los padres "huérfanos". Es la experiencia más severa por
la que un ser humano puede pasar, a punto tal que los criterios
tradicionalmente usados para identificar y clasificar un duelo como patológico
son, en si mismos, componentes normales del duelo de los padres
"huérfanos" (1)
Recientes informes indican que en 1995, en las calles y
rutas de nuestro país, 10.029 personas perdieron la vidas en accidentes de
transito. El 51% de esas personas tenían entre 17 y 30 años y un 29% más entre
30 y 45 años(2). Ambos grupos en edad de tener sus padres vivos aún. La muerte
de una persona joven produce una severa discapacidad afectiva no solo en la
familia nuclear, sino también en la familia extendida, afectando -generalmente-
a dos padres, cuatro abuelos, un promedio de dos hermanos, de manera que por
cada uno de ese 51% de jóvenes que pierde su vida anualmente en accidentes -sin
contar los decesos por SIDA, otras enfermedades, suicidio y violencia por
terceros-, queda un promedio de 8 personas con la certeza de una vida de
sufrimiento por delante. Esto suma, como cifra mínima, nada menos que unas
40.000 personas anualmente...equivalente a la población total de una ciudad
tipo del interior de nuestro país. Las implicancias sociales, económicas y
médicas de esta realidad son pavorosas a la vez que no cuantificadas hasta el
presente. Pero lo que es aún más trágico es la falta de apoyo para esas
personas a nivel institucional, sea éste estatal o privado.
Es precisamente
debido a esta última realidad que el 5 de Diciembre de 1988, seis meses después
de perder a Nicolás, nuestro único hijo varón, de 18 años, en un accidente de
transito, formamos en la ciudad de Río Cuarto el primer grupo de ayuda mutua
para padres que pierden hijos en Latinoamérica, con el nombre de RENACER, como
una decisión nuestra de hacer un homenaje a
ese hijo que tanto nos había marcado con su partida. Éste homenaje
debía, indefectiblemente, ser un homenaje de vida, y que mejor que tratar que
nuestro dolor sirviese para que otros padres sufrieran menos. Actualmente existen centenares de grupos en
Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, España, Panamá, junto con intenciones de
comenzar en Perú y Australia.
Funciona de acuerdo con las pautas clásicas de los grupos de
ayuda-mutua, es decir: grupos de pares, horizontales, sin jerarquías, sin
personería jurídica y sin profesionales, salvo que hayan perdido hijos y
participen en tal condición. No esta afiliado a religión alguna, secta, partido
político, organización o institución. No es un grupo anónimo, ya que sus
integrantes si de algo están orgullosos es de su sufrimiento llevado con
dignidad aceptando así, libre y responsablemente, el rol de "referentes
sociales" que la comunidad les confiere. Por ultimo, frente al
conocimiento de que cuando muere un hijo algo de sus padres muere con el,
RENACER propone que lo que muera sea el ego y no el ser, por lo tanto ha
elegido no tener personería jurídica para que no existan cargos que conlleven
en si una eventual lucha por ellos con el consiguiente reverdecer de ese ego.
Los
integrantes de los grupos se reúnen con el propósito de: enfrentar su dolor,
aprender de él, otorgarle un sentido a ese sufrimiento, lograr finalmente
trascenderlo y en ese proceso encontrar un nuevo significado a la vida, para
terminar brindando lo aprendido a todo padre que de aquí en mas viva una
experiencia similar, cumpliéndose así el ciclo de la ayuda mutua
ABORDAJE DEL PROBLEMA
El abordaje naturalista, es decir sintomático, de este
profundo pesar frente a un destino inesperado, no deseado e inescapable,
muestra en esos padres una descompensación no sólo psíquica sino también
biológica. Schwartz considera que la perdida de un hijo ocasiona en la familia
un golpe narcisista...la desolación está íntimamente conectada y relacionada
con las pulsiones de la libido(3). Para
Jackson, la muerte de un hijo no sólo es inapropiada en el contexto de la vida,
sino que su naturaleza trágica e inesperada es una amenaza básica a la función
de paternidad(4).
Este mismo abordaje naturalista con su lógica tendencia a
ver al sufrimiento como una enfermedad tiene la desventaja de ignorar la parte
humana del hombre, es decir su dimensión espiritual, que es la que nunca
enferma y es donde el ser sufriente ha de encontrar los recursos que le
permitan trascender esta verdadera conmoción existencial(5).
¿Cómo abordar
entonces esta crisis que afecta no sólo el cuerpo y la psiquis sino la
existencia entera del hombre doliente? Para describir la tarea que llevamos a
cabo desde hemos optado por el método fenomenológico que, además, es la manera
en que los grupos trabajan.
Es necesario
entonces hacer un breve comentario sobre la fenomenología, modelo este que debe
su aparición a Edmund Husserl (1859-1938) catedrático de Filosofía de la Universidad de
Friburgo a partir de 1916, donde fue profesor de otro gran fenomenólogo, Martín
Heidegger. La fenomenología con su exhortación sencilla, pero de enormes
implicancias, de "volver a las cosas en si mismas" trata de evitar el
uso de hipótesis y premisas no examinadas, es decir, de prejuicios y
preconceptos -que indefectiblemente llevan a un psicologismo- para estudiar los fenómenos tal como se presentan,
lo que nos permite ver lo que se muestra, tal como se muestra en si mismo,
efectivamente por si mismo. Este análisis fenomenológico no se limita a las
apariencias superficiales sino que las trasciende para encontrar las
estructuras y los significados subyacentes o esenciales.
En este momento es
útil la comparación entre síntoma y fenómeno para ir introduciéndonos con más
claridad en el problema del sufrimiento y el ser-sufriente. Por síntoma
entendemos algo que no es
(enfermedad) y que responde o se debe a algo que si es (enfermedad), así por ejemplo, la tos es un síntoma que
refiere a una enfermedad bronquial o pulmonar, es una relación de referencia.
Dörr al ver la medicina somática preocupada fundamentalmente del reconocimiento
y manejo de síntomas, define a estos como el elemento visible de un complejo
funcional y supone legítimo el salto desde la manifestación externa o síntoma a
la enfermedad como totalidad(6)
La palabra fenómeno viene del griego fainestai que significa "resplandecer",
"aparecer", "mostrarse", es decir lo que se muestra, aparece,
brilla, se hace evidente, aquello que es como es y tal como es, y detrás del
cual, a diferencia del síntoma, no hay nada.
Abordaje Biológico
A partir de un
enfoque biológico -que interpreta la esfera somática del ser-, los padres que
pierden hijos presentan "síntomas" tales como intensas sensaciones de
opresión precordial, falta de apetito, alteración de los ritmos biológicos:
trastornos del sueño, del período menstrual, de las deposiciones(constipación o
diarrea), pérdida o aumento exagerado de peso, pérdida del cabello, dolores
difusos, cansancio crónico, llegando en casos extremos a infarto de miocardio
y, de manera diferida, a la aparición de enfermedades neoplásicas debido a la
inmunodeficiencia producida por estados depresivos crónicos.
Abordaje Psicológico
Desde el enfoque
psicológico -que interpreta la esfera psíquica del ser-, los padres
experimentan profundas sensaciones de angustia, sensaciones de mutilación y
discapacidad (7), crisis de llanto espontáneas y a veces incontrolables, sensación
de pánico, vergüenza, miedo, desesperanza, sensación de privación y
vulnerabilidad, pérdida de orientación temporoespacial con episodios de
conducta autómata y amnesia posterior, profunda pérdida de autoestima con
severa sensación de culpa, sentimientos de ira, búsqueda ilógica o aún irreal
de responsables, cuestionamiento o negación de su fe; además de las serias
alteraciones en las relaciones interpersonales tanto en el núcleo familiar como
la familia extendida, en el ámbito social y laboral, y finalmente el
sentimiento que ya no vale la pena seguir trabajando, socializando y aún
viviendo.
El análisis natural
o sintomático de este proceso, en especial cuando ya ha superado el tiempo
"preestablecido" para un duelo normal -situación que se da en la inmensa
mayoría de los padres-, nos lleva fácilmente a hacer un diagnóstico de duelo
patológico o de depresión. Este enfoque con la lógica tendencia a considerar a
los fenómenos más humanos del hombre como lo son el sufrimiento y la pena, como
causas de disharmonia psíquica (depresión), conlleva la tentación de acudir a
la ayuda de la psicoterapia para su "elaboración" o al tratamiento
farmacológico para su "ocultamiento". El abordaje sintomático
considera a esta crisis existencial como una enfermedad somato-psíquica,
haciéndola objeto de un doble reduccionismo: por un lado interpreta como
enfermedad a una condición existencial del hombre como es el sufrimiento, y por
otro lado niega -por omisión- la dimensión espiritual del ser, con la
consiguiente pérdida de la unidad existencial a pesar de la multiplicidad
dimensional.
Abordaje Existencial
El abordaje
fenomenologico -que interpreta la esfera existencial-, va más allá de la
dimensión psicológica y la dimensión somática, los incluye y a la vez los
trasciende, se introduce ya en la dimensión espiritual del hombre, aquella que
lo hace ser hombre (8). Este abordaje, por el contrario, nos permite ver a la
muerte de un hijo como lo que realmente es:
una conmoción existencial de la que ningún padre puede emerger igual que antes.
Nos permite darnos cuenta que entre 2 y 3 de cada 4 matrimonios que pierden
hijos se destruyen; nos abre los ojos al escapismo de los hermanos que quedan
-al no saber enfrentar esta realidad para la que no existe referencia previa en
sus historias personales de vida- a través del alcohol, drogas, matrimonios
apresurados etc., y nos permite, además, plantearnos preguntas que han de
decidir el curso futuro de nuestra existencia, tales como ¿Quién o qué seremos
después de perder uno o más hijos? ¿Seres inútiles, resignados a morir en vida,
paralizados por nuestros sentimientos? ¿O es posible acaso encontrar sentido a
esta tragedia y transformar un sufrimiento de esta magnitud en una etapa de
crecimiento?
Por último, el
modelo filosófico-antropológico de Viktor Frankl, la Logoterapia y el
Análisis Existencial, al reintroducir la dimensión espiritual en ese complejo
ser multidimensional (bio-psico-espiritual) que es el hombre, nos facilita a
nosotros, seres sufrientes, una plataforma desde donde lanzarnos a la ardua
conquista de una paz interior que llega solamente al encontrarle sentido a esta
conmoción existencial.
La
logoterapia y análisis existencial ve al hombre como un ser conciente( libre) y
responsable, viviendo en la tensión entre el ser y el deber ser, orientado
siempre a la búsqueda de sentido a los interrogantes que la vida le plantea y
los valores que esperan ser realizados por él. La libertad del hombre
frankliano no es libertad de sus condicionamientos propios (cuerpo y mente) o
externos (destino), sino libertad para oponerse, para enfrentarse a
esos condicionamientos(9). Este modelo presenta la característica de ser
aplicable tanto como método terapéutico (psicoterapia) como por el hombre no
enfermo que busca respuesta a sus interrogantes existenciales. Es en este
último sentido que Renacer reconoce y aplica este fundamento filosófico
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