CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

Mecanismos Defensivos


Actitudes inconscientes defensivas contra la inseguridad y la angustia


El Yo–idea tiene que estar constantemente controlando, integrando y coordinando las exigencias de su mundo interior y las del mundo exterior. Ambas exigencias son, a menudo, contradictorias por lo que se origina un conflicto en la mente que va acompañado de los síntomas de alarma, tensión y angustia.


Para intentar resolver este problema y huir de la angustia el Yo–idea adopta diversas actitudes que producen un alivio transitorio de la tensión. Pero la persona no puede adoptar las correctas actitudes que idealmente resolverían el conflicto, porque no puede dejar de actuar en función de los valores del Yo–idea. Y mientras el Yo–idea continúe existiendo con sus deformaciones básicas, todos los procesos mentales que se deriven de él, adolecerán necesariamente de las mismas deformaciones. Por esto, aunque se vea lo inadecuado o infantil de esas reacciones, no se debe ir contra ellas, ya que dependen de otra actitud más honda y primordial, la de la total identificación de la realidad del sujeto con su Yo–idea. Sólo descargando la tensión exagerada del inconsciente y recuperando la conciencia habitual del Yo–experiencia se pueden hacer desaparecer tales artificios engañosos y, a la vez, alcanzar una más profunda armonía con el mundo.

Las actitudes o reacciones defensivas automáticas que suele adoptar el Yo–idea frente a la presión de los contenidos del inconsciente incompatibles con sus valores aceptados conscientemente, son, principalmente, las siguientes:

La represión.
La racionalización.
La regresión.
El aislamiento.
La acción contraria.
La identificación.
La proyección.
La sublimación.

A veces, lo que se intenta disminuir no es la presión de lo inconsciente, sino más bien la fuerza de la situación exterior amenazante. Entonces, las principales actitudes son:

La negación.
La limitación o renuncia.
La identificación con el no–yo.

LA REPRESIÓN. – En psicoanálisis se entiende por represión no sólo el hecho de que un acto, un deseo o una idea se inhiban y no lleguen a expresarse, sino además que la persona ya ni siquiera se da cuenta de que tal impulso o deseo ha existido y se ha ocultado de su percepción interna.

Este carácter automático de la represión es la que hace que muchas personas no puedan ser conscientes de la existencia de determinados rasgos caracterológicos que están en pugna con los.valores de su Yo–idea: hostilidad, miedo, envidia, ambición, etc.

Hay que distinguir esta clase de represión, que tiene un carácter automático e inconsciente, de la represión voluntaria que la persona ejerce sobre aquellas manifestaciones que son perjudiciales o inadecuadas en su conducta consciente.

LA RACIONALIZACIÓN. – Este término tiene en Psicoanálisis una acepción muy distinta de la que recibe en la ciencia de la organización del trabajo.

Todos sentimos la necesidad de que nuestra conducta quede justificada lógicamente, es decir, que obtenga la aprobación del Yo–idea. Pero como la verdadera motivación de nuestros actos, a veces, no tiene un origen lógico, sino impulsivo o emotivo, resulta que para justificar racionalmente tal conducta hay que buscar como sea argumentos que sean o parezcan ser convincentes. Este complicado proceso mental por el que intentamos convencemos a nosotros mismos de la justificación racional de determinado acto o impulso, es la racionalización.

También este mecanismo tiene un carácter automático y muchas veces es totalmente inconsciente. No se trata, pues, de que el individuo trate de engañar a nadie deliberadamente; es la sobrevaloración de su Yo–idea que le fuerza a engañarse a sí mismo, ya que no puede aceptar el ser o actuar de modo diferente a la imagen de su Yo.

LA REGRESIÓN. – Es la tendencia a volver a modos de conducta más primitivos o infantiles cuando la persona se encuentra en dificultades para adaptarse a una situación actual. Esto obedece a la tendencia a refugiarse en experiencias placenteras del pasado frente a lo desagradable del presente.

Esta clase de reacción es muy frecuente en las personas cuyo Yo–experiencia no ha evolucionado debidamente. Al encontrarse débil en un nivel, tiende a regresar a otro más elemental.

EL AISLAMIENTO. – Es la tendencia a separar las conexiones que existen entre un síntoma y su causa, viendo aquél como algo totalmente independiente en sí mismo. Tal ocurre, por ejemplo, a quien rehuye asistir a espectáculos en locales lujosos alegando que no le gusta pagar por las cosas más de su valor o porque la gente que los frecuenta es antipática, cuando la verdadera razón es que al ir a tales lugares se despierta su angustiosa sensación de fracaso económico o social. La conexión entre esta causa y su síntoma está reprimida y el sujeto cree sinceramente que la razón que da de su desagrado es verdadera.

LA ACCIÓN CONTRARIA. – Para defenderse de la sensación de culpabilidad con que se presentan muchos de los impulsos del inconsciente, la persona siente en ocasiones la necesidad de hacer exactamente lo contrario de lo que el impulso sugiere, como si quisiera convencerse a sí misma de la verdad de su virtud y de la mentira o no existencia del impulso reprimido.

Es frecuente este fenómeno en personas que tienen hostilidad reprimida hacia otras, y muy especialmente si se trata de familiares. Por ejemplo, el caso de la persona que sueña que a su madre le ocurre un grave accidente – impulso inconsciente a librarse de su presencia – y que al despertar se siente obligado a hacerle especiales demostraciones de cariño.

LA IDENTIFICACIÓN. – Este es uno de los fenómenos más interesantes de nuestra mente. Consiste en asociar toda la noción de realidad del sujeto con uno de sus contenidos mentales, con una idea o representación determinada, que lo mismo puede proceder del exterior que de la propia mente del sujeto.

Lo vemos y vivimos constantemente. Mientras estoy contemplando una película que me gusta, yo me siento como si fuera el personaje de la pantalla, sufro con sus problemas y me alegro con su triunfo: Yo me vivo en él. Por otra parte, cuando tengo una idea importante o un sentimiento muy vivo, en aquellos momentos sólo soy consciente de mí mismo en tal idea o sentimiento, es decir, como si todo yo me confundiese e identificase con aquella idea o emoción. Constantemente me estoy viviendo a mí mismo como si fuera tan sólo alguno de mis fenómenos o procesos mentales. En cada momento paso de una identificación a otra, y por lo tanto, tomo la parte por el todo; sufro grandes disgustos, me ilusiono con facilidad, tengo ideas geniales que después descubro son absurdas o impracticables, dramatizo las situaciones personales, etc.

Pero aquí, hemos de referimos a la identificación únicamente como recurso automático de la mente para escapar a la angustia interior. La forma más corriente consiste en sentir y actuar de la misma manera que determinada persona a quien se admira: el padre, el maestro, el jefe, u otro personaje cualquiera. No se trata sólo de una imitación externa, sino que existe también un sentirse a sí mismo como si fuera en cierta forma aquella persona: el niño adopta en ocasiones la pose de su padre o de su madre cuando habla a otros más pequeños que él, etc.

Una forma parcial de la indentificación es la introyección, que consiste en retener exclusivamente alguna de las cualidades de la otra persona: la autoridad, el aplomo, etc.

LA PROYECCIÓN. – Viene a ser un mecanismo inverso al anterior. Aquí, el sujeto tiende a atribuir a otra persona la posesión de aquellas tendencias reprimidas que no son aceptables a su Yo–idea. Quien tiene hostilidad reprimida cree ver en todos los demás actitudes hostiles, sin darse cuenta de la suya propia. Cuando uno está enamorado, tiende a ver en la mujer amada una serie de cualidades que quizás sólo existen en su propio inconsciente, etc.

LA SUBLIMACIÓN. – Es el proceso mediante el cual la carga energética se desplaza y se exterioriza a través de otro nivel superior. El impulso sexual puede así sublimarse y convertirse en nuevos impulsos creadores en el plano intelectual o estético; la inmovilidad física forzada, como en el caso de ciertos enfermos o personas encarceladas, puede traducirse en un estímulo para escribir, pintar, etc.

LA NEGACIÓN. – Es la tendencia a deformar o hasta negar la realidad exterior desagradable. Esta negación puede hacerse mediante actos, palabras o simplemente en la imaginación.

LA LIMITACIÓN O RENUNCIA. – Consiste en la tendencia a dejar de interesarse del todo por lo que se estaba haciendo cuando surge el peligro de quedar en mal lugar respecto a otros o de merecer alguna crítica. Lo característico de esta actitud no consiste en la renuncia exterior a la acción, sino en el hecho de que interiormente se corta toda conexión afectiva con la referida actividad.

LA IDENTIFICACIÓN CON EL NO–YO.– Esta curiosa reacción defensiva consiste en adoptar la misma actitud de la persona que constituye la amenaza exterior.

Para ilustrar tal mecanismo relata Tallaferro en su libro sobre Psicoanálisis, la experiencia de Aickhom, quien, en cierta ocasión, trató a un niño que tenía la costumbre de hacer extrañas muecas cuando era reprendido. Su maestro se quejaba de que el pequeño reaccionase de una manera tan extravagante y anormal frente a sus amonestaciones y reproches. Por lo general, en tales ocasiones hacía aún más muecas. Todo quedó aclarado cuando el niño las repitió durante la consulta. Pues como el maestro estaba presente en ella y le riñó, el psicoterapeuta pudo advertir que los gestos del niño no eran nada más que una caricatura de la expresión de enojo de su maestro. En el trance de soportar las reconvenciones, el pequeño dominaba su angustia mediante una inconsciente imitación de la expresión irritada de su maestro.

Todos los mecanismos defensivos que hemos expuesto tienen en común el rasgo de ser totalmente inconscientes y automáticos, y por lo tanto, la persona desconoce su verdadera razón de ser y suele rechazar vehementemente toda explicación de tales fenómenos.
Al mismo tiempo, por el hecho de que ninguna de esas actitudes inconscientes permite vivir la situación de un modo pleno –exceptuando quizás la sublimación, en los casos en que se hace de una manera total–, no bastan para solucionar en su raíz, el verdadero problema. Son mecanismos automáticos que buscan soslayar por el momento el problema, no resolverlo.

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