La
disfuncionalidad como oportunidad.
Pero la
disfuncionalidad es una oportunidad, porque el disfuncional se da cuenta de su
miseria, sufre, quiere cambiar su vida y busca ayuda.
Según Jung:
Un brote de
neurosis tiene un fin determinado, es una oportunidad para darnos cuenta de
quiénes somos en oposición a quiénes creemos ser. Al trabajar los síntomas que
invariablemente acompañan a una neurosis: -angustia, miedo, depresión, culpa y especialmente
conflicto- nos percatamos de nuestras limitaciones y descubrimos nuestras
verdaderas fortalezas. (...) la neurosis es realmente un intento de autosanación...
del sistema psíquico autorregulador para restablecer el equilibrio (Jung,
citado por Sharp, 1994, pág. 130,131)
En cambio muchos
no acceden a esa oportunidad y viven en la pobreza humana; Becker los llama
"hombres no auténticos" porque:
"... evitan
desarrollar su singularidad, siguen los estilos de vida automáticos y sin
sentido crítico en los que fueron condicionados desde niños (...) porque no se
pertenecen a sí mismos, ni son ellos 'mismos', ni actúan apoyándose en su
centro, ni advierten la realidad en sus propios términos. Se desarrollan en una
sola dimensión, totalmente inmersos en los juegos ficticios a los que juega su
sociedad, incapaces de trascender su condición social" (Becker, 1979, pág.
120)
La dificultad para
cambiar
El neurótico es
una persona que vive -en mayor o menor grado- una vida infeliz. Se percata de
ello, busca ayuda y se embarca en una terapia difícil, esforzada, costosa y
prolongada; sin embargo con bastante frecuencia siente que no puede cambiar, o
que los cambios son muy lentos.
Se enfrenta a esas
resistencias internas que no comprende, y que se oponen cerradamente a sus
intentos, en una batalla desgastante y decepcionante; ésta es una de las
condiciones más dolorosas de la disfuncionalidad.
Cómo entender la
paradoja: si estoy tan infeliz, ¿por qué me es tan difícil cambiar? ¿Por qué
prefiero -aunque no lo perciba conscientemente- quedarme en donde estoy con esa
vida de miseria, en vez de actuar de otra forma? ¿Cómo se explica que, desde mi
ser profundo al que no tengo acceso, elija permanecer en la infelicidad?
Recuerdo que la
primera vez que le escuché a Myriam Muñoz la frase: "estás cómodamente
instalada en tu infelicidad", fue como encontrar la pieza del rompecabezas
para entender lo que les pasaba a varios de mis clientes. Se me ocurrió, en
aquel entonces, para ordenar mis ideas escribir lo siguiente, que sigo creyendo
vigente:
la infelicidad
puede ser la posición más cómoda puedo estar cómoda y satisfechamente infeliz mi
infelicidad puede ser la base de mi deseo de no moverme, de no cambiar
mi felicidad puede
ser mucho más incómoda, amenazante e indeseable que mi infelicidad puede ser
mucho más fácil, más deseable y más provechoso ser infeliz que feliz.
Una explicación
posible puede verse en la disociación; en el hecho de que el disfuncional está
dividido, por un lado en la parte que sostiene
-automática e
inconscientemente- las formas arcaicas de adaptación, y por el otro aquella que
requiere desesperadamente abandonar esas formas para adaptarse a un nuevo mundo
de exigencias; este conflicto lo produce la disociación. Creo además que para
defenderse, esa parte inconsciente que sostiene lo arcaico crea los
"síntomas", que funcionan para mantener el cumplimiento de
"mandatos" infantiles.
Un ejemplo
simplificado de ese mecanismo es el siguiente:
Aprendizaje:
Recibí de niño el mensaje: "eres
un inútil, no puedo tener confianza en ti, cada vez que hablas dices
tonterías".
Aprendo que no puedo confiar en mí,
pues mis padres, hermanos y maestros me dicen que todo lo hago mal.
Mandato
Decido no exponerme, no hablar demasiado
para no dañarme porque cuando lo hago recibo desaprobación, y eso me angustia
mucho; me digo: ¡no te expongas, no salgas de ti mismo, enciérrate en ti mismo!
Aprendo a actuar automática e inconscientemente de esta manera.
Síntomas
A medida que crezco tengo
necesidades "de salir de mí mismo" y de comunicarme con los demás;
pero hacerlo me amenaza mucho por mi
aprendizaje infantil. Creo entonces un "síntoma" que me protege de
caer en lo que me amenaza. Frente a la
necesidad de hablar en público, por ejemplo, porque mi trabajo así me lo exige,
creo la fantasía de que se me nublará la mente, no recordaré nada, y me quedaré
en ridículo frente al auditorio. La fantasía –el síntoma- busca que yo no me
exponga a la situación amenazante; el síntoma "me protege"
precisamente a través de lo que más me hace sufrir: la angustia.
Acción contra el síntoma.
Estudio mucho más que todos,
preparo mis conferencias compulsivamente hasta que me las conozco al derecho y
al revés. Invento modos ingeniosos de exponer, etc. Pero todo eso no me quita
la ansiedad. ¿Por qué?
Instalado en mi infelicidad.
Conscientemente quisiera salir de
la angustia, acabar con el síntoma, ¡es tan absurdo! ¿Por qué es tan difícil,
casi imposible? Precisamente porque el
síntoma, que me hace tan infeliz ahora de adulto, es lo que me mantuvo seguro
de niño; lo mantengo automática e inconscientemente como una forma de conjurar
la amenaza de mi seguridad.
De esta manera,
esta infelicidad es la consecuencia de conservar inconsciente e
involuntariamente mis formas arcaicas de adaptación, que me fueron
indispensables en la infancia, pero que ya no me sirven en la actualidad; esto
continuará hasta en tanto no pueda contactar con esa experiencia y trabajar en
ella para transformarla en otra distinta y salvadora.
El mundo de
"la sombra" donde habitan "mis personajes internos"
Desde este modelo,
el individuo está integrado por "partes", por fuerzas diversas,
muchas veces encontradas, que se mueven en direcciones distintas o francamente
opuestas, animadas por necesidades diferentes. Jung dice que " La sombra
(son los) aspectos ocultos o inconscientes de uno mismo, tanto positivos como
negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido". (Jung citado
por Sharp, 1994, pág. 187)
Aparentemente,
estos aspectos desconocidos por el yo-consciente se mueven en función de sus
propios propósitos, y ejercen una influencia determinante en la vida del
individuo, pues ... cada uno de
nosotros proyecta una sombra más obscura y compacta cuanto menos encarnada se
halle en nuestra vida consciente, (y) constituye, a todos los efectos, un
impedimento inconsciente que malogra nuestras mejores intenciones." (Jung,
citado por Zweig y recop. 1993, pág. 32)
Mi percepción
personal es que fuera del área de mi consciencia se expande el mundo de mis
"selfs", de mis "personajes", de los "habitantes que
viven en mí" y que conozco muy poco o en absoluto. Son muchos y muy
diversos; cada uno tiene su propia fecha de nacimiento, sus intereses vitales,
sus reglas de juego, y su forma de interpretar al mundo; de hecho yo veo el
mundo a través del personaje que esté al frente en ese momento en mí. Algunos
de esos "personajes" son más poderosos que otros, y unos -muchos
todavía- son más fuertes que mi yo-consciente.
¿Cómo se comunican
esos personajes del mundo inconsciente; cómo me doy cuenta de su existencia? En
primer lugar, mi cuerpo me lo dice constantemente a través de mis sensaciones,
y aunque la mayoría del tiempo no capto los mensajes, sí sé de donde vienen.
Otros medios, seguramente no los únicos pero igualmente confusos, son mis
fantasías irracionales, es decir mis síntomas, mis sueños y los mensajes psicosomáticos
que recibo. Mi intento de comunicación es intenso y constante, pero aún no
aprendo bien el lenguaje para descifrar lo que me quieren decir.
Aunque muchos de
los "personajes" hacen mi vida difícil, estoy convencido de que no
puedo expulsar definitivamente a ninguno; y, por si eso fuera poco, parece que
tampoco sería justo. ¿Qué significa esto?. Yo identifico, en alguna medida este
concepto de "personajes" o de "habitantes" internos con el
de la "resistencia" de Polster, que dice que es "cualquier
obstáculo intrapersonal que estorbe el movimiento en las direcciones (que la
persona persigue), oponiéndole una barrera pertinaz y ajena a la conducta
natural del sujeto." La primera reacción es vivir a la resistencia como un
enemigo, como "... un saboteador, y se la considera, no como un agente del
yo, sino del anti-yo... poseída por demonios o espíritus malignos. (Sin
embargo) la resistencia merece un trato más equitativo (pues es)... una fuerza
(que el individuo ha tenido que crear) para manejar un mundo difícil." Y
agrega Polster:
"En vez de
procurar eliminar la resistencia, conviene observarla atentamente suponiendo,
en el mejor de los casos, que una persona crece a fuerza de resistir, y en el
peor, que la resistencia de todos modos es parte de la identidad, (y que
suprimirla) a fin de volver a la pureza pre-existente es
un sueño vano, porque la persona, después de haber resistido, es una persona
nueva y no hay posibilidad de volver atrás" (Polster, 1991,
pág. 63)
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