CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

Caso Práctico De Éxito: Mi Viaje A la India


Siempre me ha atraído mucho todo lo exótico y, en general, todo aquello que se sale de la norma, que ofrece algo más que la simple rutina.

Por eso, tenía especial interés en visitar algún país de Asia, como podía ser China o India.

Así que, cuando me surgió la oportunidad no la quise desaprovechar.

Resulta que mi universidad estaba haciendo un intercambio con una universidad de Mumbai (nombre con el que ha sido rebautizada la mítica Bombay), y, sin dudarlo un instante, decidí apuntarme.

El viaje estaba programado para principios del mes de diciembre, que era la mejor época para visitar la India, porque en cualquier otra época, o bien el calor sofocante o la lluvia incesante, lo hacen imposible.

Un par de meses antes ya empezamos a prepararnos con clases sobre la cultura india y otros aspectos que debíamos conocer.

El grupo de intercambio estaba formado por otras cuatro personas. Dos chicas y otros dos chicos.

Y tuve la gran fortuna de que una de las chicas fuera Irene, la chica que más me atraía de toda la facultad.

Sus facciones no cumplían con los cánones tradicionales de belleza, pero la conjunción de todas esas formas irregulares la convertían en irresistiblemente atractiva ante mis ojos.

Entonces, tenía ante mí la oportunidad que siempre había estado buscando. Ahora tenía una oportunidad única para intentar seducirla.

Ya durante el curso de preparación comenzamos a conocernos.

-   Estoy realmente ilusionado, Irene. ¡Siempre he querido visitar la India!

-   Sí, a mí me pasa igual. ¡No me lo puedo creer!

-   Espero que nos dejen tiempo libre para poder hacernos nuestras excursioncillas.

-   Sí, he oído que tendremos todos los fines de semana libre.

-   Perfecto. ¿Te vendrás conmigo de visitas turísticas?

-   Depende de donde me lleves.

-   ¿Qué te parece el Taj Mahal?

-   No suena mal.

-   ¿Y el kilómetro cero de India?

-   Me gusta, por cierto, ¿dónde está ese kilómetro cero?

-   Está en Nagpur, es una pequeña ciudad justo en el centro de la India, es como el Madrid indio, pero en miniatura.

-   (Sonrisa) ¿Con los mismos atascos?

-   (Sonrisa) Me parece que toda India es un atasco en sí.

-   ¿Toda India, o toda Asia?

-   Toda Asia.

-   Bueno, ¿y dónde más me llevarás?

-   A ver,…, iremos al fuerte rojo de Nueva Delhi.

-   ¡Bien!

-   A la puerta de India.

-   Me estás empezando a convencer.

-   Y, por supuesto, montaremos en un ricksaw.

-   ¿Qué es eso?

-   Es una especie de taxi. Es como una moto con un par de asientos detrás. Es muy típico de allí. He leído que merece la pena montarse en uno de ellos, y, además, están tiradísimos de precio.

-   De acuerdo, iré contigo de excursión.

-   No ves, ya merece la pena ir a la India.

-   ¿Por qué vas a visitar tantos lugares?

-   No, porque los voy a visitar contigo.

-   (Sonrisa).


El viaje a la India fue muy pesado. 

Hicimos Madrid-Zurich y Zurich-Mumbai, sumando un total de casi veinte horas de viaje, contando con las esperas en los aeropuertos.

Finalmente, comenzamos a aterrizar en el aeropuerto de Mumbai.

Ya desde el aire, se intuye que estás en un lugar diferente. Las casas construidas en los lugares más insospechados aparecen dispersas desde el cielo, ofreciendo una visión muy peculiar.

Mi bienvenida a la India fue una gran bocanada de viento húmedo y caliente que vino a recibirme nada más bajar el avión. Y en ese momento, y para el resto de mi estancia en la India, mis ropas se empaparon en sudor.

Al salir del aeropuerto una marabunta de conductores de taxi se abalanzaban sobre nosotros ofreciéndonos sus servicios para llevarnos a nuestro hotel. 

Por suerte, el hotel había enviado un coche a recogernos y, en poco tiempo, nos encontrábamos recogidos en nuestras habitaciones.

Los días siguientes transcurrieron sin grandes sobresaltos, aunque con un asombro permanente por la belleza y el exotismo del país.

Sin duda, la India es un país totalmente diferente a los demás.

El colorido de sus calles, el caos circulatorio, la contradictoria convivencia de los extremos económicos, el ruido ensordecedor de las grandes avenidas, los mercadillos esparcidos por doquier, la belleza de sus mujeres,…

Podría escribir cientos y cientos de páginas sobre esos días. Sin embargo, mi gran objetivo era seducir a Irene.

En varias ocasiones tuvimos oportunidad de conversar en privado, y en cada una de ella notaba como su nivel de confort se encontraba en unos niveles muy elevados.

Además, había comenzado a descubrir ciertas señales de interés que ella me enviaba de manera deliberada, así que había comenzado a hacerme ilusiones reales sobre mi éxito.

No obstante, no encontraba el momento adecuado para abrir la última ventana de oportunidad y llegar al máximo nivel de kino.

La clave la descubrí dialogando con Sahil, un amigo que me eché durante mi estancia allí.

-   Tienes que aprender a jugar con sus silencios.

-   No entiendo.

-   Sí, es muy sencillo. Por lo que me dices, y por lo que yo he notado, ella se siente atraída por ti, pero está esperando que tú des el paso. Sin embargo, tú no te atreves a dar el paso, así que estáis en un callejón sin salida.

-   Sí, hasta ahí te sigo.

-   Pues bien, tienes que provocarla.

-   ¿Cómo?

-   Verás, la próxima vez, cuando estéis hablando y un tema de conversación esté llegando a su fin, quédate callado. Entonces, ella, acostumbrada a que continuamente saques temas de conversación, pensará que te pasa algo, o que estás empezando a aburrirte con ella, y decidirá que es el momento para acelerar el proceso, así que te ofrecerá una oportunidad inequívoca de acercamiento.

-   Suena bien.

-   Pruébalo, te aseguro el éxito.


Me gustó la idea que me había ofrecido Sahil, así que no tardé en ponerla en práctica.

Habíamos sido invitados a una boda (diciembre es 

el mes de las bodas en India). 


Las bodas allí son algo indescriptible, por tamaño, 

volumen y grandiosidad.

Uno cree que las bodas españolas son excesivas hasta que acude a una boda en la India, y entonces, ve las bodas nacionales con otros ojos.

Bueno, el caso es que busqué la oportunidad para encontrarme a solas con Irene, enfrente del buffet.

-   He oído que el “paneer” es delicioso.

-   Sí lo probaré, pero a mi lo que me vuelve loca es el biryani.

-   Sí, está muy bueno. Lo probé antes y me gustó mucho.

-   Así que éste no es tu primer viaje al buffet.

-   La duda ofende, por supuesto que no.

-   (Sonrisa)

-   Date cuenta que según su cultura, si no terminamos con todo el buffet les estaremos ofendiendo.

-   (Sonrisa) ¡Qué morro tienes!

-   Simple adaptación cultural.

-   (Sonrisa)

-   (Silencio)


Seguimos tomando comida del buffet, pero decidí no pronunciar más palabra hasta que ella comenzara un tema de conversación, siguiendo los consejos de Sahil. Además, tras reflexionar sobre su idea, había pensado en añadir una mejora a la estrategia: finalizaría el silencio con un cumplido victorioso.

Ella comenzó a aparentar cierto nerviosismo con mi silencio, y, finalmente, comenzó a hablar.

-   ¿Te encuentras bien?

-   Sí, ¿por qué?

-   No sé, como te has quedado tan callado.

-   ¿Sí? No sé.

-   ¡Venga! Cuéntamelo.

-   No me pasa nada, de verdad.

-   Yo creo que tanta especie te está afectando.

-   (Sonrisa) Debe de ser eso.

-   No, en serio, dime que te pasa.

-   Pero no se lo contarás a nadie.

-   Te lo prometo.

-   Estaba callado porque estoy empezando a asustarme.

-   ¿Asustarte? ¿De qué?

-   No hables tan alto, nos van a oír.

-   ¿Qué más da? No nos entienden.

-   Pues también es verdad. 

-   Venga dime, de que te estás asustando.

-   ¡Es que me da mucha vergüenza!

-   ¡No seas tonto!

-   Bueno, está bien. Verás, es que,…, desde,…, desde que he empezado a hablar más contigo he empezado a notar algo,…, algo que me dice que me estás empezando a gustar,…, pero gustar de verdad,… ¿sabes? Y me da miedo, porque nunca había sentido nada parecido.

-   (Sonrisa) ¡Vaya! Me alegra pensar que estamos en el mismo barco.


Esa noche acabamos compartiendo habitación y durante todo el resto de nuestra estancia en India mantuvimos una relación preciosa.

Luego, al regresar a España no funcionó por cuestiones que no vienen a cuento.

Sin embargo, ese fue mi primer éxito con la técnica del silencio, y desde ese preciso instante la incorporé a mi repertorio de técnicas de seducción.

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