Durante tu conversación con tu
objetivo te encontrarás, sin duda, con una pregunta que tendrás que responder:
“¿A qué te dedicas?”
Esta
pregunta, en cualquiera de sus variantes, está presente en todo proceso
seductivo, porque nuestra profesión determina el tipo de persona que somos.
Si tienes una profesión atractiva
y de éxito, será porque eres un tipo con determinación y que sabe luchar por lo
que quiere, sin embargo, si tienes una profesión mediocre, será porque te
conformaste con lo que tenías y no supiste esforzarte cuando debías.
¿O no?
Pues evidentemente, no.
La profesión a la que nos
dedicamos viene marcada por una ingente cantidad de determinantes, que no
siempre dependen de nosotros.
¿Entonces?
Sí, ya se que me estoy
contradiciendo.
Por un lado, te estoy diciendo
que la profesión a la que te dedicas dará una primera impresión a tu objetivo
sobre el tipo de persona que eres, y por otro te digo que la profesión a la que
te dedicas viene marcada por una amalgama de condiciones vitales.
¿Me he vuelto loco?
Todavía no, aunque todo se
andará.
Mis dos afirmaciones son ciertas.
Por un lado, siempre que estés en
un proceso seductivo estarás viviendo de impresiones superficiales. Por tanto,
cuando le digas a tu objetivo a que te dedicas, ella se hará,
inconscientemente, una composición de lugar. Algo así como:
“Es médico, ¡qué interesante!
Gran posición social y mucho dinero”.
“Es catedrático: posición,
dinero, aunque puede ser un poco pedante”.
“Es mecánico de coches: dinero
sin posición”.
“Repartidor de pizzas:
fracasado”.
¿Ves como funciona la mente
femenina?
Y, por otro lado, tu profesión no
significa, exactamente, lo que su mente le dicta. Por ejemplo:
“Médico: tu padre era médico, y
no te quedaba otra solución”
“Catedrático: te encanta enseñar,
aunque llevas 10 años de becario y ahora que has conseguido el puesto tienes
que empezar a pagar el crédito”.
“Mecánico de coches: en tu casa
siempre faltó el dinero y tuviste que trabajar desde los 16 años en un taller”.
“Repartidor de pizzas: tienes dos
carreras y un master, pero no consigues un empleo estable”.
¿Ves la diferencia?
Entonces, ¿qué debes de hacer?
Muy sencillo, tienes que juntar
ambos aspectos.
¿Cómo?
Yendo a las raíces de tu
profesión.
Vamos a verlo con un ejemplo:
ELLA:
¿Y a qué te dedicas?
TÚ: Bueno, siempre he tenido el
sueño de ser escritor, y desde que soy muy niño escribo sin parar. Relatos,
cuentos, novelas cortas, de todo un poco. Ahora, he presentado relatos a varios
certámenes, ¡a ver si hay suerte!
ELLA: ¡Vaya! ¡Qué interesante!
¡Espero que me dejarás leer algo de lo que hayas escrito!
TÚ: Sin duda. El problema es que,
de momento no me da para vivir, así que me tengo que ganar la vida con trabajos
de mala muerte. Por ejemplo, ahora estoy repartiendo pizzas.
ELLA: Lo importante es que estás
persiguiendo un sueño.
¿Ves como varía la situación?
Si en un principio le hubieras
dicho que eres repartidor de pizzas, ella hubiera pensado que eres un
fracasado. Sin embargo, al contarle la historia de tu sueño, ella te ve como un
tipo interesante que busca un objetivo vital.
Has pasado de ser un fracasado a
ser un tipo interesante.
Y, esta estrategia, también
funciona en el caso contrario.
¿A qué me refiero?
Tener una buena profesión está
bien, sobre todo para ti, pero puede llegar a sentirse en inferioridad, y eso
no te interesa.
Así que puedes utilizar las
raíces para acercarte a ella.
Por ejemplo:
ELLA:
¿Y a qué te dedicas?
TÚ: Bueno, a
mí siempre me ha gustado actuar. Siempre estaba en la obra del colegio y del
instituto, y luego en cualquier grupo de teatro que surgía en mi barrio.
ELLA: ¡Qué interesante!
TÚ: Sí, el problema es que mi
padre es médico, y mi madre enfermera, así que, desde muy pequeño me han
inculcado la obligación de estudiar medicina, sí o sí. Por tanto, no he tenido
mucha opción, y ahora mismo soy médico.
ELLA: ¿Y te gusta?
TÚ: ¡Qué va! A mí lo que me gusta
es actuar. Lo que pasa es que o no tengo mucho talento, o me ha faltado la
suerte, así que, el caso es que no me sobra el trabajo de actor. Por lo que,
hasta que pueda vivir de ello, ejerzo de médico.
ELLA: ¡Seguro que acabarás
triunfando!
Has
conseguido que ella no solo no se sienta intimidada por tu profesión, sino que,
además, aprecia lo dura que ha sido tu vida y trata de animarte.
De esta forma, estás consiguiendo
un doble efecto. Has logrado vencer en la superficialidad (ella sabe que eres
médico, y lo asocia a dinero y posición), y en las raíces (el hecho de que seas
médico ahora, se debe a una gran cantidad de circunstancias vitales).
Pero, aún hay más.
Utilizando la estrategia de las
raíces de tu profesión, conseguirás puntos comunes con tu objetivo, sin
proponértelo.
Aunque no te lo creas, todos
pasamos por circunstancias vitales similares cuando somos jóvenes: todos hemos
tenido un sueño que no hemos llegado a alcanzar, todos hemos sufrido
imposiciones paternas o maternas, todos hacemos concesiones en nuestro trabajo
para poder sobrevivir,…
Por tanto, el hecho de utilizar
las raíces, en lugar de contestar directamente con tu profesión te ayudará a
captar esos puntos en común con tu objetivo.
Por ejemplo, si retomamos el primer ejemplo que te
ponía:
ELLA:
¿Y a qué te dedicas?
TÚ: Bueno, siempre he tenido el
sueño de ser escritor, y desde que soy muy niño escribo sin parar. Relatos,
cuentos, novelas cortas, de todo un poco. Ahora, he presentado relatos a varios
certámenes, ¡a ver si hay suerte!
ELLA: ¡Vaya! ¡Qué interesante!
¡Yo también escribo! Pero como tú, no consigo que nadie me publique ni ganar
ningún certamen.
TÚ: ¡Qué coincidencia! Si te
parece, podemos quedar algún día e intercambiar nuestros relatos. Así tendremos
la opinión de un colega.
ELLA: Suena bien. ¡Me gusta la
idea! Bueno, ¿y qué haces para sobrevivir?
TÚ: Reparto pizzas. No es gran
cosa, pero me da para pagar el alquiler.
ELLA: No te quejes, yo trabajo en
un restaurante temático.
TÚ: ¿Qué tema?
ELLA: Años 50.
TÚ: No me digas más. Me imagino
lo peor.
ELLA: Exacto.
¿Ves lo que ha pasado?
Al acudir a tus raíces para
explicarle a que te dedicas, has conseguido poner de manifiesto un aspecto
común que tienes con ella.
Acabas de dar un gran salto en tu
generación de confort. Ahora ella se siente identificada contigo. Compartís un
sueño, el escribir, y una pesadilla, un trabajo que odiáis. Y todo ello sin buscarlo deliberadamente.
Esto es lo fantástico de esta
estrategia.
Pero no solo eso. ¡Aún hay más!
Cuando acudes a tus raíces, y le
explicas como has llegado a dedicarte a lo que te dedicas, estás explicándole
una serie de decisiones que has tomado a lo largo de tu vida.
Y las decisiones que tomamos
marcan el tipo de personas que somos.
Así que, ahí tienes una nueva
forma de hacerle ver esos aspectos de tu personalidad que te interesa que ella
aprecie.
Por ejemplo, imaginemos que
quieres que ella vea que eres un tipo que se preocupa por los demás:
ELLA:
¿Y a qué te dedicas?
TÚ: Bueno, el hecho es que no me
veía encerrado en una oficina de lunes a viernes, y de 9 a 5, así que cuando
acabé mis estudios de Económicas, me marché con una ONG a la India, para
colaborar en sus proyectos.
ELLA:
¡Vaya! ¡Qué interesante!
TÚ: Estoy de acuerdo. Y aprendí
un montón. No solo a nivel profesional, sino también a nivel personal.
ELLA:
Me lo imagino.
TÚ: Bueno, el caso es que aquello
me enganchó, y ahora gestiono la delegación nacional de esa ONG. Es un trabajo
relacionado con mis estudios, pero, lo más importante, me permite ayudar,
dentro de mis posibilidades, a los más desfavorecidos.
ELLA: Sin duda.
¿Ves como funciona?
Sin decirle explícitamente como
eres, le estás dando la información suficiente para que ella se haga una idea
del tipo de persona que eres.
Bien, como ves esta estrategia de
utilizar las raíces para explicar la profesión a la que te dedicas ofrece
múltiples ventajas, que podrás utilizar durante tu proceso seductivo.
Así que espero que nunca más
contestes directamente cuando alguien te pregunte a que te dedicas.
Busca
en tus raíces y explícale la razón de que te dediques a lo que te dedicas.
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