1º Qué deberías saber respecto del suicidio
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El acto definitivo por el cual una
persona se quita la propia vida nunca puede ser completamente predictible para
ninguna persona, hasta que sucede.
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Algunas personas pueden
exteriorizar ciertos signos, comportamientos, o ideas que constituyen
advertencias reveladoras respecto de sus intenciones. Sin embargo, dichos
signos suelen ser tan imprecisos o codificados, que inclusive para un consultor
con experiencia, o un profesional bien entrenado, pueden pasar inadvertidos.
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La mayoría de los suicidios son
reacciones frente a intensos sentimientos de soledad, crisis existencial o
económicas, desesperación, angustia, temor, la perspectiva de un futuro
incierto y aciago, y depresión. Puede parecer que, muchas veces, que la causa o
el motivo determinante es una situación no grave o un incidente menor. Pero la
verdadera causa es el conflicto profundo interno, y la desesperación, que en la
generalidad de los casos es insondable.
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Muchos padres han tenido la
experiencia, en algunos casos, de la frustración creada por años de
internaciones y hospitalizaciones, tratamientos médicos y asunción de
responsabilidades. Esta realidad puede verse agravada por las dificultades del propio vivir con una
persona que está constantemente bajo procesos de depresión.
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El suicidio de personas
jóvenes(entre 15 y 24 años) ha crecido más de un 300% desde 1950
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En los Estados Unidos solamente,
se producen cerca de 35.000 suicidios por año, de los cuales 5.000 corresponden
a jóvenes de entre 15 y 24 años. Igualmente se registran anualmente más de
250.000 intentos de suicidio
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También en Argentina ha crecido
notablemente el índice de suicidios y el que involucra a personas jóvenes. Hace
25 años de cada 10 suicidios uno tenía menos de 18 años. En 1993 de cada cuatro
suicidios uno es protagonizado por un menor de 18 años.
2º
Después del suicidio
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La negación de la realidad y
sentimientos de shock, culpabilidad, rebelión, injusticia, ofensa y depresión
son parte de una conducta normal, como reacción frente al dolor que produce la
muerte de un hijo. Estos sentimientos son especialmente más profundos y se
presentan magnificados cuando la muerte de un hijo ha tenido como causa el
suicidio.
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No es inusual experimentar
sentimientos confusos y contradictorios si la relación de tu hijo era
destructiva para tu familia.
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El suicidio de un hijo provoca
preguntas y cuestionamientos dolorosos, dudas y temores. Conocer que tu amor
por él no fue suficiente para salvar su vida, puede presentarte sentimientos de
impotencia y de fracaso. Sin embargo advierte, que como padre, tú le diste a tu
hijo la humanidad con todo lo que ella implica, elementos positivos y
negativos, y lo que él hizo con esos elementos fue, en principio, su propia
decisión.
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Interpretaciones culturales y
religiosas del pasado y connotaciones sociales que se otorgan a tales
interpretaciones son parte inevitable del “estigma” asociado al suicidio. Es
importante que te enfrentes a la palabra”suicidio” Enfrentarla te parece hoy
más difícil de lo que realmente debería ser. No te angusties: ello llevará
tiempo. Mientras tanto, en lugar de concentrarte en todo aquello que rodea al
“estigma” del “suicidio”, concéntrate en tu propia curación y supervivencia.
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Es fácil y hasta natural que te
inclines a sentirte responsable de la decisión de tu hijo o que responsabilices
a tu cónyuge o a otras personas por ello; pero hacer esto puede ser
contraproducente y no ayuda a nadie. Evita también en caer en la tentación de
esforzarte en buscar explicación de porqué tu hijo se suicidó. Tampoco ayuda.
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El suicidio no es hereditario. Es
una decisión y una cuestión individual. Sin embargo, recuerda que el suicidio
de un miembro de la familia puede tener una profunda influencia en otros miembros
de ella.
3º Culpabilidad
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Sentimientos de culpabilidad te
asaltarán frecuentemente y saldrán a la superficie sistemáticamente. Te
encontrarás más seguido de lo que imaginas repitiendo la frase...”si sólo
hubiera...”.Es posible que necesites sentirte culpable por un tiempo, hasta que
comprendas y adviertas que tú no eres responsable; así como tampoco culpable de
la propia decisión de tu hijo. Algunas veces es absolutamente necesario
profundizar un sentimiento para poder definitivamente alejarte de él. Cree en
ti mismo. Eres humano y, en consecuencia, admite tus limitaciones.
4º Resentimiento
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Resentimiento, o sentirte “dolido”
o “herido”, respecto de tu hijo puede ser una parte natural del trauma, y hasta
es frecuente expresar tus sentimientos más profundos de “...cómo pudiste
hacerme esto a mí y cómo pudiste hacerte esto a ti mismo...”. Intenta encontrar
maneras constructivas para expresar este sentimiento, dando lugar a que la
cicatrización de tu herida y tu recuperación, finalmente, puedan tener lugar.
Expresa tus sentimientos; permite que “saliendo” tu sentimiento se agote, llora
si quieres, deja que la herida cierre.
5º ¿Por qué?
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Es natural que te preguntes por
qué. Y para ti es casi una necesidad. No puedes evitar formular la pregunta,
aún cuando conoces que , por lo general, no hay respuestas claras. O que no las
encontrarás. Es importante que aprendas a pelear contra esa pregunta y a lidiar
con ella, para que finalmente la puedas dejar de lado. Continuar preguntándote
“por qué” durante años puede convertirse para ti en una “obsesión” que
resultará destructiva para ti y para todos los que te rodean.
6º Depresión
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Falta de atención, incapacidad para concentrarte y
sentimientos de que no tienes ya nada por qué vivir, pueden ser parte del
proceso del duelo y tristeza. Una actividad física moderada puede ser un medio
de combatir la depresión. Permite que tu familia y tus amigos te cuiden y te
brinden su apoyo y su cariño. Tú no tienes la obligación de ser fuerte.
Mantente siempre en estrecho contacto con las personas que aprecias y
consideras.
7º Cuestiones
espirituales
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Frecuentemente, frente a la
pérdida de un hijo, y especialmente en el caso de suicidio, los padres se ven
sumidos en una profunda crisis de fe y cuestionan sus creencias religiosas, o sus
sentimientos respecto de Dios. El enfrentamiento de la existencia de vida
después de la muerte, también es un conflicto que suele salir a la superficie.
Interrogarse para determinar “por qué Dios permitió que pasara esto” no tiene
sentido, pues es una pregunta que no podemos, ni estamos en condiciones de
responder, como tantas otras preguntas respecto de las imperfecciones en este
mundo. Si crees en Dios, intenta rezar para llegar a sentir paz interior, en
lugar de buscar respuestas. Del mismo modo, es importante, y puede ayudarte,
que te contactes con padres que han perdido hijos por suicidio e intercambies
con ellos experiencias, sentimientos y converses sobre los aspectos
espirituales de sus propias experiencias.
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Para todo aquello que concierna a
las cuestiones espirituales, si eres creyente, busca alguna persona cálida,
amable y que no desee juzgarte (ni a ti ni a tu hijo) que sea sacerdote o
ministro de tu fe y ábrele tu corazón.
8º Ejercicios de supervivencia
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En familia conversen entre Uds.
Acerca de la muerte del ser querido, dialoguen sobre su pérdida y su dolor.
Recuerden juntos los tiempos buenos, y los no tan buenos. Todos los miembros de
la familia sufren su dolor y desarrollan su proceso de duelo de una manera
propia. Traten de entender esto. Es mejor expresar los sentimientos que
internalizarlos. Llorar es saludable y terapéutico.
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Puede resultarte de ayuda escribir
tus propios sentimientos, o escribir una carta a tu hijo muerto, expresándole
todas las cosas que no pudiste o no supiste decirle antes de su muerte. Para
muchas personas, es una buena manera de decirle “adiós”
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Deja que tus amigos te ayudes.
Cuando ellos preguntan qué pueden hacer para ayudarte no te sientas afligido
por decirles realmente cuáles son tus
necesidades y cómo pueden ayudarte. Eso
también los ayudará a ellos.
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Puede ser beneficioso llegar a
participar de grupos de autoayuda. A través de un accionar común con otras
personas que han transitado la misma
senda de dolor, tú puedes ganar comprensión de tus reacciones y aprender
caminos para superar tu dolor, busca también ayuda profesional si ésta
resultara beneficiosa para ti o para tu familia.
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Date tiempo, tiempo...y más
tiempo. Lleva meses, inclusive hasta años, abrir tu corazón y tu mente para
llegar a superar tu dolor. Elige sobrevivir, aunque hoy te parezca algo
absurdo. Date tiempo a ti mismo y podrás lograrlo.
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