1º- Asigna principal prioridad a la
relación de tu matrimonio.
Es natural que el dolor, en un primer
momento, y en el curso de su desarrollo, vaya anestesiando tus sentimientos, o
te lleve a un aislamiento, sobre la base de considerar, o sentir, que en el
sufrimiento estás solo. Y ello no es inadecuado, toda vez que, en estricta
realidad, cada dolor es único y se percibe sólo en la mayor intimidad.
Sin embargo no
debes olvidar que formas parte de una familia, y que esa familia tiene su
célula en tu matrimonio. Lo más grande que tienes en común con tu cónyuge es el
amor que los une, y luego de ello, tus hijos: el que ha muerto( que es fruto de
ese amor) y los que quedan vivos, si tienes más. Pero aún si no tienes más hijos,
al menos no olvides lo que representa ese hijo que ha muerto desde la óptica
del fruto del amor común de la pareja.
Por ello la base de
sustentación de tu recuperación también tiene, como especial referencia, tu
matrimonio.Trata de priorizar esta relación para poder compartir y fortalecer
el trabajo de recuperación. Si has perdido a tu hijo, todavía te queda como
primera riqueza, entre tantas otras, tu matrimonio: que fue el origen y la
causa del nacimiento de tu hijo, el cual representa el símbolo del amor. Y como
símbolo, encierra una realidad: ese amor. Trata de conservarlo, de protegerlo.
Inténtalo con todas tus fuerzas. Y para ello otorga una especial importancia a
la relación de tu matrimonio. No crezcas en el desinterés: por el contrario,
impónete priorizar esta relación. Varios son los motivos que mueven a tomar una
decisión de esta naturaleza. Si no tienes más hijos, porque tu matrimonio es
algo fundamental que te queda como realización personal en el amor. Si tienes
más hijos, porque, además de la razón ya
mencionada, a ellos los favorece que tu
matrimonio crezca en el amor hacia ellos, como reflejo del amor mutuo.
2º Cultiva la transparencia, la apertura de
espíritu y la honestidad en los sentimientos y en su expresión.
Tenemos( frente a
nuestro dolor) en la relación matrimonial, una natural tendencia a ocultar
nuestros sentimientos por varias razones. Muchas veces por pudor, otras por
creer que si lo hacemos podemos dañar o agravar el estado emocional de nuestro
cónyuge, y otras por una cuestión de mera reserva, privacidad o intimidad.
Sin embargo es
sumamente útil no ocultar nuestros sentimientos. Los buenos y los malos. Tanto
la paz y la serenidad, como la rabia y el llanto, la melancolía y la tristeza;
como el recuerdo emocionado y la alegría de sentir que tu hijo está bien, o
está feliz, si es lo que verdaderamente sientes. Es importante que los cónyuges
sepan lo que siente el otro, y lo que le está pasando al otro. De otro modo
jamás podrá comprenderlo, ni podrá “compartir”. Y esto es la esencia de tu
matrimonio:"compartir la vida”. No te muestres como no eres, ni intentes
aparentar que no te pasa lo que te pasa. ¿Piensas, por ventura que el otro no
te entenderá?. Por el contrario, juntos entenderán, juntos comprenderán. Si el
dolor es común, no quites a tu matrimonio este espacio común de la convivencia
y del “compartir”. Estarías restando un ámbito que es parte fundamental de tu
vida a la decisión que alguna vez tomaste de “compartir” una vida con otro.
3º Acepta el dolor que tú sientes y
encuéntrate predispuesto a valorizar y escuchar la expresión de tu cónyuge,
relativa al dolor que está sintiendo.
Suele suceder que
sientas que tu dolor no puedes superarlo; y que ello te inhibe de cualquier
otro pensamiento, o de otra perspectiva de vida.
Sin embargo, la
rebelión contra tu dolor en nada te ayudará. El dolor está; y como es un dolor
del alma, para él no hay remedio que pueda comprarse en una farmacia. Cuanto
antes te decidas a aceptar tu dolor,
antes ese dolor se podrá ir. Si por el contrario, te rebelas a sentir ese
dolor, éste te presentará una lucha cruel por imponerse a tu voluntad de no
sentirlo, se agrandará y permanecerá contigo más tiempo del que normalmente debería permanecer.
Simplemente lo tienes, sientes dolor. Deja que esto ocurra, siente ese dolor.
El dolor se irá solo cuando advierta que tú lo has aceptado y que con tu
aceptación ha sido vencido pues ya no tiene voluntad alguna que doblegar.
La actitud de aceptación de tu dolor también
te ayudará a valorizar y escuchar la expresión del dolor de tu cónyuge, o
imaginar que sentimientos similares, aunque muchas veces manifestados de otro
modo, también se presentan en él o en ella. Valorízalos; no te muestres extraño
a estos sentimientos, aunque no sean los mismos que tú sientes. La muerte de tu
hijo es una prueba que ambos deben pasar, y tienes que entender que la mejor
manera de pasarla es conociendo, valorizando y respetando el mutuo dolor.
4º Sé paciente con tu cónyuge y contigo
mismo. Advierte que el otro probablemente, no
se encuentre en la misma etapa del proceso del dolor en que tú te
encuentras, y admite que ello es normal.
El problema de los
“tiempos” es algo que nos angustia por nuestra propia naturaleza. Hemos querido
siempre dominar el tiempo, encerrarlo con agujas y números. Fijar “nuestros”
tiempos y los “tiempos” de nuestras obras, proyectos, más aún, gobernar el
“tiempo” de los demás.
La muerte de
nuestro hijo nos ha demostrado que el “tiempo” no es nuestro. Y que nada podemos hacer con ese “tiempo”, que a su
vez es relativo en función de lo que sentimos y de lo que deseamos.
Volaron rápidamente
los días en que teníamos a nuestro hijo
con nosotros y hoy nos parece que el tiempo no pasa más. Que cada día es
eterno. Sin embargo, el reloj sigue con su mismo ritmo, con su misma pausa.
Por ello es que
resulta fundamental desarrollar la “ paciencia”. No esperar que pase en nuestro
“tiempo” lo que debe pasar. Lo que debe pasar pasará a “su” debido “tiempo”. Al
“tiempo” de un plan y de una obra que nos
excede y que no viene de nosotros; aunque “está” en nosotros.
Y la pregunta que
todos nos hacemos respecto de cuanto habrá de durar este proceso de dolor,
cuanto tiempo más, tiene una sola respuesta: durará todo lo que deba durar, ni
más ni menos.
Y en este “tiempo”
sin horas, sin minutos, sin segundos, sino sólo “tiempo” a lo largo del proceso
del dolor, es común que los cónyuges no transiten paralelamente las etapas. Es
más, lo frecuente es que, como una suerte de compensación, cuando uno de ellos
está más golpeado, el otro se sienta en mejores condiciones, y viceversa.
También, en lo que hace a la duración del proceso, los tiempos suelen ser
distintos.
Por ello es
importante advertir y comprender que el otro cónyuge puede encontrarse en una
etapa de dolor distinta de la que tú estás. Y que debes respetar y apoyar esa
diferencia.
De allí que parte
del respeto es no juzgar ni interferir en sus sentimientos ni en el
desenvolvimiento de sus etapas: sino respetarlas.
Si tú estás bien y
él no, no le recrimines que siga llorando, sobre la base de sostener que ya ha
pasado el “tiempo” de llorar. Igualmente si tú estás mal y el otro está bien,
no le recrimines su sonrisa sosteniendo que aún es”tiempo” de llorar. No lo
juzgues si desea mantener el luto, o si ha resuelto levantarlo. Respeta,
acepta, comprende y apoya cada una de sus manifestaciones y decisiones, aunque
no las compartas.
5º No esperes que tu cónyuge sea para ti el
único camino para restablecerte de tu dolor.
Si bien es tu cónyuge lo más cercano que
tienes en ese “compartir” del dolor de la muerte de tu hijo, es importante que
entiendas que no es el único camino de salvación para restablecerte de tu
dolor. Es una parte necesaria del camino y un elemento fundamental, pero no el
único.
En primer lugar
nada podrá hacer tu cónyuge por ti si tú no lo dejas hacer. Si lo rechazas, si
te aíslas de él, si le ocultas tus sentimientos, si le diriges sólo reproches,
culpas o temores.
En segundo lugar,
tampoco podrá hacer algo por ti si no existe de tu parte una íntima y firme decisión de superar tu dolor, de
restablecerte..No pienses que tu cónyuge puede “rescatarte” de tu angustia, de
tu desazón, de tu tristeza. Sólo podrá, (desde sus posibilidades, pues tu
cónyuge también está pasando por el proceso de dolor), ayudarte, acompañarte y
compartir el tránsito por este proceso de dolor.
Pero así como el
dolor es a la vez personal e intransferible, no puede ser “arrancado” desde
fuera de ti mismo, sino desde tu interior, y en ello tienes un protagonismo.
De allí que la
reflexión te sugiere que no esperes que sea tu cónyuge quien te sane; y ,
consecuentemente no lo culpes ni le dirijas sentimientos negativos si no sanas
en el tiempo que esperas sanar.
6º Dedícate y sé comunicativo. Otorga
especial atención a los afectos que cada uno siente por el otro. Aprende y
practica manifestaciones de amor. Recuérdate estar en contacto en forma físico,
la importancia de las caricias y del contacto humano son fundamentales para la
recuperación, y como vía de demostrar amor y valoración.
No es bueno que el
rechazo físico o el desinterés por tu cónyuge sean elementos que acompañen el
proceso de tránsito del dolor. Por el contrario, cultivar el afecto y el amor
mutuo suelen ser bálsamos que disminuye el impacto que el dolor produce. La
sensación de soledad o de sufrimiento íntimo puede arrastrarte a una cúpula de
aislamiento que en nada te beneficia sino que te perjudica, pues te quita
nutrientes para tu vida espiritual y afectiva. Es importante que practiques
manifestaciones de amor, o que intentes, al menos, practicarlas, y en ella el
contacto físico ayuda.
Habrás oído hablar de que los abrazos tienen
propiedades curativas, así como las caricias, como los besos. Cuantas veces una
mano en el hombro, un roce o una caricia
dan más alivio que mil palabras. El sentido de la vibración, la transmisión
directa de los sentimientos. No evites este contacto físico en tu matrimonio.
Trata de desarrollarlo cada vez más. Estar en contacto es estar cada vez más
cerca y estar más cerca es estar más juntos.
Es muy probable que
en un primer tiempo te resistas a reanudar
el contacto sexual con tu pareja. Sentimientos de culpa frente a la
posibilidad del mutuo placer; desinterés, o la aterradora idea de que ella
pueda darse, se te presentaran frecuentemente.
Del mismo modo, las
primeras experiencias en este sentido te harán sentir confuso y hasta pueden
ser traumáticas. No te asustes, es normal que ello ocurra. Sin embargo debes
imponerte igualmente llevar adelante esta experiencia. Será más difícil,
seguramente, para la mujer que para el varón; ya que por su propia naturaleza
la mujer requiere de un proceso más lento en esta relación, ya que su actitud
frente al sexo es más epidérmico, o al menos de reacción no tan inmediata como
en el caso del varón.
Por otra parte, este contacto será un
elemento importante para poder evaluar y advertir, de un modo más directo, cómo
está tu cónyuge y cómo transita su proceso de dolor. No te escapes de tu
cónyuge, no lo esquives. Búscalo y encuéntralo, y en el encuentro fúndanse en
la experiencia y el dolor común, que tiene su origen en el fruto del amor común
que es tu hijo muerto.
7º Admite o crea un espacio en tu relación.
Todos tienen derecho a tener un grado de privacidad con sus sentimientos,
incluyendo el dolor.
Puedes pensar que
las reflexiones anteriores tiendan a “socializar” o “comunizar” tu dolor,
privándote de intimidad o de tu propio camino de tu recuperación. Nada de eso,
los pensamientos que hemos esbozado tienden a la búsqueda de algunos modos de
ayudar dentro del matrimonio. Pero ello de ninguna manera, inhibe que conserves
un ámbito propio, un rincón íntimo, o momentos sólo tuyos para la relación con
tu hijo muerto.
Como bien se señala
en la máxima que comentamos, tú tienes derecho a tener un grado de privacidad
con tus sentimientos, incluyendo el dolor. Por eso, admite que tanto tú como tu
cónyuge pueden tener un espacio propio.
Pero también apuntamos a otro sentido de privacidad: la
relación matrimonial. Esta relación también, en algún aspecto, debe tender
preservarse a sí misma y como “relación
matrimonial” propiamente dicha. No le esquives. Es común advertir que a la
muerte de un hijo prosigue una crisis matrimonial, muchas veces profunda. No la
subestimes, dedícale tiempo y atención. No te abandones pues puedes perder
más de lo que ya has perdido, que es
mucho.
Tu matrimonio puede coexistir con la intimidad
de tu dolor. No hay incompatibilidad en este aspecto.
UN MENSAJE PARA TI QUE DESEAS RECUPERARTE, Y
QUE DESEAS HACERLO EN TU PROPIO MATRIMONIO.
Permítete, junto
con tu cónyuge, disfrutar cada uno del otro, y disfrutar la vida cada vez que
puedas. Encuéntrate predispuesto a que rían juntos, del mismo modo que pueden
llorar juntos. Busca y encuentra algunas cosas agradables y placenteras para
hacer juntos.
Ayúdense el uno para el otro a recordar que
la vida es más que el hijo que ha muerto, Así como es de importante ese hijo
para ti, y así como es intenso el dolor que tú sientes respecto de su muerte,
debes comprender que tu matrimonio y tu
relación conyugal involucran mucho más que ese hijo.
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