CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

DIALOGOS MODELOS

Diálogo N° 1

Hijo: ¿Puedo quedarme levantado hasta las nueve y media para ver la competencia de gimnasia?
Padre: Lo lamento, mi amor, tu hora de ir a dormir es más temprano.
Hijo: ¡Pero las Olimpíadas se realizan solamente una vez cada cuatro años! Y yo quisiera competir en ellas algún día...
Padre: No. Debes ir a acostarte a las nueve. Ya conoces la regla.


Diálogo N° 2
Hijo: ¿Puedo quedarme levantado hasta las nueve y media para ver la competencia de gimnasia?
Padre: Mira, te la pasas encontrando motivos para que darte levantado después de la hora de irte a dormir, y mamá y yo estamos empezando a preocuparnos. Te permitiremos ver ese programa, pero esto tiene que terminar.

Diálogo N° 3
Hijo: ¿Puedo quedarme levantado hasta las nueve y media para ver la competencia de gimnasia?
Padre: Siempre tratas de buscar excusas para que te dejemos ir a la cama más tarde del horario establecido. La respuesta es “no”. Punto y se termina la discusión.
Hijo: Nunca me dan la oportunidad de explicar nada. ¡So lamente dicen no, no y no!

Diálogo N° 4
Hijo: ¿Puedo quedarme levantado hasta las nueve y media para ver la competencia de gimnasia?
Eso plantea un problema. Nosotros consideramos que es importante que te vayas a dormir a una hora razonable para que te vaya bien en la escuela al día siguiente. También consideramos que hay reglas que deben cumplirse. Si te dejáramos quedarte levantado hasta más tarde cada vez que hay un pro grama interesante en la televisión, la regla del horario para acostarse dejaría de existir. ¿Entiendes el peligro que esto encierra?
Hijo: Sí, creo que sí. Pero no volveré a hacerlo. Yo también quiero ser un atleta que compita en las Olimpíadas, y por eso quiero ver este programa.
Padre: Consideremos algunas soluciones posibles. Podríamos llamar a tu tío y pedirle que grabara el pro grama en su videocasetera; mañana iríamos todos a su casa y lo veríamos. Si tu tío no está ahora en su casa, llegaremos a un acuerdo. Te dejaremos que darte levantado hasta las nueve y media esta noche, pero en el futuro tendrás que ser tú quien disponga lo necesario para que alguien te grabe tos programas en video. A partir de hoy, el cumplimiento del horario de acostarse a las nueve de la noche será estricto. ¿De acuerdo?
Hijo: De acuerdo.

En el diálogo N° 1, el padre triunfa y no permite un pro ceso de negociación. Este resultado es muy común, pues es obvio que los padres tienen más poder que los hijos, sobre todo en las primeras etapas de la infancia. Aunque los padres elijan mantenerse firmes en lo referente a las reglas de la familia, tal vez se muestren dispuestos a explicar a su hijo por qué consideran que no pueden hacer excepciones a la regla, examinando, por ejemplo, la importancia de estar bien despierto en la escuela al día siguiente. Es posible que, pese a las explicaciones de sus padres, el niño sienta que se lo trata injustamente y se enoje o se resienta. Los niños manejan la hostilidad de diversos modos. Hay algunos que reprimen sus sentimientos, sus emociones implosionarán y harán que el niño se sienta desalentado y desmoralizado. Otros expresan sus sentimientos portándose mal. En cual quiera de ambos casos, la autoestima del niño podría correr peligro, sobre todo si pierde continuamente en estos conflictos de interés con sus padres.


Lamentablemente, hay padres que rechazan la posición de su hijo sin detenerse a examinar los puntos. Por lo común estos padres defienden su respuesta argumentando que una regla es una regla. Aunque la inflexibilidad sobre la aplicación de las reglas puede justificarse cuando los padres están convencidos de que su hijo es un “violador de reglas” crónico, puede tener implicaciones muy perjudiciales si el niño no tiene antecedentes de conducta de manipulación. La reacción del padre envía un mensaje muy claro: “Tus pareceres y tu posición no gozan de credibilidad”.


El niño cuyos argumentos son rechazados sin el debido proceso corre el riesgo de desarrollar asociaciones negativas con su habilidad para negociar conflictos de interés. Aun que decida utilizar un argumento más persuasivo la próxima vez que plantee algo, lo más probable es que llegue a la conclusión de que negociar con sus padres es imposible. Tal vez manifieste su enojo “contestando” de maneras directas o indirectas; tal vez se torne desobediente y haga adrede cosas para enojar a sus padres o resista pasivamente y quiebre las reglas subrepticiamente.


Otra posibilidad es que el niño llegue a la conclusión de que carece de habilidad para negociar, conclusión que podrá invadirlo por el resto de su vida. Ya adulto, quizás necesite realizar una negociación importante para vender una casa o conseguir un buen contrato de trabajo. Si se ha autoimpreso asociaciones negativas con su habilidad para negociar, se encontrará en desventaja tanto en lo económico corno en lo psicológico. Las experiencias negativas de la infancia no hacen más que afectar de manera negativa la autoestima y la autoconfianza del niño.


Aunque acaso sea necesaria más de una sola mala experiencia para socavar la confianza del niño en su habilidad para negociar, una serie de experiencias negativas durante los años de formación podría minar con facilidad esa auto- confianza, Si el niño es obligado a perder repetidas veces sencillamente porque tiene menos poder que sus padres, tal vez decida que es intrínsecamente impotente.


Puede que algunos padres consideren no negociable una regla como la del horario para ir a dormir. No obstante, puede haber razones excepcionales y justificables para que un niño quiera extender ese horario en forma temporaria o permanente. Por ejemplo, una niña de doce años puede estar convencida de que no necesita tantas horas de sueño como un niño de diez años, y tal vez sea justificable que piense así. Antes de rechazar categóricamente su posición, los padres podrían proponerle un experimento para determinar cuántas horas de sueño necesita ella, o podrían consultar el tema con un pediatra. Si la niña demostrara que en verdad es capaz de funcionar bien con menos horas de sueño, habría que reconsiderar su posición. La alternativa sería rechazar sus intentos de negociar y, en el proceso, negarle una oportunidad de aprender a negociar.


En el diálogo N° 2, el padre pierde y el hijo gana. Si el niño es un violador de reglas crónico, la respuesta del padre señala claramente que se ha “rendido” a la conducta de manipulación del hijo. Es probable que esta misma conducta se manifieste también en otros aspectos de la vida del niño. Por ejemplo, el chico puede haber decidido repartir diarios por las tardes; después de hacerlo varios días, se da cuenta de que debe trabajar más de lo planeado. Para ahorrar tiempo, trata de persuadir a su madre de que lo lleve a hacer el recorrido en auto, mientras él arroja los diarios desde el vehículo Si la madre accede a este arreglo, transmite a su hijo que puede esperar que se lo rescate cada vez que se enfrente a un desafío. A partir de ello lo más probable es que el chico concluya que él no es responsable de sus decisiones y acciones. Aunque sienta que ha ganado porque con siguió lo que quería, es evidente que en realidad ha perdido. Los arreglos basados en la manipulación no benefician a nadie.


En el diálogo N° 3 pierden ambas partes porque el conflicto de intereses se ha deteriorado y convertido en amarga discusión. El padre sacrifica una importante oportunidad de conversar el tema de la responsabilidad, y el niño se graba psicológicamente que no puede negociar de manera efectiva con sus padres. Resulta claro que el sistema de comunicación de la familia se basa en el poder, la desconfianza y el resentimiento


En el diálogo N° 4 ganan ambas partes. El padre utiliza la situación corno oportunidad para comunicarse con el hijo acerca de] tema de las reglas familiares y para idear en conjunto una posible solución al problema inmediato. Si esta solución no resulta factible (p. ej., el tío no se encuentra en su casa), e] padre accede a un arreglo alternativo, pero sólo en esta ocasión. Aclara que no está sentando un precedente sobre la regla del horario de irse a la cama, Aunque está dispuesto a alterar la regla esta vez, el padre transmite claramente que el niño tendrá que tomar las medidas necesarias la próxima vez que se repita una situación semejante.


Saber negociar con su hijo requiere tino. No existen pautas determinadas. Al ayudar a su hijo a apreciar que hay situaciones que se prestan a la negociación y a distinguir cuáles son estas situaciones, usted le demuestra cómo puede aplicarse el proceso del pensamiento listo a las situaciones de la vida real.

“¡SÉ QUE SOY LISTO!”

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