CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

POSTERGACION

Como sus contrapartes adultas, también los niños pueden hallarse en medio de carreras desesperadas contra el reloj. Por lo general, el niño que ha desarrollado el hábito de dejar las cosas para el último momento pierde esa carrera.




Por supuesto, no a todos los niños les cuesta manejar el tiempo. Los chicos como Sarah suelen tener bajo control la mayoría de las situaciones Son capaces de triunfar sobre los desafíos de la vida porque su modus operandi consiste en identificar sus objetivos, establecer sus prioridades, planear con anticipación, administrar su tiempo, organizar sus materiales y realizar el trabajo con eficiencia, eficacia y en el debido tiempo. Estos hábitos de trabajo son características distintivas del pensamiento listo.

En contraste con las Sarahs del mundo, los niños con habilidades crónicamente pobres para manejar el tiempo sue len olvidar sus responsabilidades y sus plazos. Viven en un estado de continua crisis, y su postergación crónica produce estrés y tensión que por lo general ejercen un efecto negativo en todos los miembros de la familia.

La postergación es una respuesta clásica a la disyuntiva de tener que hacer demasiadas cosas en poco tiempo. Es un modo de escapar de la realidad. Al dejar de lado el proyecto o la responsabilidad, el niño puede engañarse durante un tiempo, y convencerse de que en realidad no tiene ningún plazo ni obligación que cumplir. Cuando él i se hace añicos, las esquirlas que vuelan crean el caos.

El niño muy desorganizado y postergador no ha llegado a aprender —o ha elegido no contemplar uno de los axiomas básicos de la vida: la preparación y el planeamiento mediocres producen un desempeño mediocre.

Hay cinco motivos comunes por los que el niño posterga:

1. Inadecuada orientación hacia una meta
El niño que no logra establecer objetivos no tiene gran incentivo para realizar una tarea. Y, aunque se fije una meta, tal vez no sepa planear los pasos intermedios para alcanzarla. (Ver la sección “Conversación sobre las metas”.)

2. Pobres habilidades para el manejo del tiempo El niño que no tiene en cuenta la causa y el efecto probablemente no reconozca que el uso ineficiente del tiempo y el bajo rendimiento están directamente relacionados.

3. Desorganización.
Es muy probable que el niño cuya vida es un caos, cuyas posesiones y materiales de estudio se hallan esparcidos por su cuarto y cuyo escritorio es un desastre maneje sus responsabilidades escolares y familiares de manera igualmente caótica. Desde luego, hay excepciones. Hay niños capaces de dividir su vida en compartimientos y son muy organizados en algunos aspectos mientras son totalmente desorganizados en otros.

4. Desinterés
Puede que al niño no le interesen los proyectos que se le asignan y por eso deja su realización para el último momento.

5. Resistencia
El niño que está enojado con sus padres puede “castigarlos” no haciendo lo que ellos desean que haga. Hay niños que transfieren esta resistencia a todas las figuras de autoridad, incluso maestros, entrenadores y niñeras.

El trabajo del niño que no sabe manejar ni administrar el tiempo es típicamente impreciso, demorado, incompleto o inexistente (nunca llega a realizarlo). Al dejar la composición para último momento, el niño postergador suele descubrir que le falta el tiempo (y la motivación) suficiente para realizarlo bien, y entrega una tarea llena (le errores y faltas de ortografía. (Esto suponiendo, desde luego, que se moleste en entregarlo.) También puede ocurrir que, cuando llega el momento de la prueba de Historia, el niño se dé cuenta de que no ha aprendido una información que su profesor considera importante. Como no tiene en cuenta la causa y el efecto, no logrará ver la conexión entre sus bajas notas y su mala preparación.
Los niños postergadotes y desorganizados suelen ser expertos en inventar excusas. Con frecuencia defienden su dilación con las siguientes racionalizaciones clásicas:

• “El maestro no dijo que era para hoy”.
• El maestro es ‘injusto”.
• El trabajo es aburrido o estúpido”.
• “No me gusta la maestra.”
• “Me olvidé.
• “No entendí la tarea”.

El niño que utiliza estas excusas trata de negar la responsabilidad de su conducta contraproducente y justificar su bajo rendimiento. Los padres y maestros perceptivos reconocen que estas racionalizaciones son intentos transparentes por camuflar hábitos de “autoderrota”. Aunque estos mecanismos de defensa puedan ser inconscientes sin embargo, cumplen una importante función pragmática: permiten al niño evitar enfrentar sus hábitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario