Qué
pasa con mi dolor
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El dolor con sus altos y bajos
dura mucho más de lo que en general la sociedad reconoce. Sea paciente con
usted mismo.
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El dolor de cada persona es
individual y único. Usted y su cónyuge van a experimentar y enfrentar el dolor
de distinta manera. Es importante conocer que los procesos de dolor son
distintos en cada persona y que ello puede traer una serie de inconvenientes en
las relaciones de los matrimonios y de la familia misma. Por ello es
fundamental fijar este concepto: cada dolor es único e individual. Hay que
evitar observar la manifestación del dolor del otro con espíritu o actitud
crítica; ello llevará solamente a un distanciamiento, o a alimentar
sentimientos negativos que ahondarán más profundamente tu dolor. Del mismo modo
ante la muerte de un hijo el matrimonio sufre. El apoyo que cabría esperar
entre los esposos rara vez ocurre después de la muerte de un hijo.
Ambos
atraviesan por el dolor máximo y ni el marido ni la mujer tienen capacidad de
apoyar al otro. Están quebrados ellos mismos; desintegrados. No esperes que tu
cónyuge comprenda o solucione el dolor tuyo, ni la forma en que tú lo vives;
pues cada uno debe atravesar la tragedia por su propio camino. Sin embargo,
respétense mutuamente en su dolor y será ese respeto el que los fortalecerá en un camino que
convergerá, finalmente, en lo que los une: el amor y el dolor mutuo.
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En materia de dolor no hay
tiempos, ni todos los procesos pueden asemejarse. Sin embargo, lo que la
experiencia indica es que hay una primera etapa donde el dolor se siente como
una opresión permanente, constante y desgarradora; una segunda etapa donde se
producen apariciones cíclicas de este síntoma; y una etapa final de
estabilización, donde el recuerdo del hijo comienza a manifestarse como una
“emoción”.
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Es muy importante ser paciente y
no exigirse más de lo que uno puede dar. No hay ninguna obligación de ser
“fuerte”. Permítete sentir con toda la intensidad que desees el dolor y la
ausencia. El proceso de duelo no podrás ignorarlo. Antes o después aparecerá.
Todo indica que, cuanto antes lo encares, y más profundamente lo vivas, más
oportunidades tienes de salir airoso de él. Como alguien lo ha especificado, es
necesario sufrir, para dejar de sufrir.
Por qué
llorar
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Llorar no sólo es aceptable si no
una saludable expresión de dolor, que distiende las tensiones de los padres y
hermanos. Llore tranquilo y libre cuando sienta la necesidad de hacerlo.
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El llanto es emoción y permite
expresar el sentimiento de dolor. Provoca alivio y distiende, y es un canal
válido de exteriorización de un sentimiento. Por ello no es bueno “contener”,
“resistirse” o forzar la “interrupción” del llanto. Siendo una exteriorización
espontánea de un sentimiento es conveniente dejar “fluir” ese sentimiento hasta
que solo se detenga.
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Pero, así como la expresión de
llanto es una demostración de amor y de emoción profunda, no debes inquietarte
ni preocuparte si no puedes o no sientes la necesidad de llorar, o si las
lágrimas no vienen. El llanto es luna forma de expresión, pero no la única.
Frecuentemente los padres, por el estado de “shock” o por el bloqueo que les
produce la muerte del hijo, encuentran los canales de expresión y se sienten
anestesiados, ausentes o como participando de un mundo irreal o de
acontecimientos externos a ellos. No te
asustes, es natural y dicho proceso puede durar algún tiempo. Por eso llora si
quieres, y no desesperes si no lloras. El llanto no mide el amor hacia tu hijo,
ni es parámetro del dolor que te provoca su ausencia.
Que puede pasarme
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Las reacciones físicas causadas
por la muerte de un hijo pueden incluir pérdida de apetito, comer de más,
disturbios del sueño y dificultades sexuales. Los padres pueden notar que les
falta energía y no se pueden concentrar. Una dieta balanceada, descanso y
ejercicio moderado son especialmente importantes para toda la familia en este
momento.
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Con frecuencia el dolor se
manifiesta complementariamente en el resentimiento de la salud. A ello ayuda la
alteración en el ritmo de horarios y de vida
durante los días que siguen a la muerte de un hijo; ayudados, también , por la
intensa vivencia emocional. Es común que aparezcan afonías, fiebre,
alteraciones intestinales, rechazo hacia comportamientos normales (cuando
pensamos que nada puede ser normal luego de la muerte de un hijo), dolores
musculares, insomnio, o por lo contrario somnolencia.
No debes asustarte, ni
preocuparte. Es normal que ello ocurra. Pero tampoco debes desentenderte, trata
el problema con naturalidad pero no con displicencia. Consulta al médico y no
evalúes la situación por tu cuenta, ni tomes decisiones propias para mitigar
los síntomas. Aunque es normal que se presenten estos problemas, no es
conveniente que el proceso de tránsito por el dolor se localice en ellos,
generando enfermedades crónicas o dependencia alguna.
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Entiende que el dolor que sientes
es tan intenso que tu cuerpo carece de armonía y de equilibrio, y ello tiene
manifestaciones en las formas naturales en que el organismo reacciona.
Igualmente, tampoco estás en condiciones de devolverle inmediatamente la
armonía a tu cuerpo, y para ello puedes necesitar ayuda. Acepta tus
limitaciones.
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Lo mismo ocurre con los
comportamientos. La falta de interés en las relaciones sexuales, dudas acerca
del mismo matrimonio y toda clase de resentimientos y recriminaciones pueden
aparecer. En esto sí debes ser lúcido. El dolor ha empañado el cristal para
observar y evaluar. No estás en condiciones de emitir juicios definitivos sobre
tu matrimonio, tus relaciones, ni los comportamientos de tus seres queridos. No
ahondes el dolor sumando a él otros dolores. Ni dejes que el dolor te impida
recibir un bálsamo que puede mitigarlo: el amor.
Que debo evitar
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*Evite el uso de drogas o alcohol.
Las medicaciones deben ser tomadas sólo en caso de necesidad y siempre bajo la
supervisión médica. Muchas sustancias son adictivas, pueden llevarnos a una
dependencia química. Además pueden detener o retrasar el necesario proceso del
dolor.
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Tú no estás enfermo. Lo que duele
es el alma; y ese dolor no hay nada que
pueda evitarlo. Al menos por el tiempo que ese dolor debe vivir en ti. Tarde o
temprano tendrás que pasar por él, y dejarlo hacer, o enfrentarlo. No es
recomendable que busques sustitutos para “tapar” u “ocultar” ese dolor. El
dolor algún día pasará, pero si te sumerges en otras dependencias, quedarás
esclavo de ellas y te resultará muy difícil salir de ese pozo.
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Evite aceptar sugerencias de las
personas que, creyendo que te hacen un bien, te invitan a adoptar actitudes
como recurrir a medicamentos que a “ellos les han hecho bien”...; a un olvido
“...tomando juntos copas”...; alentando que pierdas el control, pues en
definitiva “...es tan terrible lo que te ha ocurrido.. que todo vale...” ; o
desórdenes de conducta similares.
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Sólo podrás superar tu dolor
viviendo el proceso natural del mismo. Ese dolor tiende a mantenerte despierto
para encarar la “vida”. No la adormezcas. Hagas lo que hagas, y aún contra tu
voluntad, el dolor en algún momento se manifestará; aunque hayas intentado
adormecerlo con medicamentos, escapismos o falsos sustitutos. Y la experiencia
indica que el dolor adormecido se potencia y cuando aparece llega a destiempo y
en formas inadecuada.
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Si te sientes mal o presentas
desórdenes de algún tipo, recurre a un profesional. Él podrá determinar si
necesitas medicación y vigilará y controlará su administración, la dosis, el
tiempo y tu evolución.
Que ocurre con mis amigos y parientes
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Tus amigos y parientes pueden
sentirse incómodos cerca de ti. Ellos quieren aliviar tu dolor pero no saben
cómo. Toma la iniciativa y ayúdalos a aprender a ayudarte y apoyarte. Habla de
tu hijo para que sepan que esto es lo que corresponde y que es lo apropiado.
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Puedes experimentar la sensación
de que quienes más quieres, familiares y amigos, no te acompañan o no te ayudan
como quisieras. Ello te angustia algunas
veces y otras te producen enojo. Lo que debes comprender es que ellos no saben
como ayudarte y que, además, tienen miedo
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No saben cómo ayudarte porque no
pueden siquiera imaginar cómo te sientes, ni qué sientes. Para poder comprender
tu dolor deberían haber pasado por la misma experiencia, o al menos imaginar
por un momento que están en tu lugar ( que a ellos se les ha muerto un hijo). Y
es natural que eviten ambos supuestos. Es un medio normal de defensa frente a
la desesperación que puede generarles la sola idea de que algo así pueda
sucederle a ellos.
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Por otra parte tienen miedo de
causarte más dolor o de hacer algo inapropiado. Otras veces lo hacen y lo
dicen, con las mejores intenciones, pero como no saben qué otra cosa hacer.
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Del mismo modo, los tiempos para
ellos juegan en forma distinta que para ti. Ellos creen que el tiempo pasa
rápido. Y que tu recuperación es más fácil que lo que realmente es. Y ésta es
una creencia generalizada. Prueba de ello es que casi en forma masiva vienen a
acompañarte y a estar contigo los primeros tiempos y que, mágicamente, también
en forma masiva te dejan de acompañar. No los juzgues. Piensa cómo te
comportabas tú antes de conocer este dolor. Por ello en lugar de juzgarlos,
ayúdalos y ayúdate a ti mismo. Es importante que les hagas saber lo que te
gustaría que hicieran, o la forma en la cual pueden ayudarte.
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Si no te sientes con ánimo para
enfrentarlos y conversar con ellos de este tema, puedes recurrir a algunos
documentos que en diversos grupos se han elaborado y entregarles un ejemplar para que lo lean y
puedan comprender cuales son tus necesidades.
Que pasa con las decisiones
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En lo posible posponga decisiones
importantes (mudanza, cambio de trabajo, etc.) por un año por lo menos.
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Evite tomar decisiones apuradas
con respecto a las pertenencias de tu hijo. No permitas que otros lo hagan o te
apuren. Lo puedes hacer despacio, de a poco. Y cuando te sientas preparado.
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Es natural que frente a la
tragedia que significa la pérdida de un hijo y el impacto emocional que
conlleva, sientas que debes cambiar en forma drástica algunos aspectos de tu
vida, o que debes tomar decisiones inmediatas. También sientes que el tiempo se
acaba; luego de lo vivido, cómo puede alguien pensar que hay “tiempo” o que
“queda tiempo”
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Sin embargo, es importante que
adviertas que no estás en condiciones de tomar determinaciones drásticas, tu
ánimo, tu razón y tu corazón funcionan a un ritmo convulsionado, fruto de la
desesperación y del dolor ante la muerte de un hijo.
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No te dejes llevar, en estos
temas, por tus impulsos momentáneos, porque es muy probable que te equivoques
en las decisiones y ello te mortifique, tiempo después, cuando no puedas volver
atrás sobre tus pasos.
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Tampoco es bueno dejarse llevar
por la “presión” de los demás respecto de lo que “debes” hacer. Tampoco
permitas que ellos decidan por ti, por más buena voluntad que tengan. Comprende
que si ellos deciden, con su decisión termina el problema; pero las
consecuencias de la decisión las vivirás solamente tú. Por ello deben ser “tus”
decisiones.
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El cambio de trabajo, una mudanza,
disponer definitivamente de las cosas de tu hijo, son decisiones que para ti
son trascendentes y no resulta conveniente que sean tomadas a la ligera, en
momentos de confusión, con desesperación o bajo presión.
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Date tiempo, tiempo... y más
tiempo. Todo podrás hacerlo, cuando consideres que es tu momento o cuando te
sientas preparado. Cada uno tiene su propio momento y es en ese momento que
debes decidir; de a poco, sin apuro, con serenidad y convencimiento.
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