¡Si
conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo! ¡Si pudieras oír el cántico de
los ángeles y verme en medio de ellos!.
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus
ojos; los horizontes, los campos y los nuevos senderos que atravieso!.
¡Si por
un instante pudieras contemplar como yo, la belleza ante la cual las bellezas
palidecen!.
¡Cómo!...¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y
no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?
Créeme. Cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mi
me encadenaban, cuando llegue un día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma
venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme,
sentirás que te sigo amando, que te amé, y encontrarás mi corazón con todas sus
ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, ¡feliz!,
ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano
por senderos nuevos de Luz...y de Vida...
¡Enjuga tu llanto y no llores si me amas!.
San
Agustín
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