CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

El Precio De La Ignorancia


Algunas consecuencias


Cuanto más aprendemos a estar centrados, a ser conscientes de este foco de vida, más viviremos nuestra verdad y la de la vida. Y, recíprocamente, la vida nos producirá menos angustias, será causa de menos disgustos, desilusiones y dolores. No olvidemos que éstos son productos de nuestros errores o de nuestra perspectiva pobre y estrecha de la vida. La vida no es dolor. Es dolor la ignorancia.


¿Cómo llegar a la vida?, insistirá el lector. La vida es algo que ha de ser descubierto directamente, por contacto, por sintonía de nuestra mente, por experiencia inmediata. No podemos conocerla estudiando o leyendo libros, ni mirando cosas. Sólo viviéndola personalmente, directamente. Si estamos atentos, despiertos, empezaremos a ser conscientes de lo que es la vida.

No es nunca un objeto. Es nuestra propia esencia. Y sólo estando plenamente despiertos, en expresión plena y consciente de nosotros mismos, tendremos la gozosa oportunidad de poder descorrer el velo y llegar a ser también conscientes de lo que es la vida. No he de ir a buscarla allí. La vida está de un modo inmediato en mí. Cuando abra la vida en mí, podré saciarme en sus fuentes, descubrirla y conocerla totalmente. Si no la vivo en mí, todo será inútil y sólo descubriré fenómenos.

El descubrimiento de la vida, abriéndose uno por dentro a ella, hace adquirir una concepción nueva de la misma vida, una concepción de actividad, de creación constante. Así, es más importante «el hacer» que la cosa que se hace. El hecho de expresar correctamente la fuerza, la inteligencia, la verdad, la bondad, la belleza es más importante que el objeto que da lugar a esta expresión, porque el objeto es efímero, hemos de dejarlo y desaparecerá. Veremos que desaparecen todos nuestros problemas. Cambia nuestro sentido de la moral: cosas que antes nos parecían mal hechas, las vemos ahora naturales, y las que encontrábamos bien, las consideramos ahora sin valor. Nos acercamos así a la raíz de la verdadera moral.

Nos desligaremos de las personas que ahora queremos en el aspecto concreto de tales personas; y, al propio tiempo, al expresar de un modo más directo, más vivo, más desinteresado e inmediato el amor, notaremos que estamos dejando de depender de las personas, que no precisamos su posesión, su presencia ni su obediencia, ni para nuestra seguridad, ni para nuestra satisfacción. Podremos necesitarlas para un fin concreto, pero no para nuestro Yo.

Por un lado nos alejamos de la gente y por otro nos acercamos como nunca lo habíamos estado. Es un acercamiento interior, encontrándonos más próximos a lo que sienten, a lo que desean, a lo que viven, como si fuéramos hacia su centro. Es éste un gran descubrimiento. El no depender del otro, pero estar sintonizados con él, nos permitirá ayudarle y, dado el caso, manejarle. Aparece un modo de relación completamente nuevo. Hemos dejado de identificamos con la forma, nos hemos desprendido de sus manifestaciones externas –no es que no las veamos; lo vemos todo, pero no dependemos de ello–, y vivimos y sintonizamos con sus aspectos internos, con sus impulsos básicos. En ellos se expresa la fuerza de la vida, la energía en mí y en los otros. Este nuevo modo de relación es un abanico que se despliega y nos enlaza con todos los seres, no sólo con las personas, porque a través de todos se expresa la misma vida.

El problema del dolor

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