“Para que una cosa te hable
tienes que tomarla durante cierto tiempo, como la única que existe, como la
sola apariencia que, a través de tu amor tenaz y exclusivo, se halla emplazada
en el centro del Universo y que ese día y en ese sitio incomparable es ofrecida por los
Ángeles” Rilke. Cartas Francesas
A Merline, 51
En la vida, como sucede en las
películas, sólo alcanzamos una visión global cuando llegamos al final. Sólo entonces
podemos mirar hacia atrás y comprenderla en su totalidad. Ya Kierkegaard había
dicho que comprendemos nuestra vida mirando hacia atrás, pero solo
podemos vivirla mirando hacia delante.
Durante estos 15 años hemos
vivido a Renacer y ahora, en el momento de su madurez, en el momento en que la niña mimada
es presentada en sociedad y declarada en
condición de ser amada por sus pretendientes, en este preciso momento podemos
dedicar tiempo para mirar hacia atrás y comprender todo lo vivido con una
claridad quizá nunca antes imaginada.
Y es imposible contar esta historia sin rendir un
merecido tributo a las mujeres y hombres que la hicieron posible, algunos con
ideas tan valiosas que se convirtieron en el sustento filosófico y antropológico
de Renacer, como fue, y sigue siendo, Viktor Frankl quien nos marcó el camino
para saltar, muy al principio de Renacer, de la causalidad a la finalidad,
camino que mantuvo abiertas las puertas de la libertad durante este trayecto;
otros, como la extraordinaria Elisabeth Kübler-Ross, quien con su magnífico
trabajo sobre los niños y la muerte dio
respuestas certeras y esperanzadoras en momentos de profunda tristeza e
incertidumbre; pero también es necesario rendir tributo a todos aquellos padres,
madres, hermanas y hermanos, abuelos, tíos, amigos, que confiaron en Renacer y
dieron su pertenencia a los grupos, y cuando esto no fue posible dieron su
apoyo, su confianza y su esperanza.
Todos ellos son parte de la
historia de Renacer y merecen este
reconocimiento.
Lao-Tse decía que haber cumplido
una tarea significaba ser eterno y por lo
tanto, por esa misma razón,
todos podremos decir, al momento de nuestra
muerte, que hemos de ser
eternos.
Renacer es una verdadera
revolución cultural, es un hecho culturalmente
revolucionario que está a años
luz de distancia de un mero trasladar el
diván del ambiente del
consultorio al ambiente grupal.
Cultura es el hecho de hacer las cosas diferentes a
como son, a hacer el futuro diferente alpasado, y es a partir de esta
definición que podemos ver a Renacer como una realidad culturalmente
revolucionaria, como es la de transformar un hecho a todas luces trágico, como
es la muerte de uno o más hijos, en un triunfo del espíritu humano, expresado
en un trascender como hombre al levantarnos por sobre nuestro dolor para ayudar
a un hermano que sufre y asumir, sin requerir nada a cambio, nuestra
responsabilidad para con el otro dando así, en palabras de Levinas, testimonio
de la gloria del infinito y se ser inspirado.
Por otra parte vemos que el
principal enemigo de la cultura es la estructura que representa al statu quo,
al quietismo, al no cambio. Esta enorme tendencia de la estructura al no cambio
es una de las razones por las que nos oponemos a la estructuración de Renacer.
Renacer es el resultado de la
intuición moral de dos personas. Renacer es un canto a la libertad. Es el
resultado de una intuición moral de dos personas que reconocieron que las cosas
no debían necesariamente ser como eran, que podían ser de otra manera, y que,
pudiendo ser de otra manera podían ser mejores de lo que eran, y que ser moral
quiere decir estar dispuesto a ayudar y deseoso de hacerlo.
Pioter Kropotkin,
anarquista ruso del siglo 19, afirmaba que el ser moral del hombre era dar a
los demás siempre el doble de lo podía esperarse de ellos y que, sin la
intervención del estado o la sociedad la condición natural del hombre era la
ayuda mutua.
Cuando al principio dijimos que
no había que detenerse en los porqué sino en los para que, estábamos dando un
mensaje de libertad. Al priorizar la finalidad (para que) por sobre la
causalidad (porqué) estábamos indicando que el hombre no se determina por la
causalidad puesto que siempre es libre para elegir la finalidad (el para qué),
libre para elegir otra cosa qué, para ver, y decidir, que las
cosas siempre pueden ser distintas y, por sobre todas las cosas, mejores a como son.
Puesto que hay algo que
los humanos nunca podremos conseguir y es dejar de ser libres, indeterminados, inacabados,
incompletos.
Analizando estos aspectos o
guías llegamos a la intuición, solo corroborada muchos años después, que ser
moral es una decisión personal que consiste en conocer que hay algo bueno y
algo malo, mientras que la ética es un producto social, es decir grupal en
nuestro caso.
Tiempo después, leyendo a Levinas, aprendimos que cuando vemos al
mundo desde la óptica de la ontología nos movemos en la categoría de antes y
después, es decir de la causalidad que habíamos rechazado desde el principio,
desde el inicio de la tarea grupal, mientras que cuando nuestra visión del
mundo se regía por la moral nos movíamos en la categoría de mejor y peor, y ya
en las primeras reuniones habíamos considerado que después de perder un hijo no
podíamos seguir siendo las mismas personas que antes, que algo en nosotros
había cambiado para siempre, como un guante que se saca dado vuelta sobre sí
mismo, y que a partir de entonces sólo podíamos ser o mejores o peores
personas.
Es decir que desde el comienzo estábamos trabajando en el plano de lo
moral, tratando de llegar a la construcción de normas que dieran lugar a lo
ético, intento que no se pudo llevar a cabo dado que es muy difícil normatizar
sobre la muerte e imposible hacerlo sobre el más allá. Y porqué más tarde
aprendimos que se puede ser ético sin ser moral, puesto que al ser la ética una
construcción social, puede haber normas dictadas por una Fundación o Institución
con personería jurídica que establezcan que es ético atender a las personas
sufrientes en días y horas determinadas, pero si un hombre sufriente mira a
nuestro rostro reclamando ayuda en un día fuera de lo establecido por las
normativas, ¿puedo yo postergar mi ayuda sobre la base de esas normas? Y si lo
hago ¿soy entonces una persona moral?
Como vemos, la ética puede ser enemiga de
la moral, puede ser un escudo eficiente para no asumir la responsabilidad moral
para con el otro que me reclama. Esta es una de las Razones por la que nos
oponemos a la estructuración de Renacer, sea como Fundación o como grupo con
personería jurídica.
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