·
Los padres pueden sentir que no
tienen ya nada por qué vivir y piensan si habrá alivio para tan intenso dolor.
Esté seguro que muchos padres sienten lo mismo, pero uno vuelve a encontrar
sentido y el dolor disminuye.
·
Según se ha podido advertir,
cuando muere un hijo, en los primeros momentos, a la fuerte conmoción inicial,
al entorpecimiento, puede seguirle la negación de la realidad. Mentalmente
puede que comprendas lo que ha pasado, pero de una manera profunda,
subconsciente, puedes resistirte y negar la muerte de tu hijo. Hay quienes
siguen colocando su plato en la mesa o mantienen intacto el cuarto de su hijo y
arreglado como si estuviera vivo, sin cambiar ni tocar nada por largo tiempo.
·
La negación no es un proceso que
tenga una duración determinada, ni hay tiempo preciso para deshacerse de ella.
Sin embargo, cuanto más tiempo dure, más difícil será para ti aceptar la
realidad inmodificable de que tu hijo ha muerto.
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Es probable que cuando caigas en
la cuenta de dicha realidad, se te presente la sensación de que, con la partida
de tu hijo, se ha alejado de ti toda capacidad de amar. Te sientes vacío.
Inclusive encuentras dificultades para expresar o sentir amor hacia personas a
quienes nunca has dudado en amar, como tu cónyuge o tus otros hijos. No te
asustes: Es un proceso natural, y hasta permítete sentir de esa manera.
·
En cuanto puedas equilibrar tus
sentimientos y comprender que el amor que sientes por tu hijo no está en él
sino en ti, que es un sentimiento tuyo; podrás advertir que ese amor no lo has
perdido, sino que lo conservas en tu corazón, de una manera íntima, profunda y
tuya.
·
Del mismo modo, si tomas contacto
con otros padres que han perdido hijos, te darás cuenta que, si bien el proceso
de recuperación es lento y prolongado, se puede volver a dar sentido a la vida
y encontrar maneras de positivizar la pérdida. Al principio te parecerá algo
irreal. Sin embargo, no te niegues la posibilidad de apostar a ello. Ténte
paciencia, espera e intenta un camino. Si el amor hacia tu hijo muerto está en
ti, será este mismo amor el que te dará la fuerza necesaria para superar el
dolor, aprendiendo nuevamente a vivir.
Siento tanta culpa
·
La culpa real o imaginaria es una
parte normal del dolor. Aparece con sentimientos y pensamientos de “si
hubiera...”
·
Para resolver esta culpa debes
aprender a expresar y compartir tus sentimientos y debes aprender a perdonarte
a ti mismo.
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Pocos padres escapan a algún
sentimiento de culpabilidad frente a la muerte de un hijo. Hay quienes no se
sienten tan seguros de lo que han hecho o de lo que pudieron hacer para que el
hijo no muriera, o más allá, aunque se haya producido en forma absolutamente
accidental o imprevisible, surgen dudas sobre si se ha amado a ese hijo lo
suficiente en vida, o sobre lo que se le dio, o sobre lo que se debió darle.
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Nos han recordado que hubo una
madre que sufrió meses de angustia después de la muerte de su hijo menor por no
haber comprobado si la puerta trasera de su automóvil estaba bien cerrada. Sus
otros hijos le habían dicho que sí, cuando realmente no lo estaba. Su hijo cayó
del auto y murió. Sin embargo luego de su proceso de angustia se
preguntó:”...si tuviera a mi hijo de nuevo , podría vivir convencida de que
jamás cometería otro error...?” para concluir que seguramente no podría
prometer tal cosa. Es evidente que nadie podría prometer tal cosa, pues aunque
uno pudiera cambiar lo que ocurrió un día, cabría preguntarse qué pasaría al
día siguiente.
·
Insistir en la idea de la culpa en
nada ayuda; por el contrario, (aunque generalmente no puede evitarse), sólo
retrasa y dificulta el progreso en el proceso de superación del dolor.
·
En el caso en que el hijo ha
muerto por suicidio, se presentan exceso
en los sentimientos de culpabilidad. Incluso habrá quienes acusen a los padres
por no haber prevenido la muerte e, injustamente, el apoyo será poco. Lo
importante es comprender que los padres han hecho todo lo que han podido, y que
no se pueden controlar las acciones de nadie; incluyendo la de nuestros propios
hijos. En atención a la especial complejidad de este supuesto, las
instituciones cuentan con documentos específicos sobre el tema.
Tengo rabia
·
El enojo es otra reacción común
ante una pérdida
·
El enojo como la culpa, necesitan
expresarse y que sean compartidos de una manera saludable y aceptable.
·
Cólera, odio, rabia, enojo,
ofuscación, son sentimientos naturales frente a la tragedia que nos representa
la muerte de un hijo. Los grados de intensidad de este sentimiento dependerán
de tu carácter y de las circunstancias particulares en que la muerte de tu hijo
tuvo lugar.
·
Estos sentimientos, por otra
parte, pueden tener diversos destinatarios: los médicos, tu cónyuge, la persona
que provocó el accidente, los amigos de tu hijo y hasta tu hijo mismo ( por no
haber sido prudente, por haber desoído tus consejos, por no cuidar su salud).
·
El dolor agudo siempre busca a
quien echarle la culpa. Como si encontrar un culpable pudiera cambiar nuestra
cruda realidad.
·
Sin embargo, es positivo expresar
y manifestar estos sentimientos de cólera. Gritar en un cuarto solitario;
pegarle a un almohadón, un colchón, con fuerza; practicar ejercicios físicos, o
simplemente hablar sobre tus sentimientos de ira.
·
No desahogar tu rabia causa
tensión y puede convertirse en algo contraproducente. Explicar tu rabia,
gritarla a los vientos, es dejarla salir y “gastarla” hasta dejarla que se
agote; para después recuperar la calma
·
Si tu rencor, rabia, o cólera se
convierten en algo crónico y permanente, intenta recurrir a alguna asistencia
profesional de apoyo.
·
También es frecuente que el enojo
o la ira se dirijan hacia Dios y sus Ángeles, los santos y la Virgen, o los
seres superiores y espirituales en quienes tu crees debían cuidar a tu hijo.
Los reprochas porque lo abandonaron. Inclusive se presentan casos curiosos en
que personas agnósticas o ateas ( que manifiestan claramente su descreimiento
en un ser superior) también suelen culpar a Dios de lo ocurrido. Es parte del
sentimiento de ofuscación que la rabia produce. No te sientas mal por ello.
Pero es importante que trates de comprender que cuando el resentimiento contra
Dios aflora a la superficie conviene que se lo expreses en Su presencia,
exteriorizando toda la ira y rencor que experimentas.
Si realmente crees en
Dios y crees que puedes confiar en él, tienes que decirle la verdad y no
ocultar tus sentimientos. Si tú crees que es verdaderamente Dios, él sabrá
comprender cómo te sientes y te ayudará a buscar la paz que necesitas para
superar el dolor.
Mis otros hijos
·
Los otros hijos son, muchas veces,
los olvidados en este dolor.
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Ellos están experimentando las
mismas emociones que tú. Por eso comparte tus pensamientos y lágrimas con
ellos.
·
Aunque sea un tiempo doloroso,
procura que sientan “seguros e incluidos
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Los hijos que quedan sienten doble
frustración: han perdido un hermano y sienten que están perdiendo a sus padres,
que están tan sumidos en tal dolor que no les prestan atención o que no pueden
contenerlos. Muchas veces los hijos reprimen sus sentimientos y su dolor para
no agravar el dolor de sus padres, en
ciertos casos, y por temor a no encontrar respuestas, en otros.
·
No debemos presuponer que ellos
pasan por una situación muy diferente a la nuestra. Comparte con ellos tu dolor
y acércate a su dolor; respétalos en su forma de expresarse; respétalos aún en
sus silencios.
·
Es importante que ellos conozcan
el amor por el hijo muerto no significa que has disminuido o mezquinado tu amor
por ellos. También que sepan que ellos
no tienen culpa alguna por no estar muertos.
·
Habla con ellos del hermano
muerto, hazlos participar del duelo de los recuerdos y de tus sentimientos.
Ámalos cada día más, que en ese amor por tus hijos vivos crece el amor y el
recuerdo por tu hijo muerto.
Esos momentos especiales
·
Las vacaciones y los aniversarios
del nacimiento y muerto del hijo, son momentos de mayor estrés. Considera los
sentimientos de toda la familia cuando
planifiques cómo van a pasar ese día; deja tiempo y espacio para tus propias
necesidades emocionales.
·
Volver a vivir momentos que anteriormente vivías con
tu hijo, o rememorar su muerte, son obstáculos difíciles de sortear. La
cercanía de estos momentos provocan mucha angustia y desorientación. En los
días previos tú te sientes perdido; no sabes qué “debes” hacer, ni “cómo”
hacerlo. También te inquieta tener que decidir “con quienes hacer lo que crees
que deseas hacer. Finalmente, no faltan quienes se acercan a ti, y con las
mejores intenciones, te dicen “qué tienes que hacer”, o te informan que
“...ellos han programado visitarte...” o “...llevarte a algún lado...” o
“...que han encargado una misa...”.
O simplemente concurren a tu casa, o te
pasan a buscar para llevarte a algún lugar. O te imponen que debes ir al
cementerio, y ofrecen llevarte; o te inducen a cumplir determinado rito.
·
Es importante que en esos días tú
hagas lo que quieras y lo que sientas. No debes preocuparte si los demás se
molestan contigo si no haces lo que ellos dicen que “debes” hacer Tampoco
aceptes algo que no quieras o no sientas hacer. Tu disgusto posterior será más
doloroso aún, que decirle a quienes te quieren que no deseas hacer lo que ellos
desean que hagas.
·
Conversa en los días previos con
tu cónyuge y con tus otros hijos sobre el tema y acepta sus sugerencias,
permitiendo que ellos también participen y sugieran modos de pasar el momento o
el día.
·
Trata de vivir con tu grupo
familiar estas experiencias; y reserva algún momento del día para tu intimidad;
y para hacer lo que en el fondo de tu corazón sientas que deseas hacer en
soledad.
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Intenta sentir que tu hijo está en
tu corazón y que te acompaña en todos tus momentos. Siéntelo presente. Comparte
con él ( en la intimidad más profunda) tus sentimientos. Evita racionalizarlo.
Simplemente ámalo incondicionalmente. Ello puede ayudarte.
He perdido la fe
·
La muerte de un hijo es
frecuentemente una especie de amenaza
que examina la fe y la filosofía. De vida de los padres.
No te sientas
perturbado si cuestionas viejas creencias. Para muchos la fe ofrece una ayuda
ara aceptar lo inaceptable.
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La muerte de un hijo es la prueba
más profunda que deben atravesar las personas de fe. Del mismo modo, es
inevitable que se produzca en las personas un replanteo general de su vida, de
sus valores y del orden de sus prioridades.
·
Para algunos estas experiencias los
acercan más a Dios y fortalece su fuerte fe, o descubren que una fe que
consideraban débil, o al menos no probada, era más firme de lo que creían. Para
otros, lo ocurrido es desencadenante de un proceso de alejamiento o de cuestionamientos de sus principios de fe. Si
tú estás entre los primeros, sin duda te resultará más fácil transitar el
proceso del duelo, y quizás podrás evitarte algunas etapas del mismo. Si estás
entre los segundos, tu sufrimiento será tal vez más arduo.
·
Pero no debes inquietarte respecto
de tu reacción, ya que la fe no es algo que puedas tú mismo, ni que puedas
modelar, sino que te es dada.. Por otra parte, una fe no probada, o no
cuestionada, no es una fe adulta ni
madura. Lo ocurrido es una oportunidad para que cuestiones tu fe y crezcas en
ella.
·
Lo que es indudable es que nadie,
después de la muerte de un hijo vuelve a ser el mismo. Se produce en él un
proceso transformador.
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Si eres un hombre de fe, o
practicas alguna religión, acércate y
abre tu corazón a aquellos sacerdotes o
ministros de quienes puedas recibir una guía espiritual, apoyo y comprensión.
NUESTRO MENSAJE
LOS GRUPO DE AYUDA
Ayuda a
sentirse involucrado, participar de grupos de padres que han tenido
experiencias similares; compartiendo se disminuye la soledad y promueve la
expresión del dolor en una atmósfera de aceptación y compresión.
HAY UN CAMINO
Tanto los
padres como sus familias pueden encontrar consuelo y esperanza en el futuro
mientras reorganizan sus vidas de una manera positiva.
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