COMO CRECER?
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus
árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan
alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía
dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como
el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca
que nunca.
El rey preguntó:
¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín
mustio y sombrío?
No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando
me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los
habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la
mejor manera que pueda".
Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu
fragancia. Simplemente mirate a vos mismo.
No hay posibilidad de que seas otra persona.
Podes disfrutarlo y
florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia
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ANIMARSE A VOLAR
..Y cuando
se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío,
no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar,
opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen
Dios te ha dado.
-Pero yo no
sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo
el padre.
Lo tomó de
la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás
volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez
en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me
caigo?
-Aunque te
caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el
siguiente intento –contestó el padre.
El hijo
volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había
caminado toda su vida.
Los más
pequeños de mente dijeron:
-¿Estás
loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está
delirando...
-¿Qué vas a
buscar volando?
-¿Por qué no
te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién
necesita?
Los más lúcidos
también sentían miedo:
-¿Será
cierto?
-¿No será
peligroso?
-¿Por qué no
empiezas despacio?
-En todo
casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde
la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven
escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la
copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus
alas.
Las agitó en
el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...
Con un gran
chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me
mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú.
Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío –
dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario
para que las alas se desplieguen.
Es como
tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para
aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno
quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
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ANIMARSE A VOLAR
..Y cuando
se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío,
no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar,
opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen
Dios te ha dado.
-Pero yo no
sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo
el padre.
Lo tomó de
la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, este es el vacío. Cuando quieras podrás
volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez
en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me
caigo?
-Aunque te
caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el
siguiente intento –contestó el padre.
El hijo
volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había
caminado toda su vida.
Los más
pequeños de mente dijeron:
-¿Estás
loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está
delirando...
-¿Qué vas a
buscar volando?
-¿Por qué no
te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién
necesita?
Los más lúcidos
también sentían miedo:
-¿Será
cierto?
-¿No será
peligroso?
-¿Por qué no
empiezas despacio?
-En todo
casa, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde
la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?
El joven
escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la
copa de un árbol y con coraje saltó...
Desplegó sus
alas.
Las agitó en
el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...
Con un gran
chichón en la frente se cruzó con su padre:
-¡Me
mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di! No soy como tú.
Mis alas son de adorno... – lloriqueó.
-Hijo mío –
dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario
para que las alas se desplieguen.
Es como
tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.
Para
aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno
quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como
siempre.
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