CONVERSACIONES SEDUCTIVAS

CHARLA CON EL DR. DIEGO COUREL Parte 1

Lo  primero que quería contarles, es un cuento oriental como son los cuentos sufíes y derviches, que quizás como imagen vale más que mil palabras. Es un cuento que a mí me va a servir para homenajear, que el que está de antes le permite al que llega obtener algo.



“Estaba un hombre de unos ochenta años en el desierto, plantando palmeras, un grupo de palmeras cada diez metros, con un pozo bastante hondo. Entonces, paso un joven y le dio un poco de pena verlo a este hombre hacer eso, y se acercó, pensando que estaba desvariando en el calor del desierto y le dijo: -Jakím, porqué cavas pozos para datileras?

 -Las estoy plantando, para que un día haya dátiles y otros coman.

Entonces, le dijo: -¿Pero tú no sabes que los dátiles demoran cuarenta a cincuenta años en crecer y dar frutos?

 –Sí, lo sé, dijo. Entonces, justo en ese momento pasaba un hombre rico, y lo vio a Jakím, plantando datileras en el desierto al mediodía y le dijo: -Jakím, que haces plantando con este calor?

 –Estoy plantando datileras.

 –Y porqué plantas datileras si no te va a dar el negocio? ( Le dice el hombre rico) Porque cuando esto dé frutos, tú no vas a estar sobre el mundo.

 –Si, pero cuando yo fui niño, comí dátiles, así que alguien plantó cuarenta años antes de que yo naciera.” 
 
A mí me pareció un cuento muy amoroso, del que se puede extraer mucha enseñanza y siento que los mas viejos del grupo, los fundadores, los que lo originaron y los que lo sostengan, son como Jakím.


 Quiere la paradoja que, a veces, cuando menos lo necesitan y podrían irse, se quedan dándole sentido al duelo que han elaborado. Se me permite esa introducción? Eso es para los viejos, para los que sienten que han aprendido algo en el camino.
Antes de entrar en la parte científica, que es un poco dura, pero les va a servir a distintos momentos del duelo, quiero decirles que escribí esto que me salió del corazón por un momento que yo vivo y dice así: “Por razones que nunca llegaremos a comprender, muchos hijos partieron siendo personas increíbles para este mundo, y sus padres continúan acá, porque la vida, Dios o lo que quieran, permitió o posibilitó que pase esto.


 Yo no lo sé, no esperen de mí la respuesta. Solo les diría lo que un maestro le dijo a un discípulo triste: -Tú, tan triste entre los tristes, puedes pensar que tu alma continúa viva y que eres mucho mas que la tristeza que hoy te embarga”. Eso es lo que dijo ese maestro.


Yo agregaría, por cosas que me enseñó Renacer, que el vigor de los que testimonian hoy al lado mío que de esto se sale, que se puede salir, no solo soportar, es que se sale transformando el dolor en amor, el dolor en energía, en acción, el dolor en compañerismo, el dolor en búsqueda.


Nos podemos instalar en el dolor, están hechas unas estadísticas, que hay un 20% de personas que no pueden salir adelante, ni siquiera pueden concurrir acá, por eso es importante que a veces venga un médico a cualificar la reunión o algo, o un familiar para ir aprendiendo para llevarle a la casa. Pero quizás no todos lo necesitarían, hay un 20% de personas que han perdido un hijo y que elaboran bien un duelo solos, pero yo les diría ¿de qué nos sirve llegar al paraíso si estamos solos en el paraíso? Tratemos de llegar todos juntos, no sé que va a pasar mañana, el duelo tiene etapas, tiene momentos, tiene memoria explícita, tiene memoria narrativa, les dejo con la duda de qué son esas cosas.



Si miras a tu alrededor, entonces, verás un amigo, un hermano, que va mas adelante que vos, que está en un camino, que está en paz, que puede y que sabe escuchar, y que está como vos en medio de una batalla interminable, no como los otros que no pueden entender. Ese es el valor de este amigo, de este hermano, él sabe que te puede ahorrar dolor y que te puede ahorrar tiempo, y que te puede ahorrar energía  de algún golpe que él ya lo sufrió. Si se puede ahorrar se ahorra, pero lo importante es que aún con dolor, con tiempo, se llegue a una victoria sobre el duelo.



El gran logro será el resultado de muchas pequeñas derrotas que ustedes van a tener, el gran logro está construido de muchos días malos. Quien no dijo: este día lo he perdido, hoy no pude aprender, hoy no pude ser sabio, hoy no pude ver nada... Al gran logro no se llega así, con una cosa angélica, blanca, sin ensuciar. Se llega en el barro, se llega con sangre, se llega con moretones, pero la victoria es pura y no importan esos dolores. Cuando se llega a esa cima, el aire fresco calma todos los dolores.
Hay que aprender a no castigarse con la culpa.



Aún en medio de un silencio del mundo, dicen en el libro del Guerrero de la Luz, el mundo se esfuerza en ayudarte. El mundo se esfuerza en ayudarte, aún en medio del silencio y la aparente indiferencia, aunque todo parezca lo contrario. Eso es una cuestión de saber abrir los ojos, es una cuestión de ver lo bello que cada uno de nosotros tiene adentro, que cada uno de los otros tiene adentro. Empezar por eso y saber que cuando uno pierde un hijo todo está cambiando.



Sólo se queda en el dolor el que se resiste a un cambio que ya es inevitable, para bien o para mal.



Del otro lado del abismo que uno enfrenta cuando pierde un hijo al principio, felizmente, hay compañeros que han construido un puente y lo cruzaron y nos miran desde el frente en silencio, y nos aseguran que no tengamos miedo, que crucemos por ahí. Son los que tienen la experiencia, la vivencia de las dos cosas, del dolor agudo que tiene quien recién pierde y de la confusión del que va en el medio. Pero hay un puente para cruzar, hay un puente que nos puede hacer mucho mejores, pero hay que cruzarlo, hay que animarse. Esos amigos que lo cruzaron son testimonios de dolor y de valor y de que el otro que está al frente puede y debe cruzar y lo va a hacer sobre la base de pequeñísimos milagros de la vida cotidiana, pero hay que saberlos ver.


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