CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

Soledades Compartidas | Capitulo 4

¡Sí! Vamos, aquí hay mucho bullicio.



Lentamente nos adentramos en un largo 

callejón de aburridas y grises

baldosas. El aire estaba frío y la noche 

silenciosa y majestuosa, se

aproximaba lentamente intentando disimular 

su crepuscular presencia.









A lo lejos en el marino horizonte, algunas 

nubes de morados rostros

comenzaban a asomarse presagiando la llegada 

de una sublime y no muy lejana

húmeda paz...





Por momentos y de forma intermitente el 

cielo comenzó a iluminarse

desprendiendo un ligero resplandor 

metalizado que ponía al descubierto la

rigidez de sus nebulosos y tormentosos 

gestos...







Mientras tanto Muerte, presumida y 

despreocupada caminaba a mi lado sin

inmutarse por ello.






Algunas hojas de los árboles absortas de un 

divino espejismo se desprendían

de lo alto de las copas intentando ensayar 

un sencillo vuelo que les

permitiese sentirse por unos momentos, un 

pequeño pájaro capaz de volar...





Caminamos lentamente sin dirigirnos palabra 

alguna, tan sólo un lejano eco

viviente en mis oídos me recordaba que aún 

permanecía en esta dimensión de

limitadas formas e infantil consciencia...







A nuestro alrededor todo giraba en perfecta 

armonía...




La Existencia Infinita plasmada en lo 

concreto y lo abstracto se volvía Una.





La Noche y... el Sagrado Silencio...



La Inevitable Quietud y... el Vacío...




La Paz... la Bendita Paz... sin dueño 

alguno, sin nombre propio...




Por detrás nuestro y a una muy pequeña 

distancia nuestras pisadas, haciendo

caso omiso de nuestras presencias, 

intentaban descubrir nuestros

sentimientos al igual que si se tratase de 

una gran exclusiva de color rosa.






De vez en cuando el viento, apoyaba sus 

frías manos en mi rostro crispando mi 

sonrojada piel. Mi aliento tibio y pausado, 

se elevaba tímidamente al son

de mis pasos, transformándose en un 

cristalino va por.




En la lejanía del horizonte la Luna trepaba 

vigorosamente por la empinada

cuesta del firmamento, huyendo de las 

voraces fauces de las olas que

amenazaban enturbiar su halógeno y acuático 

resplandor.





Lentamente La Eternidad comenzó a teñir el 

firmamento.....


A detener el Tiempo.....


A empañar mis ojos......


A aflorar mi Esencia.....


Mi mente poco a poco fue acallándose y 

comencé a descender por un profundo


laberinto de silencio en el cual, mi 

consistencia mental comenzó a diluirse

rápidamente sin dolor alguno....


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