CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

Caso Práctico De Éxito: La Recogida


Recuerdo mis años universitarios con nostalgia. Fueron años de diversión, de juergas, de timbas, y de seducción a raudales.

Sin embargo, no recuerdo nada de lo que aprendí en sus clases. Por alguna razón, mi memoria ha seleccionado los recuerdos que más le interesaban y ha eliminado todos aquellos que ocupaban información innecesaria en mi cerebro.

Recuerdo, con especial cariño, las fiestas que celebrábamos en casa de mi amigo Jaime.

Jaime tenía una virtud que le hacía diferente de todo el resto de mis amigos: sus padres eran ricos. 

Así que en lugar de un pisito en el extrarradio tenían un chalet pareado en una de las mejores zonas de Madrid, ideal para celebrar fiestas hasta últimas horas de la noche.

Ello, junto con el hecho de que cada fin de semana sus padres se marchaban a su chalet de la sierra, hacía que Jaime celebrara una fiesta en su casa todos los viernes del año escolar.

Ese viernes me llamó para pedirme un favor.


-   Óscar, ¿me podrías hacer un favor?

-   Dime.

-   Verás, resulta que una amiga de mi novia llega al aeropuerto esta noche, y tendríamos que ir a recogerla, pero es que estamos superliados con el tema de la fiestuqui, ¿podrías ir a recogerla?

-   ¿Está buena?

-   Ya sabes que yo solo me junto con tías que estén buenas.

-   De acuerdo, entonces, ¿cómo se llama?

-   Nerea.

-   Hora y terminal.

-   Llega a las 21:00, a la terminal 1, en el vuelo de Iberia que llega de Zurich.

-   Bien, allí estaré.

-   Gracias, tío, te debo un favor.


La verdad es que no me apetecía especialmente el ir a recoger a una chica que no conocía al aeropuerto, especialmente, porque las posibilidades de que fuera atractiva eran de una entre un millón.

Jaime era bueno en muchas cosas, pero tenía un defecto esencial: no tenía gusto para las chicas. 

A eso de las nueve llegué al parking de la terminal 1, y me dirigí a la puerta de entrada. Comprobé que el avión acababa de aterrizar y saqué del bolsillo de mi chaqueta el cartel anunciador que me había preparado. 

Obviamente, decía: NEREA.

Unos cinco minutos después, un adefesio de metro cuarenta se acercó hacia mí, y supuse que sería Nerea. Sin embargo, pasó de largo.

Al rato, una chica morena de curvas vertiginosas salió por la puerta. Parecía perdida. Buscaba con la mirada sin saber muy bien donde buscar. 

Entonces, su mirada se fijó en mi cartel y se acercó hacia mí.

¡No podía ser verdad!

-   Hola, soy Nerea, ¿qué tal?

-   Hola, soy Óscar, amigo de Jaime. 

Nos dimos los dos besos de rigor. Yo todavía no me podía creer que aquella maravilla de la naturaleza fuera amiga de la novia de Jaime.

-   Tengo el coche en el parking. Por aquí.

Durante el camino hacia el coche no hablamos demasiado. Simplemente, la cortesía de rigor: ¿qué tal el viaje?, cansado, ¿y la comida?, ¡bah! Una mierda, ¿es la primera vez en Madrid?,…

No solo era guapa y muy, muy atractiva, sino que también tenía una voz muy sensual, y una sonrisa encantadora.

¡No me lo podía creer!

-   ¿Quieres que te lleve a algún lado o directamente a la fiesta de Jaime?

-   No, no, ¡a la fiesta directa! Vengo de casa de mis padres, y necesito desfogarme.

-   ¿En todos los sentidos?

-   Bueno…, eso depende.

-   ¿Depende de qué?

-   De los chicos que haya en la fiesta.

-   (Sonrisa).

-   (Sonrisa).

Sabía que quizá no nos conociéramos lo suficiente para que yo pudiera haber utilizado ese comentario, pero también sabía que debía dominar lo que no se dice desde un principio.

Además, con ese comentario marcaba el tono en el que se tendría que desarrollar nuestra conversación. Ella había respondido, así que podía seguir por ahí.

-   Tienes que tener cuidado con los chicos españoles, no somos como los suizos.

-   ¿A qué te refieres?

-   No somos, digamos…, tan neutrales.

-   (Sonrisa) Eso espero.

-   ¿Has estado mucho tiempo por allí?

-   Un par de años. Mi madre es suiza, así que cuando mi padre se jubiló nos mudamos allí para que ella pudiera vivir en su país, pero…

-   ¿Pero?

-   No me gustaba mucho, así que he decidido regresar.

-   Eso está bien, especialmente para los chicos españoles.

-   (Sonrisa).

Sus ojos eran de un color turquesa realmente turbador. Casi no era capaz de concentrarme en la carretera.

-   ¿Y qué vas a hacer por aquí?

-   Vengo a hacer un Máster, en Comercio Exterior.

-   Suena interesante.

-   ¡Bah! Solo ha sido una excusa para salir de Suiza. Ya sabes, mi padre no me hubiera dejado sin una causa justificada, pero yo lo que quiero es ser actriz, así que seguramente me apuntaré a una escuela de interpretación.

-   ¡Qué interesante!

-   ¿Y tú? ¿Qué haces en la vida?

-   Nada especial, hago como que estudio Economía.

-   O sea que serás un especialista de la gestión de recursos y todo eso.

-   Ya te digo. La verdad es que tengo un buen banco de pruebas.

-   ¿A qué te refieres? 
-   A gestionar los recursos que la naturaleza me ha dado en forma de cuerpo, e intentar sacar rendimiento de ellos.

-   (Sonrisa)

Finalmente, llegamos a la fiesta. 

Allí nos mezclamos entre el resto de la gente, con un ¡nos vemos en la fiesta!

Yo me marché al bar, y allí tomé unas copas con mis amiguetes mientras les contaba lo atractiva que era la amiga de la novia de Jaime.

Al rato, nos encontramos por casualidad en mitad de la nada. Fue ella la que empezó a hablar.
-   ¡Vaya! Nos volvemos a encontrar. Aunque ahora no llevabas ningún cartel anunciador.

-   No me hacía falta. Estaba seguro de que me reconocerías.

-   ¿Por qué estabas tan seguro?

-   Intuición masculina.

-   (Sonrisa)

Seguimos hablando durante largo tiempo, aislándonos del resto de la fiesta.

Poco a poco, el resto de invitados se fueron marchando, y para cuando Jaime se acercó hacia mí para pedirme que me marchara, ya había escalado todas las etapas de kino.

Le pedí que se viniera conmigo a tomar la última en un local que conocía, y ella accedió encantada.

Allí nos besamos, una y otra vez. Y esa noche comencé una relación genial, hasta el día que ella se tuvo que marchar a Suiza por el fallecimiento de su padre.

Desde ese momento, no la he vuelto a ver, pero siempre tendrá un lugar en mi memoria.



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