CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

EL USO INEFICIENTE DEL TIEMPO

Los efectos de la desorganización y el mal manejo del tiempo pueden extenderse como las ondas en un lago. Si la piedra arrojada a las aguas es lo bastante grande, toda la superficie será perturbada.

El bajo rendimiento es uno de los motivos más frecuentes de choques entre padres e hijos. Estos choques suelen ser predecibles en la mayoría de los casos. El niño funciona de manera contraproducente y sus padres responden con reacciones típicas que comprenden ira, recriminaciones y castigos. Por desgracia, este melodrama rara vez resuelve el problema subyacente. El resultado neto suele ser el distancia- miento, las ofensas, el resentimiento.

En su desesperación, los padres del niño postergador acaso sientan que no tienen otra alternativa más que el castigo para eliminar la conducta contraproducente de su hijo. Aunque esta técnica tradicional de refuerzo negativo funcione en ocasiones, no lo hace siempre. Con el tiempo, los niños se habitúan al ciclo de castigo, y el refuerzo negativo se con vierte en un resultado deseado. Este fenómeno es frecuente en el caso de los niños que se sienten indignos de triunfar y que se estructuran para el fracaso de manera inconsciente. Puede que la postergación sea sencillamente uno de los medios de estructurar el fracaso.

Los padres de un niño postergador pueden caer en la trampa de crear una relación simbiótica (con el hijo) que comprenda un esquema de reprensiones y críticas seguidas por un “rescate” dramático y predecible. Pese a su manifiesto disgusto por la conducta del chico, los padres de este tipo ayudan invariablemente a su hijo cuando se halla en un aprieto. Como sabe que en definitiva lo salvarán, el niño nunca desarrolla sus propios recursos para solucionar problemas. En muchos casos, los padres terminan haciendo la tarea del niño en su lugar. Los padres manipulados para crear esta clase de dependencia, o los padres cuyas propias necesidades psicológicas causan de manera consciente o inconsciente la estructuración de esta dependencia, envían un mensaje claro: mamá y papá siempre estarán ahí para salvarte cuando tengas un problema. El niño que recibe este mensaje queda condicionado para seguir siendo irresponsable y dependiente durante toda su vida.

 Una vez que se vuelve adicto a la constante atención de sus padres y al exceso de protección, el “ser salvado” puede convertirse en una de sus mayores gratificaciones. Un niño así no tiene incentivos para crecer. También los maestros de niños postergadotes pueden dejarse atrapar por el “drama de indefensión”. Pueden reaccionar a la dependencia del niño resignándose y “descartando” al niño como “caso sin remedio”. Acaso algunos maestros tratan de modificar la conducta contraproducente del chico mediante malas notas y castigos. Otros estarán dispuestos a dedicarle tiempo extra para ayudarlo a aprender a organizarse, manejar el tiempo y planear sus deberes con más eficiencia. Sin embargo, la realidad de los treinta o cuarenta alumnos de una clase suele impedir este tipo de control y apoyo individualizado, sobre todo en los niveles medio y alto de enseñanza.

El niño postergador se halla atrapado en un ciclo altamente predecible de conducta/respuesta:


Para el niño encerrado en un circuito semejante, la recompensa está predeterminada. Su conducta le permite ser el centro de atención y manipular y controlar a sus padres, sus maestros y sus compañeros. Está seguro de que esta conducta provocará una reacción negativa. Aunque la lógica sugiere que el niño podría no desear un resultado negativo, las emociones y la lógica no siempre son congruentes. Si el niño se torna adicto a la atención negativa, puede empezar a anhelar la reacción que despierta y conseguirla sencillamente oprimiendo ciertos “botones”. El poseer tal poder puede atraer a un niño que, de otro modo, se sentiría impotente.
El niño atrapado en el ciclo de postergación/desorganización es invariablemente desdichado y carente de autoestima. Las respuestas negativas que provoca refuerzan sus sentimientos negativos acerca de sí mismo. Antes de que transcurra mucho tiempo, el trabajo mediocre y la irresponsabilidad se convierten en los fundamentos de su personalidad.

Un esquema de postergación puede tener serias implicaciones respecto del concepto de sí mismo. La continua realimentación negativa, bajo la forma de malas notas, reprimendas y castigos, daña la autoestima del niño y su confianza en sí mismo. Una vez que el niño se resigna a ser irremediablemente desorganizado e inepto, puede sentirse abrumado por un sentido de futilidad e impotencia. Con vencido de su incompetencia, alineará su conducta y su rendimiento de acuerdo con la percepción que tiene de sí mismo. Este fenómeno puede observarse en el caso del niño que cree que es “tonto’ y que entonces refuerza esta impresión actuando adrede de manera tonta. Una vez que el ciclo contraproducente del niño queda impreso de modo permanente en su personalidad, puede influir sobre sus actitudes y conductas durante el resto de su vida.

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