"Durante
la... preparación, enfrentamos el desafío de probar que somos competentes,
valientes, y poseemos humanidad y fidelidad... Durante la travesía, abandonamos
la seguridad de la familia, o la tribu y nos embarcamos en una misión en la que
hallaremos muerte, sufrimiento y amor. Pero... nuestro Self... se transforma.
(y) cuando se produce nuestro retorno...nos convertimos en Gobernantes de
nuestros reinos" ( Ibid., pág. 23)
Despertar al héroe
interior que hay en cada uno de nosotros, nos habilita para hacer la travesía.
Tener la fortaleza para pasar la puerta de "lo familiar-seguro"
para ingresar en el mundo de "lo no familiar-incierto-inseguro" es, a
mi juicio, llegar al impasse y trascenderlo; es despertar el héroe interior.
"El modo de librarnos de la posesión de la Sombra es poner en marcha
nuestro potencial heroico... El héroe está... dormido. Nuestra tarea es
despertarlo". (pág. 35)
El camino hacia el
reencuentro personal a través del impasse
El camino hacia mí
mismo empieza, creo, en el momento en que me puedo aceptar como este ser
confuso, diverso, cambiante todo el tiempo, habitado por esa multitud de
"personajes" cada uno con necesidades propias, muchas veces
contradictorias, que ven e interpretan el mundo a su manera. Esto ocurrirá una
vez que acepte que todos los "personajes", por absurdos y caprichosos
que parezcan, merecen ser escuchados sin prejuicios, una vez que me dé cuenta
de que mi trabajo es hacer lo mejor posible para armonizar esos impulsos
caóticos.
Llegar al impasse
es vivir el momento afortunado de soltarse, de sentir la fortaleza para
lanzarse al aire, para abandonarse al "misterio" que supone la fe en
sí mismo y en esas fuerzas bienhechoras incomprensibles, pero presentes.
Ciertamente llegar
al impasse no es una cuestión de "voluntad"; de ser así sería muy
sencillo. Es algo mucho más difícil que requiere un cierto nivel de integración
de las energías internas que permitan a la persona vivir el "terror"
del vacío", del "morir para renacer". Por eso siento –lo digo de
nuevo- que emprender el camino hacia el impasse es un trabajo muy difícil y
heroico.
¿Quién sufre,
quién registra la experiencia?
Pero ¿qué parte de
mí tiene a su cargo el trabajo de "dejarse morir" de "dejarse
caer al vacío"?; ¿quién sufre, quién siente el dolor, quién es el que le
tiene miedo a la muerte, quién crea y resiente la fantasía catastrófica? No son
mis "personajes", no son mis "selfs", no es mi
"sombra". Es éste, "el de la voz", "el que
habla", este "yo-consciente". Desde esta consciencia registro
toda la experiencia de mi persona.
Freud dice algo
que me aclara:
El yo tiende al
placer y quiere eludir el displacer. Responde con la 'señal de angustia' a un
aumento esperado y previsto de displacer, calificándose de 'peligro' el motivo
de ese aumento, ya amenace desde fuera o desde dentro.
Y agrega en otra
parte:
El yo gobierna los
movimientos voluntarios. Su área es la autoafirmación y la realiza... frente al
mundo exterior; aprende a conocer los estímulos, acumula (en la memoria)
experiencias sobre los mismos, evita... los que son demasiado intensos,
enfrenta... los moderados, y.. aprende a modificar el mundo exterior
adecuándolo a su propia conveniencia" (Freud, 1992, pág. 13)
Yo creo que
ninguna parte de la persona registra el placer-displacer, más que la que está
consciente de sí misma y que se puede percibir. Este "yo-consciente"
capta, sufre, goza, llora, se alegra, se angustia. Es esta parte la que sabe de
la muerte y le teme; la que siente el miedo; la que percibe la seguridad y la
fuerza; la que capta al espíritu o se siente desolada porque no lo encuentra.
El "yo-consciente" es el centro en el que converge toda la
experiencia, de donde venga: del mundo exterior o de dentro de la persona.
Otra descripción
posible de esa entidad que "registra la experiencia", es el concepto
de la "frontera de contacto". Perls dice que:
El estudio de la
manera en la cual una persona funciona en su medio es el estudio de lo que pasa
en la frontera-contacto entre el individuo y su medio. Es en esta
frontera-contacto, donde se producen los eventos psicológicos, nuestros
pensamientos, nuestras acciones, nuestro comportamiento, nuestras emociones,
son nuestro modo de experiencia y de encuentro de estos acontecimientos
fronterizos" (Ginger, 1993,
pág. 147)
Yo comprendo que a
través de mi frontera de contacto registro mis experiencias, y percibo mis
sensaciones, sentimientos y necesidades.
Aquello -llámese
como se llame- que está o que opera "dentro" de esas fronteras, es mi
"yo-consciente"; en la medida que me aventuro cerca de mi frontera,
en el borde mismo, o más allá de ella, más cerca estoy de ese mundo extraño
donde habitan mis "personajes".
La percepción de
mi "yo-consciente-libre"
Hoy por hoy me
cuesta mucho trabajo llegar, pero sobre todo mantenerme en el impasse; cuando
puedo hacerlo, experimento mucha angustia y me regreso a la orilla de donde
partí. Mi "cuartel general" sigue estando "de este lado".
Sin embargo sigo tratando.
Hace unos días
tuve una vivencia extraordinaria. Podía dejarme sentir cualquier cosa que
llegara a mi consciencia y observarla con serenidad, sin oponerme a ella y sin
hacer juicios de ningún tipo. Durante ese tiempo me dejé vivir mis odios, mis
resentimientos, las actitudes que detesto de mí; y también las alegrías
intensas, las actitudes personales que me gustan, los momentos de tranquilidad,
y los de poca o nula sensibilidad.
Todo -lo bueno, lo
malo, lo detestable y lo que me enorgullece- era mío, y por ese simple hecho,
se convertía en respetable. Podía observar "aquello"
y decir, por ejemplo, "esto no me agrada de mí pero es mío; lo respeto y
me queda claro que yo -Alejandro- no quiero ser así y estoy por encima de
eso". Podía así reconocerme mucho mejor, hacerme cargo de todo lo mío y
asumir mejor los riesgos que suponía un cambio de actitud.
Había una
sensación de libertad para la aceptación y para el cambio, y al mismo tiempo,
una claridad sobre mis limitaciones como ser humano; la seguridad de mi muerte,
por ejemplo, no era obstáculo para vivir, antes lo contrario. Había sensación
de fuerza y plenitud que se daba por igual en los momentos de placer como en
los de sufrimiento; nada quedaba afuera. De esta manera, durante varios días
estuve mucho más en contacto con las expresiones de varios de mis "personajes".
Ellos y mi "yo-consciente" se sintieron mucho más cómodos (y Yo
también, sea lo que sea éste
llamado Yo).
Sé que no estoy
diciendo nada nuevo; que en los libros esto se dice mucho. Fue precisamente
como vivir una parte esencial de la teoría que habla de la transformación y del
renacimiento. Nunca me sentí mas convencido del camino que he tomado para
crecer.
Quiero renacer,
pero en un ser diferente a lo que soy ahora; quiero cambiar muchos aspectos de
mí mismo y, aunque sé que es muy difícil lograrlo, sí he podido encontrar una
imagen "ideal" de ese tipo de persona. La leí en el libro "El
Eclipse de la Muerte "
de Becker, cuando hace referencia a lo que para Kierkegaard significaba ser
hombre, plasmada en su libro "Temor y Temblor", donde describe al que
llama el "caballero de la fe". Se la ofrezco como reflexión final:
Esta figura es el
hombre que tiene fe... y que vive concentrado en las energías de su Creador.
Acepta sin quejarse cualquier cosa que sucede en la dimensión visible, vive su
vida como un deber, se enfrenta sin remordimientos a la muerte. No hay
mezquindad tan mezquina que pueda poner en peligro sus designios; ninguna tarea
es tan terrible que esté más allá de su valor. Acepta el mundo en sus términos
y está totalmente más allá del mundo por su confianza en la dimensión
invisible. ... Este ideal (le) permite ser abierto, generoso, valiente, influir
en las vidas de los demás, enriquecerlas y estar abierto a ellas.... como no
siente temor a la vida ni a la muerte, no se aferra a sus semejantes, ni los
rebaja, ni los coacciona ni los manipula. (el caballero de la fe es) la
continua apertura a la vida sin la angustia de la muerte (y por ello constituye
) seguramente el más bello y desafiante (ideal) que ha tenido el hombre"
(Kierkegaard, citado por Becker, 1979, pag 380)
Bibliografía
BECKER, Ernest.
(1979). EL ECLIPSE DE LA
MUERTE. Editorial Fondo de Cultura Económica, Colección
Popular. México.
BRANDEN,
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GINGER, Anne. (1993) LA
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(1994). LEXICÓN JUNGUIANO. Editorial Cuatro Vientos. Santiago de Chile.
ZWEIG, C. y
ABRAMS, J. (recopiladores) (1993) ENCUENTRO CON LA SOMBRA. Editorial
Kairós. Barcelona.
Notas
1 A lo largo de
este texto, en vez de utilizar el término "neurosis" emplearemos el
de la "disfuncionalidad", acorde con el concepto de Maslow de que la
neurosis, más que una enfermedad, es una "disminución" de los
recursos de la persona. Sin embargo, en algunas partes del texto, cuando es
necesario o inevitable, se emplean equivalentemente.
Alejandro Unikel
Spector es terapeuta del Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt, donde
cursó también la especialización en sueños. Es
logoterapeuta de la Sociedad Mexicana
de Análisis Existencial y Logoterapia; y tiene una especialización en
Programación Neurolinguística.
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