CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

Alteraciones psicológicas del enfermo


ALTERACIONES INTERNAS:


a) Afectivas:


1. La primera es una sensación general de malestar. Mientras en el estado de salud, debido al funcionamiento armónico de todos los órganos, experimenta el hombre una sensación general de bienestar corporal y psíquico, la más leve enfermedad o lesión de un miembro o de un órgano desencadena un malestar general, haciéndose solidaria toda la unidad vital humana del dolor que directamente se siente en un lugar concreto del cuerpo o de la afección de un pequeña parte del organismo.

2. El paciente sufre un estado de depresión, con el consiguiente descenso en la actividad psíquica y vital.

3. Lo mismo que la sensibilidad se agudiza, también, por concomitancia, lo hace la afectividad, manifestándose un estado afectivo de irritabilidad, característico, que en los trastornos del corazón se traduce en angustia, en los digestivos en mal humor, en los de genitales en irritación; cuando se limita o suprime la libertad de movimientos físicos o su capacidad, se manifiesta en forma de desazón, etc., según el tipo de enfermedad y la constitución del paciente.

Las excitaciones no guardan proporción con los motivos que las provocan, sino que son exageradas, y aparecen por regla general tanto en forma de excitación, como de insomnio o de mayor locomotividad. La excitación causa una depresión de ánimo y luego una euforia frívola e inmotivada, que hace pensar en algún trastorno de tipo intelectivo. En algunos enfermos existe una disposición de ánimo colérica y un modo de ser gruñón como reacción contra los dolores y el malestar.

4. Otra repercusión del aumento de la sensibilidad es, de ordinario, la elevación del nivel afectivo y la aceleración del ritmo del pensamiento que llega a adquirir a veces velocidades vertiginosas. Aunque también puede ocurrir lo contrario, una disminución de la vida afectiva e intelectual como réplica del descenso del umbral de excitación del sistema nervioso.

5. La manifestación psíquica más importante que produce la enfermedad, sobre todo si ésta persiste largo tiempo y va acompañada de fuertes molestias, es la amargura, que los enfermos expresan por medio de egoísmos brutales, terquedad, ironías acres, maledicencia, sensiblería, suspicacias y envidias. etc. Por esta razón el enfermo requiere un trato delicado v un fino miramiento, en evitación de motivos que puedan dar origen o justificación. al menos subjetiva. a tales reacciones.

6. Inestabilidad, es el rasgo afectivo más característico. Continuas oscilaciones de su estado de ánimo y de su humor, sin motivo razonable.

7. Positivamente, la enfermedad proporciona a la vida afectiva matices más delicados, capacitándole para apreciar las sensaciones y sentimientos que despiertan las cosas que le rodean –minerales, plantas y animales– y los valores del espíritu –ideas, arte, religión– como fruto del ensimismamiento a que la enfermedad le inclina.

b) Alteraciones intelectuales:


Para el intelecto, la fantasía y la energía creadora, la enfermedad física posee una gran trascendencia. Durante las enfermedades graves de alguna duración o en determinadas insuficiencias orgánicas, la vida intelectual pierde en amplitud, aunque gana a veces en profundidad y sutileza.

Pero en muchos otros casos el enfermo no experimenta apenas otros estímulos que los vitales. Su atención está dirigida a su cuerpo y a sus necesidades, y consiguientemente suele tener una excesiva preocupación por su yo perdiendo en parte el sentido del equilibrio en la comprensión de sí mismo, de sus deberes y sus derechos. Especialmente se manifiesta este defecto en los tuberculosos y también en los sordomudos y en algunos lisiados.

c) Alteraciones volitivas:


1. El primer peligro que la enfermedad plantea al enfermo respecto a su actividad volitiva es la abulia, que se manifiesta en forma de apatía e indiferencia o, al menos, en una notable debilidad de voluntad, que tiende a claudicar con mayor facilidad que la normal ante los instintos o caprichos.

2. El segundo peligro, que manifiestan más bien los individuos de voluntad enérgica, es la rigidez y terquedad, que ponen trabas tanto a la relación con el prójimo como a la recuperación de la propia salud.

3. Las alteraciones intelectuales y volitivas son inducidas por las afectivas. Los niveles inferiores pierden en parte la dependencia que tenían respecto de los superiores, por el predominio que produce la enfermedad en los estados afectivos, los que siembran el desorden con su exaltada impulsividad y su excitabilidad, dificultando a la voluntad seguir la línea trazada por la razón.

d) Otras alteraciones:


La falta de trabajo, de ejercicio físico, de distracciones y la alimentación rica en albúminas, aparte de la existencia de otros estímulos, especialmente en los sanatorios, exalta hasta cierto punto la vida sexual del enfermo.

En los casos de insuficiencia orgánica o anemia, no estando el paciente afectado por otros tipos de enfermedad, los instintos sexuales, suelen acrecentarse, porque el interés vital se repliega hacia las zonas inferiores y la atención gira también principalmente en torno al propio cuerpo. Y también por compensación, desquitándose con excesos en este terreno de su deficiencia en los otros.

En las enfermedades consuntivas, excepción hecha de la tuberculosis, paralelamente con el apetito y las fuerzas físicas disminuye también la sexualidad.

Mención especial requiere la desesperación que se apodera del enfermo incurable. La desesperación crece proporcionalmente a la conciencia de la gravedad e incurabilidad de la enfermedad. si no hay compensaciones de orden más elevado, llegando a crear, aunque con menos frecuencia de lo que se piensa, una predisposición al suicidio, sobre todo en las enfermedades adquiridas, como invalidez, ceguera, etc. Cuando son congénitas o bien crónicas pero que aparecen ya a una edad avanzada de la vida. el paciente se adapta a su situación, o por no haber tenido otra experiencia de sí mismo que aquélla, en el primer caso. o por juzgar que su mal es gaje de la edad. y entonces llega a considerarlo como una especie de compañero de fatiga.

La idea de suicidio puede tomar cuerpo si el paciente prevé largos y agudos sufrimientos, y se deja llevar de un falso pesimismo. Pero aun entonces es frecuente que se mantenga un hálito de esperanza que, junto al instinto de conservación y al sentido religioso del más allá, escondido aún en el hombre más incrédulo, evite el suicidio.

ALTERACIONES EN LA VIDA DE RELACIÓN:


Numerosos enfermos están «socialmente enfermos». El paciente reconcentra en sí mismo todas las preocupaciones, no contando para él ni familiares ni encargados de cuidarle –médicos, enfermeras, sacerdotes–, ni intereses superiores de la sociedad. Se siente víctima de los demás, y tiende más bien a cortar relaciones o hacerlas hirientes por su parte.

Los inválidos y deformes físicos, y sobre todo los lisiados y sordomudos, si la falta de delicadeza, la ligereza o la brutalidad de los miembros sanos de la comunidad hacen que ellos sientan anulados sus esfuerzos más sinceros por vencer su ineptitud social, suelen reaccionar en contra de la sociedad, de modo análogo a los desheredados de la fortuna respecto a los ricos. Mal–dicen de los que son normales, y pasan de los sentimientos a la acción con más facilidad que la persona normal, por la tendencia a la exculpación de sus propios actos y la falta de dominio de sus impulsos. Los partidos políticos más extremistas y radicales son un atractivo y ofrecen una compensación para estos enfermos, que encuentran allí un medio de dar salida a su actitud antisocial.

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