17. Tanto
el sabio como el ignorante consideran al cuerpo como
«yo».
El ignorante limita el «yo»
al cuerpo.
Para el sabio, el Sí mismo
brilla en el corazón,
sin límites, incluyendo el
cuerpo y el mundo.
18. Para
el ignorante y para el sabio, el mundo existe.
El ignorante considera que sólo el mundo es
real.
Para el sabio, la fuente sin forma de lo
visto, es real, completa.
19. La
controversia sobre si el destino es más fuerte que
el libre albedrío o viceversa,
es sólo para aquellos que no conocen su propia
fuente.
Aquellos que conocen al individuo a quien
pertenecen (el destino y el libre albedrío),
permanecen intocados por ellos.
20. Ver
a Dios como aparte del veedor, es sólo una
imagen mental,
puesto que Dios no está separado del veedor.
Morar en el equilibrio del Sí mismo
es verdadera visión de Dios.
COMENTARIO
En los versos 17 y 18,
Bhagavan explica la diferencia entre el ignorante y el sabio. Ramana dice, «¿Puede
el cuerpo ser la “consciencia de yo”? No estaba antes de nacer, está compuesto
de cinco elementos, está ausente en el sueño profundo… por consiguiente, deja a
un lado el cuerpo insenciente como si fuera verdaderamente un cadáver».
Además, según Su punto de vista, atribuir realidad al mundo, es sólo
ignorancia. Por consiguiente, es necesario hacer la pregunta «¿en qué sentido
dice Bhagavan que para el sabio también existe el cuerpo, y que el mundo es
también real para él?» Tenemos la respuesta en un verso anterior, el verso 7,
donde Bhagavan ha señalado, como fuente de la mente, del «yo» y del mundo, al
Sí mismo, del que surgen y en el que se sumergen. Puesto que nada puede existir
aparte del Sí mismo, el cuerpo y el mundo están también en el Sí mismo. Sólo en
este sentido tienen realidad para el sabio.
Bhagavan no pierde
nunca la oportunidad de indicar la urgente necesidad de la auto-indagación.
Esto lo hace de nuevo en los versos 19 y 20. Cualquier controversia sobre el
dominio de Dios o la libertad del hombre sólo pueden tener sentido para el
individuo. Así pues, Bhagavan dice que la investigación en la fuente de aquél
con quien se relacionan el destino y el libre albedrío, acabará con tales
dudas. Una tal indagación le permite a uno funcionar desde el Corazón, libre de
las controversias distrayentes.
Los versos 20, 21 y 22
tratan de la pregunta, «¿qué es la verdadera visión de Dios?» Sólo la
submersión de la propia separatividad de uno en el Sí mismo es verdadera visión
de Dios.
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