CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

EL NECESITABA DATOS

Reunir todos los elementos

La voz de Jasón confianza y madurez. Aunque me agradó tener noticias suyas, su llamado telefónico me sorprendió, pues hacía casi cinco años que no hablaba con el adolescente.


Jasón me informó que se hallaba en el proceso de presentar su solicitud en diversas facultades y quería que lo aconsejara. Pese a haber terminado el colegio secundario con un buen promedio, tenía dudas acerca de cómo seleccionar la facultad apropiada.

Yo conocía bien el colegio secundario de Jason. Tenía un programa excelente y ofrecía muy buenos cursos de preparación preuniversitaria, muchos de los cuales había estudiado Jason. Los promedios del muchacho resultaban aún más destacables si se tenía en cuenta que había realizado toda la escuela primaria y parte de la secundaria luchando contra la desventaja de una incapacidad de aprendizaje relativamente seria.

Alrededor de los doce años, Jason había recibido un trata miento especializado intensivo a razón de unas dos horas semanales. El programa duró aproximadamente un año, al cabo del cual el muchacho había hecho progresos notables. Poco después, el colegio secundario informó que el adolescente se desempeñaba bien.

Cuando Jason entró en el secundario se dio cuenta de que aún quedaban algunos déficits residuales. Como leía con lentitud y le costaba memorizar la información, estudiar resultaba para él un desafío. Para compensar sus deficiencias, dedicó al estudio un mínimo de tres horas y media diarias durante todos los años del secundario. Lo cual para él significaba un gran logro, pues además formaba parte de tres equipos deportivos.

Como era uno de los mejores gimnastas de California, Jason estaba seguro de conseguir una beca deportiva en alguna de las muchas universidades del país; en realidad, varios entrenadores deportivos universitarios le habían informado que podía contar con una beca desde ya. Sin embargo, a Jason le preocupaba mucho elegir una universidad que resultara demasiado exigente en las materias no deportivas. Se conocía lo bastante bien como para darse cuenta de que si no le iba bien en los estudios académicos se desanimaría y desmoralizaría.

Los efectos remanentes de los problemas de aprendizaje de Jason quedaron en evidencia en los puntajes relativamente bajos que obtuvo en la PRA (Prueba de Realización Académica). Pese a ello, yo no tenía dudas de que el muchacho era sumamente inteligente. Tampoco dudaba yo de su voluntad de trabajo; los promedios con que había concluido la educación secundaria reflejaban claramente su dedicación.

No obstante, los puntajes que obtuvo en la FRA me hicieron compartir su preocupación con respecto a la elección de la universidad adecuada. Aunque creo firmemente en el valor de la lucha para triunfar por sobre los obstáculos, yo no veía beneficio alguno en que el adolescente se quebrara la cabeza contra la pared. Jason tenía que elegir una universidad donde le asignaran un tutor de estudios y que tuviera un nivel de exigencia razonable para un alumno con su grado de habilidades académicas y sus antecedentes de problemas de aprendizaje.

Mientras hablábamos, se tomó evidente la capacidad del adolescente para pensar analíticamente. Había definido sus metas y considerado con todo cuidado cada uno de los puntos. Al darse cuenta de que necesitaba consejo profesional, me llamó por propia voluntad. Era muy consciente de sus fuerzas y sus flaquezas y, aunque quería asistir a la mejor universidad posible, también quería estar seguro de hacer una elección realista.

Antes de concluir nuestra conversación telefónica, le hice tres recomendaciones específicas:

1. Que yo le realizara una batería de tests para determinar su actual nivel de habilidad en áreas específicas.

2. Que Jason pidiera que le tomaran nuevamente la PRA sin control de tiempos. (Esta opción se reserva para los alumnos con incapacidades de aprendizaje declaradas. Para que su petición fuera aceptada, Jason necesitaría certificados de comprobación extendidos por mí y por su escuela.)

3. Que concertara una cita con un consejero para el ingreso a universidades privadas, un profesional que pudiera ayudarlo a examinar los requisitos de ingreso de cada una de las facultades en consideración.

Jason y sus padres estuvieron de acuerdo con mis recomendaciones, y fijamos un encuentro para realizar la batería de tests. Como yo sospechaba, las pruebas revelaron que las habilidades de Jason se hallaban levemente por debajo del nivel exigido en varias áreas claves. Las deficiencias que más me preocupaban incluían la comprensión de lectura y la expresión escrita. Yo sabía que las insuficiencias en estas áreas podían crear importantes obstáculos para el muchacho en sus estudios universitarios.

Cuando nos reunimos a conversar acerca de los resultados de las pruebas, Jason hizo preguntas claras y penetrantes. Mientras explorábamos los pros y los contras de elegir una universidad de exigencias académicas rigurosas o una más permisiva, él expresó sus preocupaciones y compartió sus pensamientos y sentimientos sin vacilar. Yo le proporcioné toda la información posible, sabiendo que el muchacho la consideraría cuidadosamente y la haría pesar en el momento de tomar la decisión definitiva. El paso siguiente en este proceso de toma de decisión sería la entrevista con el consejero de ingreso en la universidad.

En la PRA sin control del tiempo, Jason obtuvo un puntaje notablemente más alto que el anterior. Después de mucho pensarlo, Jason terminó por elegir una excelente universidad que ofrecía un amplio programa de asistencia para los alumnos con problemas de aprendizaje. Jason confía en poder mantener un buen promedio general, así como confía en que un día representará a los Estados Unidos en las Olimpiadas.

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