Adoro a Sabina, me parece el
mejor autor musical que ha habido en lengua castellana, o por lo menos, el
mejor que yo he escuchado, y por eso tengo todos sus discos, pero no pirateados
del emule, no, todos originales, porque de otra forma sentiría que estoy
traicionando al maestro, y eso no me lo perdonaría jamás.
Entonces, nunca pierdo la
oportunidad de poder ir a un concierto suyo, no importa si son de la misma gira
o de giras diferentes, porque cada concierto de Sabina es totalmente diferente
al anterior, y al que dará inmediatamente después.
Por eso, cuando Sabina dio un
concierto en mi ciudad, no me lo podía perder. Compré las entradas un par de
meses antes del concierto, y el mismo día de la actuación pedí la tarde libre
en el trabajo para ir a hacer cola y conseguir un buen lugar entre el público.
Cuando llegué ya había una
pequeña cola formada de fanáticos de Sabina. Me coloqué detrás de un par de
chicas que hablaban muy animadamente, y en un momento en el que guardaron
silencio me dirigí a ellas:
- Perdonad,
¿aquí empieza la cola para el concierto?
- Sí,
éramos las últimas, ahora supongo que lo serás tú (sonrisa).
- (Sonrisa)
Gracias.
La chica que me contestó era
rubia, de rasgos agradables y de preciosos ojos verdosos. Su voz era suave y su
sonrisa celestial. La otra, la que no hablaba, era, sin embargo, de una belleza
sublime.
No diría que tenía los típicos
rasgos de la belleza, pero el conjunto era realmente atractivo. Era morena, de
cabello y de piel, y sus adorables ojos negros eran tímidos y huidizos. Sonreía
como escondiéndose, como conocedora de su belleza perturbadora.
En ese momento, mis prioridades
cambiaron. A partir de ese instante seducirla a ella era más importante que el
concierto de Sabina, así que me puse manos a la obra.
Primero debía iniciar una
conversación con ellas, así que debía buscar una frase de inicio adecuada.
El
tema estaba claro: Sabina.
- ¿Lleváis
mucho esperando?
- No
mucho, un par de horitas.
- La rubia seguía hablando, mientras que la morena
guardaba silencio.
- ¡Vaya!
A mí me hubiera gustado llegar hace un rato, también, pero es que me ha pasado
una cosa de
locos…
- Cuéntanos.
- Veréis,
he venido en metro, ¿vale? Pues resulta que estaba esperando en una estación, y
en esto que veo que una chica está demasiado cerca de la vía. En principio no
le doy importancia y sigo pensando en mis cosas, pero, entonces, veo como el
tren se aproxima y ella hace ademán de lanzarse a la vía…
- ¡Venga
ya! No te creo. Suena a película que te estás montando.
- ¡Que
no! Yo tampoco me lo creía, que se quede afónico Panchito Varona si no es
verdad lo que os cuento.
- Pobre
Pancho, ¿qué te ha hecho?
- Bueno,
pues entonces Olgita, bueno, mejor no, que me quede afónico yo mismo.
- ¿No
ves? Eso suena mejor. Venga vale, haremos como te creemos, sigue con tu
historia.
- Bueno,
pues como os decía, la veo que se va a lanzar, así que me acerco a ella y la
sujeto. Ella me mira sorprendida y yo le digo que no lo haga, que se venga a
tomar un café conmigo, ella duda, me dice que quien me creo que soy, ya sabéis
lo típico. Bueno, el caso es que al final acepta y nos vamos a tomar un café. Y
ella me cuenta su historia. Parece ser que sus padres la echaron de casa, que
su novio la dejó embarazada y luego no quiso hacerse cargo del niño, que nació
muerto, y un montón de historias para echarse a llorar.
- ¡Ya
te digo! ¿Y qué hiciste?
- Nada
especial, traté de consolarla, hacerla ver que la vida es demasiado bonita como
para quitársela uno mismo, y todas esas cosas. Y para que viera que había una
salida he quedado con ella para tomar un café mañana a la misma hora y en el
mismo lugar.
- ¡Qué
gran idea!
- Sí,
eso pensé yo. Así le marcaba un objetivo cercano y alcanzable, y, bueno, por el
mero hecho de disfrutar de mi compañía merece la pena vivir
(sonrisa).
- (Carcajadas).-
Ambas rieron con ganas.
- Es
una historia preciosa.- Finalmente, la morena se decidió a hablar, y noté
cierto acento latino en su pronunciación. Cuando hablaba me miraba tan
fijamente a los ojos que pensé que me desmayaría allí mismo.
La frase de inicio en forma de
drama había funcionado. Al principio fue complicado introducirla, así que
tendría que trabajar un poco más en ella, pero al final habían entrado en la
historia, y me había presentado a mí mismo como un tipo sensible y que se
preocupa por los demás.
Además, el hecho de terminar la
historia con una broma que había tenido éxito demostraba mi sentido del humor.
La cosa estaba funcionando, pero
ahora necesitaba centrarme un poco más en la morena, aunque no podía olvidarme
de la rubia, o corría el peligro de que se unieran y me hicieran el vacío.
- Bueno,
mi nombre es Óscar, ¿cómo os llamáis?
- Mi
nombre es Lucía, y ella se llama Diana.
- Encantado.
¿De dónde eres Diana?
- Soy
ecuatoriana, pero ya llevo casi cinco años en España.
- Eso
pensaba yo, que tenías rasgos sudamericanos. ¿Y qué tal por las tierras del
Imperio?
- Ahora
bien, al principio me costó un poco más, pero ya me voy acostumbrando. Lucía me
ayudó mucho.
- Somos
compañeras de trabajo, ¿sabes? – La rubia no quería quedarse fuera de la
conversación.
- Algo
así como compañeras de trabajo y residentes en Valencia.
- (Sonrisa)
Algo así.- Dijeron al unísono.
Seguimos manteniendo la
conversación animadamente durante largo rato. A cada frase que yo pronunciaba,
ellas ramificaban la conversación a través de los nudos conversacionales que
más les interesaba, con lo que la charla nunca decaía.
En un momento dado, Lucía, la
rubia, se marchó al servicio y me quedé a solas con Diana.
Evidentemente, sabía
que aquella era mi oportunidad.
Sin embargo, mi tiempo era
escaso, por lo que tenía que ser directo en mi ofensiva.
- ¿A
tu novio no le gusta Sabina?
- No
tengo novio.
- No
me lo creo, aunque suene a tópico y lo hayas oído un millón de veces, una chica
como tú se debe de quitar los moscones a manotazos.
- Gracias
por el cumplido, pero suena demasiado típico, esperaba más de ti (sonrisa).
- (Sonrisa)
Tienes razón. Espera que me lo curre un poco más. Mejor, voy a dejarme de
cumplidos y voy a ser sincero. ¿Qué te parece?
- Me
das miedo, pero estoy dispuesta a correr el riesgo.
- Haces
bien. Verás, desde que te he visto me he quedado prendado de ti, de verdad,
tienes algo, algo que me atrae sin remisión, estoy a tus pies.
- Ten
cuidado que te puedo pisotear.
- No
te preocupes, dejaré que me pisotees si con eso consigo que te tomes una copa
conmigo después del concierto.
- ¿Y
Lucía?
- Le
pagamos un taxi (Sonrisa).
- (Sonrisa).
Era consciente de que estaba
cometiendo una temeridad. Una ofensiva tan agresiva me reportaría un éxito o un
fracaso inmediato, sin medias tintas. Pero era lo que la situación requería, ya
que la rubia estaba a punto de regresar.
- Me
has convencido, pero el taxi lo pagas tú.
- Encantado.
¡Había funcionado!
En ese mismo momento Lucía
volvió. Seguimos con nuestra conversación a tres bandas hasta que entramos en
el pabellón.
Una vez dentro disfrutamos de un gran concierto, cantamos las
canciones, bailamos, saltamos, …
¡Fue genial!
Cuando el concierto finalizó,
Diana despidió a Lucía, y nos acercamos a una de las discotecas de moda.
Y allí comenzamos una relación que acaba de terminar hace
un par de semanas, pero de la que he sacado todo el jugo posible, porque Diana
era y es pura pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario