Los martes no me gustan. No
generan la depresión del lunes, ni la esperanza del miércoles. Y, por supuesto,
no son ni jueves, ni viernes, días de encanto nocturno, por no mencionar los
nunca bien ponderados sábados y domingos.
Así que tiendo a estar triste los
martes. No sé muy bien la razón, pero no encuentro nada interesante que hacer,
y acabo tumbado en el sofá con una pizza sobre la barriga y viendo cualquier
cosa que echan en televisión.
Sin embargo, un martes cambié mi
rutina.
Por una de esas situaciones a las
que no encuentras una razón adecuada, decidí cambiar mi rutina de los martes.
Decidí que utilizaría ese día
para hacer uso de los números de teléfono que adornaban mi agenda.
Mi gran objetivo era Olga, así
que la dejé para último lugar. Antes, practicaría con Susana, Jimena y Jessica.
Comencé con Susana.
- Sí,
¿dígame?
-
Hola, ¿Susana? - Sí, ¿quién es?
- Hola,
Susana, soy Óscar. Nos conocimos hace un par de fines de semana en “La
ardilla roja”. - Sí, sí, ¡Óscar! ¡Qué sorpresa!
¿Qué tal?
- Bien,
bien, no me va mal, ¿tú qué tal?
- Tirando
que ya es bastante.
Tengo la sana costumbre de anotar
al lado de cada nombre de mi agenda alguna información que he obtenido durante
mi conversación con ella, para poder utilizarla en mi llamada posterior.
¿Qué tal te fue la oposición?
- Ya
sabes como es eso. El examen lo hice, y la verdad es que no me salió mal, pero,
¡bah!, seguro que las plazas ya están dadas.
- Bueno,
tú no te preocupes, por lo menos coges experiencia en el examen.
- Sí,
eso sí, ¡el que no se consuela es porque no quiere!
- (Sonrisa)
Un segundo, Susana, tengo una llamada por la otra línea.
- Te
espero.
Ese era un truco que estaba
usando por primera vez. Cortaría la conversación a la mitad, fingiendo una
llamada por otra línea. Después mentiría diciendo que era otra chica, y
abandonaría mi primera conversación con la excusa de iniciar una segunda con la
otra chica.
Con ello confiaba despertar celos en mis objetivos, ¡ahora
iba a comprobar los verdaderos resultados!
- ¿Susana?
- ¿Sí?
- Ya
estoy de vuelta. Verás, te voy a tener que dejar. Era mi amiga Jimena, que
acaba de llegar de un viaje por Brasil, y parece que tiene mucho que contarme.
Te llamo en otro momento.
- Bien,
hablamos.
- ¡Hasta
luego!
No parecía funcionar mal. Bien es
cierto que los resultados se verían en una segunda llamada, pero Susana no
merecía una segunda llamada.
Marqué el número de Jimena.
- ¿Hola?
- Hola,
Jimena, soy Óscar, tu peor pesadilla.
(Sonrisa) ¡Óscar! Pensé que me
había librado de ti. (Sonrisa) ¿Qué es de tu vida?
- Nada
especial. La misma rutina de siempre, ¿y tú?
- Poco
más o menos.
Ahora era el momento de utilizar la información adicional
que tenía apuntada en mi agenda.
- ¡Oye!
¿Qué tal te fue por Granada? ¿Pudiste entrar en la Alhambra?
- ¡Sí!,
¡fue genial!
- Ya
te lo dije.
- Sí,
pero es que es algo más de lo que te esperas, ¿sabes?, normalmente cuando la
gente te habla mucho de algo y luego lo ves te decepciona, ¿sabes?, pero la
Alhambra no, ¡es genial!
- Me
alegro de que te gustara, ¡vaya! Perdona un segundo que me llaman por otra
línea.
- No
te preocupes.
Sin duda, estaba ganando
facilidad al usarlo.
- ¿Jimena?
- Dime.
- Me
vas a tener que perdonar, pero es que es mi amiga Susana que necesita contarme
no se que historia, y ya sabes como sois las mujeres.
- (Sonrisa)
Sí, me hago una idea, hablamos en otro momento. Un beso.
- Otro.
Creía que ya estaba preparado, así
que dejé para otro día la llamada a Jessica.
Era el momento de intentarlo con Olga.
Marqué su número.
- ¿Sí?
¿Olga? ¿Qué tal? Soy Óscar.
- ¡Óscar!
¡No esperaba tu llamada!
- ¡Vaya!
Y yo no esperaba que te acordarás de mi.
- Ya
te dije que no me olvidaría de ti.
- Sí,
pero soy algo escéptico con según que cosas.
- Haces
bien.
- ¿Qué
tal todo?
- Cada
día mejor, o por lo menos me contento con pensar eso.
- Eso
está bien. Con optimismo se ve la vida mejor,
¿verdad?
- Totalmente
de acuerdo.
- ¡Oye!
¿Qué tal la operación de tu hermano?
- Bien,
bien, ¡no esperaba que te acordaras!
- Ahora
eres tú la que me subestima.
- Touché.
Bien, como te decía, ha ido genial, ya está en casa y recuperándose.
- Me
alegro,…, ¡vaya! Perdóname un segundo que tengo una llamada por otra línea.
- Aquí
estaré.
Ahora era el momento clave para probar la verdadera
efectividad de mi truco. Terminaría mi conversación con ella, fingiendo que
otra amiga me llamaba por lo que fuera, y luego la volvería a llamar.
De su reacción a esa segunda
llamada dependía el éxito de mi nueva estratagema.
- ¿Olga?
- Sigo
aquí.
Me vas a tener que perdonar, pero
es mi amiga Susana que tiene no se que urgente que contarme. Te llamo en un
ratito.
- Vale,
hasta luego.
- Hasta
luego.
Esperé una media hora antes de
volver a marcar el número de Olga.
- ¿Sí?
- Hola,
Olga, soy Óscar.
- ¡Hombre!
¿Qué te ha contado tu amiguita Susana?
¡Había funcionado! Ese tono era
inequívoco. Había despertado sus celos. Por tanto, el truco funcionaba, así que
lo podría utilizar en más ocasiones.
Seguí la conversación con Olga
durante un rato, y, finalmente, quedamos para tomar una copa ese mismo viernes.
Al acabar la primera copa, ambos
sabíamos que no iba a pasar nada entre nosotros. Simplemente, no había química
entre nosotros.
Pero
no me importaba, porque mi truco había funcionado. Así que lo podría utilizar
en todas las llamadas a partir de ese momento.
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