llevada a cabo,
Antonio le dijo algo al oído a Jessica y comenzó una conversación privada con
ella, dejándome a mi el camino libre.
- ¿Sabes?
El otro día estaba leyendo el periódico, y decía que hay un hombre, no se
donde, que quiere colocar a su mujer embalsamada en el salón
- No
te creo.
- ¡Qué
sí! Te lo juro. ¡Búscalo en Internet si quieres!
¿Y por qué va a querer hacer eso?
Porque parece ser que la última voluntad de ella fue ser
enterrada en el jardín de su casa, pero el ayuntamiento se ha puesto tonto, que
no, que no es
posible, que si la salud pública, etc. etc. etc. El caso es
que el tipo este ha decidido que la quiere embalsamar y dejarla en el salón.
- ¡Vaya!
- Da
miedo, ¿a qué sí? El caso que es no sé si es algo enfermizo o romántico.
- Más
enfermizo que romántico.
- ¿A
ti te gustaría que alguien hiciera algo así por ti?
- No
sé, supongo que sí. En el fondo es muy romántico.
- Bien,
pues cuando te pase algo, yo te pondré en mi salón.
- Pero,
tú y yo no estamos casados.
- La
noche no ha terminado aún.
- (Sonrisa)
Seguimos hablando durante largo rato. De nuevo, ella
comprobaba que su amiga no estaba sola, y, efectivamente, Antonio estaba
haciendo su trabajo a la perfección.
- ¿Te
gusta la cerveza?
- ¡Claro!
- Pues
conozco un garito, cerca de aquí, en el que ponen la mejor cerveza de barril de
la ciudad.
- Eso
es mucho decir.
- Vamos
y lo compruebas por ti misma.
- ¿Y
mi amiga?
- Me
parece que está muy bien acompañada, y que no te echará de menos.
- Está
bien, vamos.
La estrategia del satélite había funcionado a la
perfección. Con Antonio conversando con la amiga, mi objetivo no se sentía
obligada a quedarse junto a ella, con lo que se abría la posibilidad de ir
conmigo a otro lugar.
Fuimos al garito en el que Antonio y yo habíamos comenzado
la noche, y allí, conseguí seducirla.
Pero nada hubiera sido posible, sin la inestimable
colaboración de Antonio, y nuestra estrategia de avanzadilla y satélite.
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