En la vida se pasan buenos y malos momentos en todos los aspectos, y la vida sentimental no iba a ser menos.
Así estaba yo, en una muy mala racha en mi vida
sentimental, con casi dos años sin haber estado con ninguna mujer.
Sentía que necesitaba cambiar algo de mi método, buscar en
nuevos lugares, porque aquella situación era ya insostenible desde cualquier
punto de vista.
Por ello, decidí inscribirme en una
de esas páginas de Internet que garantizan citas con mujeres que se parecen a
ti mismo, con la idea de que si ya salía con chicas parecidas a mí, tendría mayores posibilidades de conseguir
el éxito.
Tras un par de días, recibí unas cuantas direcciones de
correo electrónico de diferentes mujeres, de las cuáles solo me interesé por
una.
Se llamaba Jessica, y me interesé por ella porque entre sus
hobbies y gustos no ponía nada típico, como podía ser el cine, la música o el
salir de fiesta, no, ella ponía simplemente que le gustaba pasarlo bien, en
todos los ámbitos de la palabra.
Entonces, decidí escribirle un correo de presentación:
Hola, Jessica,
Seguro que éste no será más que uno más de los cientos de
correos que habrás estado recibiendo en los últimos días, y que estarás harta
de fracasados y divorciados que se aferran a esta última posibilidad para
conseguir una cita con una chica interesante.
Pero alégrate, porque por fin te escribe un tipo
interesante. Soy guapo, inteligente, con sentido del humor, y con un buen
trabajo. El único problema que tengo es que … no tengo abuela.
Así que, si estás interesada en que un divorciado te cuente
su vida, o en que un becario en paro te cuente lo duro que es su vida laboral,
no me escribas. Sólo si quieres una cita interesante y llena de emoción,
escríbeme. Eso sí, siempre que estés preparada para ello.
Hasta luego,
Javier
Utilicé la estructura que había aprendido en mis boletines
de seducción. Con un entendimiento de su realidad, generándola curiosidad, y
acabando con un desafío para ella.
No podía equivocarme con una fórmula tan precisa.
Y, efectivamente, al día siguiente recibí una contestación
por parte de Jessica:
Hola Javier,
Es cierto que he recibido docenas de correos de fracasados
y divorciados en general, y el hecho de recibir un correo de parte de un
arrogante misógino es de agradecer, ya que por lo menos me ofrece algo
diferente.
Sin embargo, no veo la razón de quedar contigo, a no ser
que me ofrezcas algo más interesante que promesas en el aire, y frases
pretenciosas sin ningún contenido más allá de las letras que forman sus palabras.
Así, que si quieres conocerme tendrás que ser capaz de
convencerme.
Hasta luego,
Jessica
Aunque ella utilizaba un tono agresivo, estaba claro que le
había gustado mi correo, porque de otra forma no me habría contestado.
Veía que tenía una oportunidad delante de mis ojos, así que
tenía que aprovecharla. En mi siguiente correo tenía que intentar quedar con
ella de alguna forma:
Hola Jessica,
Me alegra que me hayas contestado, aunque he de decirte que
no esperaba que lo hicieras, porque no es fácil encontrar a mujeres con las
agallas suficientes como para juntarse con tipos como yo.
De todas formas, si quieres realidades te las daré. Te
ofrezco una cena romántica, con velas de incienso, en el mejor restaurante
italiano de la ciudad, donde podrás comerte una pizza puramente napolitana, a
precios del mismo Nápoles. Y todo ello sin ningún mafioso cerca que te pueda
amargar la velada.
¿Te atreves? ¿O te protegerás detrás de esa actitud de
superioridad?
Un saludo,
Javier
Ya le había lanzado el anzuelo, y ahora faltaba que ella
picara. En su informe había leído que le gustaba la comida italiana y las
películas de mafiosos, así que tenía que aprovecharlo.
Además, acusándola de utilizar una actitud de superioridad,
conseguía que ella sintiera la necesidad de probarme que no era tan arrogante,
y me garantizaba un nuevo correo electrónico de respuesta.
Hola Javier,
Veo que por lo menos has tenido la decencia de leerte mi
informe antes de escribirme el correo, lo cuál dice algo en tu favor.
Respecto a lo de la cena, creo que dejaré de lado esa
actitud de la que hablas, y aprovecharé la ocasión para que me invites a esa
pizza de la que hablas, aunque he de decirte que es difícil no sentirse
superior cuando se habla con tipos sin esencia alguna.
Espero que contigo tenga que dejar esa actitud.
Un saludo,
Jessica
Bien, ya lo tenía. Ella había aceptado cenar conmigo. Este
era el momento de fijar la cita y conocerla.
La verdad es que la chica prometía, y como había imaginado,
tenía algo más en su cabeza que la mayoría de mujeres que había conocido, lo
cuál era de agradecer.
Hola Jessica,
Te tomo la palabra, y fijo nuestra cena, para el jueves a
las 22:00 en el restaurante “Laura´s” de la Calle Virgen del Lluc.
Allí te espero con una americana marrón
oscura, y con toda mi arrogancia misógina. Hasta el jueves,
Javier
Esa misma tarde recibí la contestación.
Hola Javier,
Allí estaré.
Llevaré mi actitud de superioridad conmigo, pero no te diré
lo que llevaré puesto, por si me apetece salir corriendo al verte.
Hasta el jueves,
Jessica
Sin duda, era una chica con sentido del humor, lo cuál me
gustaba.
La noche del jueves llegué al restaurante diez minutos
antes de la hora fijada. Entré y me senté en la mesa que tenía reservada.
Quería estar antes de tiempo y esperándola en la mesa, para
poder jugar el juego desde un lugar ya conocido.
A las diez en punto una chica morena
de rasgos indígenas, larga melena negra y andares elegantes se dirigió a mi
mesa.
- Javier,
supongo.
- Supones
bien, lo cuál quiere decir que tú debes de ser Jessica.
- Hasta
que no se demuestre lo contrario, sí.
- Bien,
pues encantado de conocerte. Siéntate, por favor.
Se sentó y comenzamos una conversación muy animada con
grandes dosis de sentido del humor y algún giro de seriedad.
Fue, sin duda, una de mis mejores citas en mucho tiempo.
Tras la cena, la acompañé a su casa y me tomé una última
copa en su sofá.
Y aquella noche, comencé una relación que terminó en boda,
dos años después. Y todo gracias, a un correo electrónico bien estructurado,
sin el cuál nunca habría llegado a conocerla.
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